Los Días del Hambre

Capítulo 1: El Último Refugio

Logan Kane nunca había creído en el fin del mundo. Siempre pensó que esas historias de catástrofes globales, de virus que arrasaban con la humanidad o de criaturas deshumanizadas, eran solo cuentos de locos, leyendas para mantener a los crédulos al borde del miedo. Pero el mundo había caído más rápido de lo que cualquier persona podría haber imaginado. Y ahora, en las ruinas de lo que alguna vez fue la civilización, las leyendas eran la única realidad.

Caminaba entre los escombros de lo que había sido una ciudad bulliciosa, el aire impregnado de una mezcla nauseabunda de descomposición y hierro oxidado. Las luces de neón parpadeaban, aún intentando reclamar un poco de la gloria que alguna vez tuvieron. Pero ahora todo estaba desolado, vacío, excepto por los gruñidos lejanos de los infectados. Esos monstruos, aquellos a los que él se había acostumbrado a llamar "hordas", ya no eran humanos. No quedaba nada de ellos, excepto una hambre insaciable.

El sonido de sus pasos resonaba en las calles vacías. Se movía con sigilo, siempre alerta. Sabía que el riesgo no solo venía de los infectados, sino de los hombres que aún quedaban. Aquellos que, en lugar de perderse en la desesperación, habían convertido el caos en una oportunidad. Los sobrevivientes más peligrosos no eran los que se infectaban; eran los que aún conservaban su humanidad... y la usaban para hacerle daño a otros.

Logan había visto de todo. Había visto amigos convertirse en monstruos. Había visto a personas hacer lo que fuera para sobrevivir. Había matado y se había salvado, una y otra vez, y aún así no lograba entender por qué. Había dejado atrás a todos los que amaba, porque en este mundo ya no había lugar para la compasión. Solo había reglas muy claras: matar o ser devorado.

Un estremecimiento recorrió su cuerpo. Algo no estaba bien.

Desvió la mirada hacia una esquina oscura. Algo se movía. No era una de esas criaturas descontroladas. Era más inteligente que eso. Su mano se posó en el mango de la cuchilla que llevaba a su lado. El destello metálico en la oscuridad le dio una extraña sensación de seguridad, pero en el fondo sabía que la verdadera amenaza no siempre era visible a simple vista.

Respiró hondo y se agachó. No podía permitirse hacer ruido. Si bien la ciudad estaba vacía en su mayoría, las pandillas y los grupos de sobrevivientes que aún quedaban a menudo no eran mucho mejores que los infectados. Luchar contra ellos significaba perder el poco de humanidad que quedaba. Y Logan ya había perdido demasiado.

Entonces, lo vio. De entre las sombras, un hombre se acercaba, con una mochila llena de equipo. No parecía infectado, pero su expresión era fría, vacía. Un depredador.

Logan se quedó inmóvil, evaluando la situación. Estaba demasiado cerca para evitar un enfrentamiento. Si intentaba huir, el hombre lo seguiría, y probablemente sería lo primero que haría si detectaba que tenía algo que ofrecer. Logan no podía permitirse ser atrapado.

Se adelantó con cautela, el filo de la cuchilla brillando brevemente mientras la luz de las estrellas iluminaba el acero. El hombre, ajeno a su presencia, continuó caminando. Pero Logan sabía que algo estaba mal. Algo más grande se estaba cociendo en las sombras, una amenaza que no podía ignorar.

Y justo cuando estaba a punto de saltar sobre él, escuchó un crujido en el aire. Algo no natural. Algo que no provenía del hombre o de los infectados.

Un susurro, bajo, casi imperceptible. Una voz que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez. Un eco.

“Estás más cerca de lo que crees, Logan Kane.”



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En el texto hay: zombies, thriller, supervivencia

Editado: 06.03.2025

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