Los Días del Hambre

Capítulo 16: El Laberinto de Acero

El amanecer no llegó a la ciudad de Valgrís. Solo el eco de los pasos pesados y los murmullos distantes de los infectados rompían el silencio constante. La niebla seguía cubriendo las calles, las ruinas de lo que una vez fue una ciudad próspera ahora eran un campo de guerra en silencio. Logan y Irene se adentraron más en las entrañas de la urbe, buscando respuestas entre los escombros, pero sabían que cada paso los acercaba más a una verdad que ninguno de los dos estaba preparado para enfrentar.

El rastro del hombre-robot era cada vez más claro. Aunque su forma metálica dejaba pocas huellas, el ambiente era su marca registrada: el aire viciado, la sensación de estar siendo vigilados, la creciente desolación de la ciudad. Parecía que el hombre-robot no solo estaba cazando, sino también dejando que los sobrevivientes se adentraran más en el laberinto de Valgrís, como si quisiera que jugaran a su juego.

"Nos está siguiendo, ¿no es así?", murmuró Irene, con la mirada fija en las sombras al final de la calle.

Logan asintió, su mano cerrada alrededor del machete oxidado que había encontrado en un almacén abandonado. "No solo nos sigue. Nos está guiando. Quiere que lleguemos a donde él quiere."

Irene frunció el ceño, intentando comprender. "¿Y qué es lo que quiere? ¿Por qué todo esto? ¿Por qué ahora?"

Logan no tenía respuesta, pero sabía que cuanto más se adentraran en el corazón de Valgrís, más cerca estarían de la respuesta. El hombre-robot no estaba solo. La máquina era el ápice de algo mucho más grande, y solo al enfrentarse a su origen lograrían entender el porqué de la destrucción de la humanidad.

El suelo crujió bajo sus pies mientras caminaban por una calle empapada de lluvia y escombros. Los edificios de concreto, destrozados por el paso del tiempo y la guerra, parecían mirarlos, altos y fríos, como gigantes dormidos esperando para devorarlos. En cada esquina, el ambiente se volvía más opresivo. No era solo la ciudad lo que los rodeaba, sino la sensación de que algo más los acechaba, algo que no era humano.

"Tenemos que llegar a la estación central", dijo Logan con voz grave. "Si el hombre-robot no está allí, entonces al menos encontraremos lo que queda de los archivos. Lo que quedaba de la investigación."

Irene asintió, la incertidumbre grabada en su rostro. "¿Y qué haremos si lo encontramos?"

"Lo destruimos", dijo Logan sin vacilar. "No hay otra opción."

El camino hacia la estación central estaba marcado por las huellas de guerra: sangre, fuego, rastros de lucha. Los cuerpos de los infectados yacían esparcidos por el suelo, pero no había señales de humanos. La batalla por la supervivencia había dejado a los pocos que quedaban casi desmoronados, aislados, y la mayoría ya no eran más que sombras que se desvanecían al primer destello de peligro.

A medida que avanzaban, Irene comenzó a sentirse inquieta, como si algo estuviera a punto de romper la delgada línea entre la razón y la locura. Se detuvo por un momento, mirando hacia las ruinas que se extendían frente a ellos. La estación central no estaba lejos, pero el aire a su alrededor se volvió más denso, más pesado, como si algo maligno se cerniera sobre ellos.

"¿Logan?" Su voz tembló levemente, y la duda en sus ojos fue evidente. "No hay vuelta atrás, ¿verdad?"

Logan la miró por un segundo, su expresión implacable. "No. No hay vuelta atrás. Si vamos a sobrevivir, debemos enfrentarnos a lo que nos espera."

Ella respiró hondo, dándose fuerzas para seguir. Sabía que tenía razón. No podían detenerse, no podían rendirse ahora. La estación central estaba a solo unas cuadras, y dentro de ella descansaba el último vestigio de lo que habían estado buscando.

El sonido de pasos resonó desde las sombras. No eran los infectados, ni siquiera los ecos de la ciudad que siempre parecían estar a la distancia. Estos pasos eran distintos. Pesados. Mecánicos.

El hombre-robot apareció ante ellos, emergiendo de la penumbra con una precisión mortal. Su cuerpo metálico reflejaba las luces distantes de la ciudad, sus ojos rojos brillando como dos puntos de furia incontrolable. La máquina los observó, y por un momento, el tiempo se detuvo.

"Has llegado más lejos de lo que esperaba", dijo una voz gutural que emanaba de su cuerpo metálico, una voz que sonaba más humana de lo que Logan hubiera querido.

Logan desenvainó su machete con rapidez, pero su mano temblaba. Sabía que la lucha no era solo física. Este hombre-robot, esta máquina, era el epítome de la ciencia y la muerte. No solo los cazaba. Les hablaba, les quería desafiar, como si estuviera probando su resistencia.

"No hemos venido a jugar", dijo Logan, su voz cargada de ira y determinación. "Hemos venido a destruir lo que queda de tu maldita obra."

El hombre-robot emitió una carcajada sibilante, su cuerpo metálico deslizándose hacia adelante con una rapidez que no correspondía con su tamaño. "No entendéis nada", dijo, avanzando hacia ellos. "Este es solo el principio. Los humanos nunca dejaron de ser la plaga. Nosotros... somos la cura."

Antes de que Logan pudiera reaccionar, la máquina lo empujó hacia atrás con una fuerza brutal, haciendo que su espalda chocara contra la pared de un edificio cercano. Irene, con la adrenalina disparada, corrió hacia el hombre-robot, tratando de distraerlo con un golpe que fue fácilmente bloqueado.

Logan se levantó, la rabia alimentando cada uno de sus movimientos. "¡Esto no ha terminado, maldito!" gritó, mientras corría hacia la máquina, dispuesto a terminar lo que habían comenzado.

Pero la máquina no se detuvo. Se desvaneció en la oscuridad, dejando solo la amenaza de su presencia, como una sombra que nunca dejaría de acecharlos.



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En el texto hay: zombies, thriller, supervivencia

Editado: 02.04.2025

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