1.
Enot Miller, una chica que cualquiera clasificaría como una más del montón, una que además solía sentarse hasta atrás en el salón de clases, aun sin ser destellante, o resaltar, tenia algo que la sentía hacer especial. Su cabello ondulado, de un color castaño claro caía en su espalda, tenía unos hermosos ojos color café como fueron alguna vez los de su madre. Su aspecto en general era como una piedra en el zapato, ya que no había nada que no le recordara a su madre.
Tenía una sonrisa brillante y unos labios rosados que eran carnosos, era muy callada, solitaria, distante a todo a su alrededor. Y para colmos vestía de una forma única, disfrutaba retar los estereotipos impuestos por la sociedad.
Amaba eso tanto como un buen libro, una tarde lluviosa o solo charlar con sus amigos hasta las 3 de la mañana.
(...)
Semanas antes de diciembre.
Esa mañana la chica se despertó eufórica, desprendía el brillo de siempre. Estaba feliz y por la sonrisa que se curvaba en sus labios era más que evidente. Se estiró para relajar sus músculos tensos y bostezo antes de levantarse, aún en pijama. Sus ojos brillaban con intensidad.
En su cuerpo reinaba la paz y todo se debía a que el día anterior sus clases habían culminado, había acabado ese año escolar con un buen promedio y de todo su esfuerzo ahora por fin podría descansar.
Le quedaban dos meses y poco más de 2 semanas de vacaciones, para por fin disfrutar y salir de esa rutina de la cual ya estaba harta. Ya imaginada la cantidad de libros que podría leer ahora, bueno, si es que el bloqueo de lector por su última lectura desaparecía pronto.
Por fin se desharía de los libros de textos de aquel infierno llamado secundaria "Winter Light". Odiaba ese lugar por completo, lo único que lo hacía de alguna forma más fácil de soportar eran sus amigos. Alan y Nora. Y claro las tardes en las que se escabullía a la biblioteca privada del segundo piso y tomaba algunos libros prestados, solo para leer las noches en las que su padre se mataba en el trabajo y sus amigos no la podían visitar.
Enot desde siempre no era de tener muchos amigos, y no porque su falta de convivencia humana afectará eso, era más bien que no le agradaban del todo las personas. Siempre creyó que muchas escondían sus verdaderas intenciones. Oscuros secretos que rompían todo a su alrededor, incluso ella tenía algunos, más de los que le gustaría admitir.
Y aunque muchos le llamen "Rara" por eso, le evitó muchas posibles amistades, más bien le sirvió para reconocer a las personas que merecían su verdadera confianza y atención.
Algo de verdad intrigante en Enot Miller era el hecho de que jamás había gustado de alguien, ni había tenido un novio o un crush, jamás había alguien que llamara su atención lo suficiente. Muchas veces eso generó controversia en su instituto, pero eso nunca le importo en realidad.
Según su mejor amiga Nora, Enot y Alan se encargaban de alejar a todo chico que se interesará de alguna forma en ella. Ni siquiera consideraba alguna amistad, porque sabía que ese siempre era el comienzo de algo que ella odiaba, sin contar que no le gustaba abrirse con las personas. Solo unas pocas eran las privilegiadas en conocer a la verdadera Enot Miller.
Más allá de eso, sus amigos sabían que se trataba más que miedo a las relaciones serias. Enot no creía en el amor, aunque sí lo hizo alguna vez, hace ya muchos años, todo cambio con la trágica partida de su madre.
Ahora en lo único que pensaba en que eran todas esas estupideces de dar todo, sin de alguna forma estar segura de que sea recíproco, de dedicar algo que no vas a recuperar nunca a alguien que talvez no lo merezca. Ella terminó por asumir que simplemente el amor no era lo suyo.
Y esa decisión le había gustado.
(...)
Al saltar de la cama, la chica fue hasta el baño y después de lavar su rostro, bajo las escaleras hasta llegar al primer piso del gran departamento, ese en el que ella y su padre vivían desde que recordaba.
—¡Buenos días papá!—. Tomó asiento al lado de su padre en la gran mesa junto a la cocina.
—Buenos días, cariño—. Respondió él con una sonrisa de boca cerrada.
Su padre traía uno de sus tantos trajes caros con los que iba al trabajo. En su perfecta imagen solo había un detalle desaliñado, que era aquella corbata de cuadrículas, estaba suelta y reposaba sobre sus hombros. Enot observaba a su padre con admiración mientras él iba hasta la cocina y volvía con dos platos de un exquisito par de omelettes.
Ella se incorporó y fue hasta él, arregló su corbata como siempre lo hacía. Sabía que él solo podía hacerlo, pero siempre le pareció un gesto muy lindo de su parte dejarla así. Le dio un beso a su mejilla y volvió a su asiento, sus ojos resplandecían al ver a su padre comer como cuando era niña, y se sonrojo al recordar que ella tenía que prepararle el desayuno.
—No debías molestarte papá. Yo prepararía el desayuno—. Hablo al fin.
—Quise que durmieras hasta tarde cariño. Te lo mereces.
—Gracias papá—. Ella sonrió con ternura ante el gesto de su adorado padre.
A su mente vino el recuerdo de lo diferente que era ella en el instituto, era callada y trataba de mantener la menor interacción con el mundo, aparte claro de aquella con sus amigos. Trató hasta de recordar cuando fue la última vez que se sintió así de bien, pero a su mente no llegaba nada, los únicos en sacarle esas sonrisas eran además de su padre, Alan su mejor amigo de toda la vida y Nora la chica que se le acercó el primer año de preescolar y ya nunca se fue.
—¿Saldrás hoy con Alan?—. Preguntó su papá.
Su padre estaba tan acostumbrado a la presencia de Alan y sus padres en sus vidas que no se preocupaba que su hija y él salieran todo el tiempo, hasta había comentado con Ava y Alex, los padres de Alan, que seria muy feliz si él y su hija terminaban juntos. Cosa que Enot no le parecía más que uno alucinación por parte de ellos.