Los Días del Hambre

Capítulo 11: El Laberinto de Acero

La descarga de electricidad iluminó el espacio con un resplandor cegador. Logan sintió el zumbido en sus huesos, un retumbante estruendo que pareció arrancarle la respiración. El impacto de la bala contra el cuerpo del hombre fue nítido, pero no lo suficiente como para detener la fuerza que emanaba de él. Los cables flotaban a su alrededor, serpenteando en el aire, y el hombre se retorció, pero no cayó.

“No va a ser tan fácil”, murmuró Logan, apretando los dientes.

La electricidad a su alrededor aumentaba en intensidad, como si estuviera absorbiendo la energía del propio laboratorio. El cuerpo del hombre ya no parecía humano, se había convertido en algo más, algo peor. La humanidad que quedaba en él parecía haber sido reemplazada por una máquina sin emociones, sin propósito más que destruir.

Irene agarró a Logan por el brazo y lo empujó hacia la salida. La puerta del laboratorio estaba justo frente a ellos, pero cada paso que daban sentía como si estuvieran atrapados en un laberinto de acero y sombras. El pasillo que los llevaba a la seguridad de la calle se alargaba, como si el edificio mismo estuviera alargando su agonía.

Logan miró hacia atrás y vio cómo el hombre seguía avanzando. Sus ojos rojos brillaban con una furia inhumana mientras se desplazaba hacia ellos, como si el concepto de dolor o miedo fuera desconocido para él. Era más que una máquina, más que un ser humano. Era el resultado de lo que la humanidad había creado al intentar jugar con lo que no debía ser tocado.

“Tenemos que llegar a la salida, rápido”, dijo Irene, su voz tensa y fría, pero había algo en su mirada que delataba una cierta desesperación.

Logan asintió, pero el pasillo parecía alargarse con cada paso, las paredes parecían cerrarse. El ruido del hombre persiguiéndolos se acercaba, el sonido de sus movimientos rápidos y metálicos resonaba en los pasillos. La sensación de estar atrapados en un túnel interminable se volvía cada vez más abrumadora.

“¡Rápido!” Irene gritó, y Logan aumentó la velocidad, impulsado por una necesidad primordial de sobrevivir. Sabía que el hombre detrás de ellos no se detendría, que lo perseguiría hasta el último rincón del mundo.

Finalmente, llegaron a una puerta de acero al final del pasillo. Irene la abrió de un empujón, y ambos corrieron hacia el exterior, hacia la noche oscura. El aire fresco los golpeó con fuerza, pero la amenaza seguía detrás de ellos, cada vez más cerca.

Al mirar atrás, Logan vio cómo el hombre, o lo que fuera, seguía avanzando a una velocidad impresionante. La electricidad chisporroteaba a su alrededor, y su figura se desvanecía en la oscuridad, como una sombra de metal. El edificio detrás de ellos empezó a retumbar, como si estuviera cediendo a la presión de la energía descontrolada que emanaba de esa cosa.

“No sé cuánto más vamos a poder correr”, dijo Irene, jadeando, mirando a Logan con preocupación.

“Tenemos que encontrar un refugio”, respondió él, mirando alrededor, buscando algo que los pudiera salvar. En la lejanía, vislumbró lo que parecía un viejo almacén, una construcción de metal y ladrillo que parecía fuera de lugar en medio de la nada.

“Ese almacén. ¡Vamos!” gritó Logan, señalando hacia él. Irene no dudó ni un segundo, y ambos comenzaron a correr hacia el edificio con la esperanza de que fuera lo suficientemente seguro para esconderse.

Pero el sonido de los pasos del hombre seguía resonando, acercándose más a cada segundo. La persecución no iba a detenerse hasta que uno de ellos cayera.

Al llegar al almacén, Logan empujó la puerta de metal con fuerza. El sonido del impacto resonó en la oscuridad del interior, pero no importó. Lo que importaba era que estaban dentro, al menos por ahora.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, respirando pesadamente, escuchando. No podían oír nada más allá de sus propios latidos. Pero sabían que el tiempo que ganaban dentro de ese almacén era temporal. El hombre aún estaba cerca, y en cuanto tuviera acceso al edificio, la caza comenzaría de nuevo.

“¿Qué hacemos ahora?” preguntó Irene, mirando a Logan.

Logan pensó por un momento, intentando poner en orden sus pensamientos. Sabía que enfrentarse directamente a esa cosa era casi suicida. Pero no tenían más opción. Tenían que encontrar una forma de detenerlo, o al menos ralentizarlo.

“Tenemos que volver al laboratorio”, dijo finalmente, con determinación. Irene lo miró, sorprendida.

“¿Volver? ¿Estás loco? ¡Eso es suicida!”

“No, tenemos que encontrar lo que está controlando esa cosa. Lo que lo hace invulnerable”, explicó Logan. “Tal vez haya algo allí que podamos usar para detenerlo. No tenemos otra opción.”

Irene lo miró fijamente, su rostro pálido por la tensión. Finalmente, asintió, sabiendo que era la única forma de salir de esta situación con vida.

"Entonces... vamos. Pero si vamos a hacerlo, tenemos que prepararnos. Estaremos enfrentando lo peor."



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En el texto hay: zombies, thriller, supervivencia

Editado: 02.04.2025

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