La tierra temblaba bajo los pies de Logan. El mundo, tal y como lo conocía, ya no existía. A lo lejos, el sonido del colapso de las viejas estructuras resonaba en sus oídos como el último suspiro de una civilización moribunda. La batalla había terminado, pero el precio había sido alto. Demasiado alto.
Logan caminaba entre los escombros de lo que alguna vez fue un centro de operaciones vital para la humanidad. La fortaleza ahora era un cúmulo de ruinas que, al igual que el resto del mundo, habían sido desgarradas por el hambre, la codicia y la desesperación. La luz del día, que alguna vez había sido una constante en su vida, ahora era solo una tenue línea en el horizonte, una promesa de que algo seguía existiendo, pero ya no sabían qué.
Junto a él, Irene lo seguía en silencio, ambos sin palabras, entendiendo que no había mucho que decir en ese momento. Habían sobrevivido a lo peor, a la brutalidad de los infectados, a la lucha contra un enemigo imparable, y a la traición de aquel en quien habían confiado. Pero lo más desgarrador de todo era el vacío que sentían ahora, al darse cuenta de que, al final, la humanidad había perdido la capacidad de redención.
"No hemos ganado, ¿verdad?", murmuró Irene, mirando las ruinas a su alrededor.
Logan no respondió de inmediato. En lugar de eso, se detuvo, mirando el horizonte lejano donde la oscuridad de la noche comenzaba a desdibujar los contornos del paisaje. La respuesta era obvia. No había victoria en lo que habían logrado. La destrucción había sido total. El virus había dejado una huella imborrable en el mundo y en ellos mismos.
"No," dijo finalmente, con una dureza que no podía ocultar. "Pero tal vez la verdadera batalla comienza ahora. No podemos salvar el pasado, pero el futuro aún está por escribirse."
Irene asintió lentamente, comprendiendo la magnitud de sus palabras. Habían destruido el sistema que los había condenado, pero la lucha por reconstruir lo que quedaba de la humanidad sería aún más difícil. El hambre no solo se había apoderado de los cuerpos, sino también de las almas.
Y mientras el viento seguía soplando con fuerza entre las ruinas, ambos sabían que la supervivencia ya no sería suficiente. Ahora, tendrían que luchar por algo más: por un propósito. Por un significado que justificara el sacrificio, la pérdida y el dolor que habían soportado.
"Lo que hagamos ahora, lo haremos por los que ya no están," dijo Logan, con una determinación renovada.
Irene lo miró, y por primera vez en mucho tiempo, vio algo en sus ojos que no había visto en semanas: esperanza. Una esperanza frágil, tal vez, pero presente.
"Por los que aún pueden encontrar un camino," respondió ella, apretando los dientes. "Por los que creen que aún hay algo por lo que luchar."
Ambos se adentraron en la oscuridad, la última frontera de un mundo que ya no podía darles respuestas. Solo quedaba la supervivencia, y la pregunta eterna: ¿Hasta dónde llegarían para sobrevivir?
El viento continuaba aullando, y el hambre, la desesperación, la pérdida y la esperanza, todo coexistía en ese último aliento que el mundo seguía exhalando.
Fin de Los Días del Hambre.
Editado: 02.04.2025