Los Días del Hambre

Capítulo 19: La Caída de la Esperanza

El aire en Valgrís se sentía más denso que nunca. El viento arrastraba partículas de polvo, desintegrando lo que quedaba de los edificios, mientras la ciudad moría en silencio. No quedaba nada más que el eco de los recuerdos de una sociedad que ya no existía. Y en medio de esa desolación, Logan y Irene avanzaban con paso firme, pero los fantasmas de lo que habían perdido se colaban entre sus pensamientos.

"Estamos cerca", murmuró Logan, aunque no estaba seguro de sí mismo. La sensación de ser observado, de que algo se acercaba, lo acechaba como una sombra invisible. No era paranoia. Sabía que no lo era. Había algo en el aire, algo que se estaba cerniendo sobre ellos. El rastro de sangre, de cuerpos desmembrados, no era casual. Algo más grande estaba en marcha.

Irene caminaba a su lado, la mirada fija en el horizonte, pero había algo en su rostro que delataba su desconfianza. Había algo que no estaba contando, algo que se le escapaba. La mentira que había soltado antes pesaba entre ellos como una losa, pero, más allá de sus palabras, Logan sentía que el vínculo entre ellos se había roto. Tal vez por completo.

La ciudad de Valgrís estaba plagada de sombras, pero las que rondaban a Logan eran de un color diferente. Eran la culpa y la ira, esa necesidad visceral de encontrar respuestas, no solo sobre el origen de la plaga, sino sobre la traición que acababa de descubrir. Irene le había ocultado algo crucial. Y ahora, no podía evitar preguntarse: ¿hasta qué punto podía confiar en ella?

"Logan...", dijo Irene en voz baja, su tono quebrado. "Lo que te dije... no fue todo."

Él la miró sin decir nada, sus ojos fijos en el horizonte. Sabía que las palabras que ella estaba a punto de decir no serían fáciles de escuchar. Sin embargo, lo que más le costaba era escuchar esas palabras y no saber si serían la última mentira que recibiría de ella.

"¿Qué más?", preguntó con frialdad, sin apartar la mirada del camino.

Irene se detuvo, y por un momento, el mundo pareció detenerse con ella. Logan también se detuvo. La tensión en el aire era palpable, como si el peso de lo que ella estaba a punto de confesar fuera capaz de derribar todo lo que habían construido hasta ahora. Pero ella ya había dado un paso que no podía retroceder.

"El virus...", comenzó Irene, "no fue un accidente. Fue liberado a propósito."

Logan la miró por fin, como si esperara más detalles, como si cada palabra que ella dijera pudiera desenredar todo el caos en el que estaban atrapados. "¿Cómo sabes eso?", preguntó con el ceño fruncido, sintiendo que la gravedad de la revelación lo aplastaba.

Irene tragó saliva, su mirada perdida. "Porque estaba involucrada en su creación."

Logan sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Lo que había creído que era una guerra de supervivencia, una lucha contra un virus incontrolable, ahora se transformaba en un juego macabro en el que las piezas ya estaban movidas por manos que él no conocía. Había pensado que el mal era solo la plaga, pero ahora se daba cuenta de que el mal era mucho más profundo.

"¿Por qué no me lo dijiste antes?", preguntó, casi en un susurro, aunque en sus ojos ardía una furia contenida.

"Porque no sabía cómo decírtelo", respondió ella, su voz temblorosa. "Te vi como... mi única esperanza. Y no quería perderlo. No quería perderte."

La honestidad de sus palabras hizo que Logan se quedara en silencio. La vulnerabilidad de Irene no le era ajena, pero aún así, no podía ignorar lo que acababa de decir. La conspiración era más grande de lo que había imaginado. No solo se trataba de un virus descontrolado. Se trataba de una masacre planeada, de una élite que había manipulado la vida de millones. Y en todo eso, Irene había sido una pieza, aunque no la única. Ella también era una víctima, pero no podía perdonarla tan fácilmente.

"Entonces todo esto..." Logan comenzó, pero se interrumpió. Sus pensamientos chocaban entre sí. La ira lo envolvía, pero la duda también. Sabía que Irene no estaba mintiendo. El peso de la verdad caía sobre él como una condena. Ahora, lo que quedaba claro era que debía detener a los verdaderos culpables, no solo luchar por sobrevivir.

"Sí", dijo Irene con una expresión de desesperación. "El virus... no fue un accidente. Fue liberado por nosotros, por la corporación para la que trabajaba. Pero... no tenía idea de lo que sucedería. No entendí hasta que vi a los primeros infectados. Y cuando quise hacer algo... ya era tarde. Lo que desataron no era solo un virus. Era una guerra. Una guerra para exterminar a todos los que quedaban."

Logan se volvió hacia ella, el rostro implacable. Había algo en sus palabras que no le cuadraba. Algo que no entendía por completo. "¿Por qué no lo detuviste entonces? ¿Por qué no hiciste nada?"

"Porque no tenía poder. No tenía voz. Solo era una pieza más, un peón en un tablero de ajedrez que no entendía", replicó Irene, su mirada apagada por la culpa. "Pero todo eso cambió. Cuando la plaga comenzó a expandirse, me di cuenta de que había causado el fin del mundo. No solo de Valgrís, sino del mundo entero."

Logan la miró en silencio, sus pensamientos girando con una rapidez descontrolada. De repente, lo que parecía una lucha por la supervivencia se convertía en una misión mucho más grande. Ahora tenía dos objetivos: sobrevivir y detener a aquellos que habían liberado la pesadilla en la que el mundo se había sumido.

"Lo vamos a detener", dijo Logan con determinación, su voz baja pero firme. "Vamos a acabar con todo esto."

Y aunque Irene asintió, sus ojos mostraban que el verdadero desafío acababa de comenzar. La traición, la guerra, y la amenaza de lo que estaba por venir pesaban sobre ellos como una niebla espesa que parecía envolverlos sin piedad.

La esperanza ya no era una opción. La supervivencia lo era todo.



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En el texto hay: zombies, thriller, supervivencia

Editado: 02.04.2025

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