Los Días Hasta Enamorarte

3. Hola Solecito

3.

Algún Martes.

El domingo Enot había hablado con Alan, hace solo dos ella se había enterado que su mejor amigo se iría de la ciudad todas las vacaciones, lo que no tomo a la ligera. No se habían visto ayer porque el chico tenía que empezar a preparar sus maletas para el viaje, después de todo dos meses era mucho tiempo lejos de casa.

Y aún más si se trataba del perfeccionista de Alan, era muy cuidadoso en cuanto a su forma de vestir, a pesar de que cualquiera dijera que tomaba lo primero de su armario y lucia bien.

Enot había pensado mucho en su conversación con el chico, lo que causó que su ánimo fuera una montaña rusa de emociones confusas las últimas horas. Después de todo no era para menos tomando en cuenta que no había pasado ni un solo verano sin su mejor amigo, y compañero de toda la vida.

Lo echaría mucho de menos.

(...)

Esta vez se levantó temprano, quería tomar un buen baño antes de bajar y prepararle el desayuno a su padre, que a esta hora estaría plácidamente dormido en su habitación.

Se incorporo junto con su pijama de tirantes y buzo solo para ir al baño. Lavó su rostro y volvió a la ducha, el agua estaba realmente fría como ya se esperaba. Eso logró acabar con el poco sueño que aún le quedaba y tensar cada músculo de su cuerpo.

Al terminar tomó una bata y salió del baño con una toalla en su cabeza. Busco entre su ropa unos Jeans holgados y una blusa color rosa pastel de tirantes, unos de sus tantos pares de tenis color blanco. Esta vez solo peino sus cejas y colocó un poco de bálsamo en sus labios.

Bajo las escaleras tratando de hacer ruido el menor ruido posible, lo que fue inaccesible con el chillido de sus zapatos en la cerámica, por suerte no hubo algún movimiento de la habitación de su padre.

Llegó a la cocina y de inmediato comenzó a preparar unos huevos revueltos que tanto amaba Jon, para luego servirlos en dos platos y buscar en la nevera un poco de jugo de naranja, de igual manera preparar una taza de café para ella. Amaba el café.

Llevaba los platos hasta la mesa cuando un bostezo la hizo voltear de inmediato, al parecer había terminado justo a tiempo porque su padre acababa de despertar.

—¡Buenos días papá!—. Dijo en una sonrisa brillante.

—Hola cariño—. Respondió soñoliento.

Su padre ya estaba listo para ir al trabajo, lo que no sorprendió a su hija. Ser el gerente de una de las más reconocidas empresas de Ephemeral llevaba mucho sacrificio y determinación. También mucho tiempo lo que muchas veces impedía que conviviera más con su hija.

Enot puso ambos platos sobre la mesa mientras volvía a la cocina por el café y el jugo de su padre. Cuando volvió con ambas bebidas en sus manos se sentó junto a su padre, el cual ya estaba terminando su desayunó.

—Más lento papá—. Advirtió.

—Se me hace tarde para el trabajo, cariño.

Ella sabía que su padre enserio amaba su trabajo y lo mejor era que les iba muy bien, mientras él hacia lo que más le gustaba, pero ella sentía que últimamente el trabajo lo estaba consumiendo.

—Cariño, no me habías dicho que Alan se iría—. Volteó hacia ella con el ceño fruncido.

Escuchar las palabras de su padre logró revolver su estómago. Era como si algo en su tono de voz anodina alterara los hechos. Es como si algo le gritara al oído que todo era real, que su amigo estaba a punto de irse por todo ese tiempo y ella se quedaría sola. Y eso no le gustaba, la soledad puede ser adictiva, pero en su caso ella siempre había descartado esa posibilidad. No le gustaba estar sola, lo aborrecía.

—Lo había olvidado—. Dijo la chica mientras jugaba con su comida, la cual a penas había probado.

—Por la noche he hablado con Ava y Alex. Ellos me lo han contado.

Ava y Alex eran los padres de Alan, dos personas admirables y realmente atractivas, digamos que su hijo era la muestra viviente de ello. Alan era lo mejor de ambos, desde los ojos azul claro de Ava hasta las excelentes fracciones de Alex.

—¿Has hablado con Ava y Alex?—. Preguntó juntando las cejas Enot.

—Ellos me llamaron, te extrañan mucho Enot, deberías pasarte por allá.

—También los extraño, pero iré a despedirme en unos días—. Por más que no le agradará la idea.

—Ellos vendrán antes de irse cariño.

La chica casi se atraganta con lo poco que se había metido a la boca. Su padre le dio un par de golpes suaves en la espalda para que se le pasará.

—Toma un poco de agua cariño—. Le extendió un vaso de agua que recién había llenado, ella a penas lo tomo y volvió a hablar.

—Alan no me había dicho nada—. Dijo con una tos que por poco la dejo hablar.

—Es porque lo hemos acordado por la noche.

—Está bien supongo—. Expresó restándole importancia.

—Tengo que irme, o se me hará tarde—. Dijo su padre al levantarme y dar un beso en la frente a su hija.

—Nos vemos papá.

—¿Vendrá Alan hoy?—. Preguntó su padre antes de salir.

—Creo que sí.

—¡Oh! Bueno, nos vemos por la noche cariño.

—Adiós papá.

(...)

Enot cepillaba sus dientes frente al espejo del baño de la planta baja cuando logro escuchar que la puerta se abría, se enjuagó y limpio con una toalla para salir hacía donde supuso se hallaba su amigo.

El chico traía unos Jeans rasgados y una camiseta negra, su lindo cabello entre castaño y rubio se veía despeinado. —Acaso no conoces los cepillos o ¿Qué diablos?, pensó Enot.

Cuando Enot lo vio no pudo evitar correr hacía él y abrazarlo como si hubiese pasado mucho tiempo sin verlo. Lo rodeó de la cintura y él le siguió el abrazo, sonriendo y dejando un corto beso en la cabeza de la chica.

—Hola solecito—. Saludo entusiasta el chico

—Hola Al—. La chica se separó un poco y lo miro con ese brillo en los ojos que tanto le gustaba a Alan Harrison.




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