El sol ya se había puesto cuando Logan y Irene regresaron al laboratorio. La oscuridad era espesa, como un manto impenetrable que cubría el mundo entero. El aire estaba cargado de una humedad desagradable, la tierra parecía respirar con ellos a cada paso. Se adentraron nuevamente en ese infierno de acero, conscientes de que cada segundo que pasaban allí los acercaba más a la perdición.
Irene miraba con desconfianza cada sombra que se alzaba a su paso. Las paredes de metal oxidado resonaban con cada paso, como si el lugar mismo estuviera vivo, esperando a devorar a quienes osaran volver. Logan se mantenía en silencio, sus sentidos alerta, escuchando el crujir de los pasillos vacíos. La amenaza del hombre-robot seguía presente, pero ahora tenían algo más importante que temer: el conocimiento de lo que se estaba gestando en las entrañas del laboratorio.
Habían logrado localizar una entrada secreta en la parte trasera del edificio, un viejo acceso que había sido sellado, aparentemente para proteger algo. El polvo y la suciedad cubrían la cerradura, pero con una fuerza decisiva, Logan logró abrirla. El aire frío y estancado los envolvió al cruzar la puerta. Lo que encontraron dentro era lo último que esperaban.
El pasillo estrecho estaba lleno de cables rotos, computadoras destrozadas y restos de equipos científicos que alguna vez habían sido el corazón de una operación secreta. Pero no fue eso lo que los sorprendió. Lo que encontraron fue un laboratorio subterráneo, oculto bajo capas de concreto, un lugar al que nadie debería haber tenido acceso. Había algo en el ambiente que les hacía sentir que aquello era un lugar prohibido, un lugar donde los experimentos eran mucho más oscuros de lo que imaginaban.
"Esto no me gusta", dijo Irene, su voz temblando mientras observaba las mesas llenas de frascos rotos y jeringas usadas. "Esto... esto parece una tumba."
Logan no respondió, pero compartía su inquietud. El aire estaba impregnado de un olor a químicos, a muerte. Se acercaron más, cautelosos, hasta que llegaron a una puerta reforzada con metal, la única cerradura intacta que quedaba en todo el lugar.
Al abrirla, se encontraron con una sala aún más espantosa. Las paredes estaban cubiertas por pantallas brillantes, mostrando datos y gráficos que Logan no comprendía. En el centro, sobre una mesa de operaciones, yacía un cuerpo, o lo que quedaba de uno. A su alrededor, numerosos cables y tubos conectaban a la máquina que se encontraba junto a él: una cápsula gigante llena de líquido verde fosforescente.
"¿Qué demonios es esto?" murmuró Irene, dando un paso atrás.
Logan avanzó, ignorando las dudas que le asaltaban. La cápsula parecía vibrar con una energía extraña, como si algo dentro de ella estuviera esperando a ser liberado. El cuerpo sobre la mesa no era humano, no completamente. Era una mezcla de carne y metal, partes de un ser que había sido alterado y transformado por la ciencia. La mitad de su rostro estaba cubierto por una máscara de metal, con cables que salían de sus ojos y boca. Sus extremidades parecían haber sido reemplazadas por mecanismos cibernéticos, pero lo que más le estremeció a Logan fue la insignia en su pecho: un símbolo que nunca había visto antes, pero que le resultaba familiar de alguna manera. Algo que había visto en los informes de los experimentos fallidos de la Corporación.
"Esto no es solo un experimento. Es algo mucho más grande", dijo Logan, mirando a Irene con gravedad. "Este es el origen de lo que está pasando afuera. Este es el comienzo del fin."
Irene se acercó lentamente al cuerpo, observando los detalles. "¿Y qué hacemos ahora? ¿Podemos destruirlo? ¿Detenerlo?"
Logan frunció el ceño. Sabía que no había una solución fácil. Si lo que estaba allí era realmente el origen de la plaga, tenían que destruirlo. Pero la cápsula que lo contenía parecía impenetrable, protegida por tecnología que ellos no comprendían.
De repente, las luces parpadearon, y el ruido de los pasos metálicos resonó a lo lejos. Un escalofrío recorrió la espalda de Logan. La amenaza que habían dejado atrás no tardaría mucho en encontrar su camino hacia ellos. El hombre cibernético, esa abominación que había sido liberada por los experimentos fallidos, no se detendría hasta que los hubiera cazado.
"Tenemos que acabar con esto, ahora", dijo Logan con determinación. "Si no destruimos todo aquí, todo habrá sido en vano."
Irene asintió. Sin embargo, antes de que pudieran hacer cualquier cosa, una pantalla frente a ellos cobró vida, mostrando una figura en blanco y negro que apareció como una sombra fantasmagórica.
"¡No pueden destruirlo!", dijo una voz distorsionada. "Lo que ven es solo el comienzo. No saben lo que están enfrentando. ¡Ustedes no son nada ante lo que está por venir!"
Logan dio un paso atrás, observando la figura con desconfianza. El terror en su estómago creció. No estaba seguro de lo que estaba viendo, pero sabía que había algo mucho más grande en juego aquí, algo que los superaba por completo.
"Esto no es solo sobre sobrevivir", murmuró Logan. "Es sobre impedir que el mundo se convierta en esto."
Irene apretó los dientes, mirando alrededor, buscando alguna forma de desactivar el sistema. “No podemos quedarnos aquí. Si el laboratorio es lo que está causando todo esto, necesitamos destruirlo ya.”
Sin más palabras, ambos comenzaron a revisar las computadoras y pantallas, buscando una solución. Pero el tiempo se les agotaba, y el eco de los pasos metálicos cada vez sonaba más cerca.
La caverna del olvido, la última trinchera de la humanidad, se estaba desmoronando. Y con ella, cualquier esperanza de un futuro.
Editado: 02.04.2025