Los Días Hasta Enamorarte

6. Tú... Tú Me Gustas

6.

Le di un beso a papá en la mejilla y me dispuse a subir las escaleras, eran casi las 5 y la cena sería a las 6. Me encargué de explicarle muy bien a papá que en 20 minutos el horno tendría que estar apagado o ya tendríamos como postre un delicioso pastel de manzana.

Subí escaleras arriba y con un inconsciente golpe de puerta entre al baño. Lavé mi cabello y 15 minutos después salí, fresca y con una toalla en mi cabello mojado.

La noche de la cena había llegado.

Empecé a buscar algo que fuera con la ocasión. Al final escogí un vestido de tirantes color negro, unos zapatos sencillo no muy altos del mismo color y un maquillaje como el de siempre.

Aún terminaba de colocarme mascara de pestañas cuando escuché un grito de papá. Al parecer nuestros invitados ya habían llegado. Era hora de apresurarse, o pronto tendría a toda la familia en la puerta obligándome a bajar.

—¡Ya voy!—. Respondí

—¡Apresúrate!

Arreglé mi cabello castaño e hice lo de siempre, me quedé admirando mi belleza frente al espejo. Muchos lo llamarían ego, yo lo llamo por algo más sutil.

Amor propio

Antes de que me levantara del tocador donde me había colocado el maquillaje, me tomo por sorpresa ver a un chico atractivo entrar por la puerta, enserio debería aprender a tocar.

Traía un esmoquin color negro, con una camisa blanca por dentro, su linda corbata y por primera vez su cabello peinado hacía atrás. Vaya que ese chico era guapo, cuando sus padres lo hicieron les sobraba amor.

—¡Mierda! Al, deberías bañarte más seguido—. Él rio ante mi comentario, e inspecciono mi vestido de tirantes muy a fondo.

—Te ves increíble solecito—. Sonreí como respuesta y él se acercó solo para depositar un corto beso en mi mejilla.

—Pero cuéntame, estás aquí para halagarme o para cenar—. Levanté una ceja.

—Un poco de ambas—. Dio media sonrisa.

—Oye, tu papá me ha enviado a buscarte.

—Pues no los hagamos esperar.

Alan y yo bajamos las escaleras juntos, y me encontré con una linda Ava con un vestido rojo que realzaba sus curvas y un leve maquillaje en su rostro hermoso, justo que su cabello castaño claro caer muy bien peinado en su espalda. Cuando la vi fui hasta ella y Alex quien lucía igual de guapo que su hijo, con su esmoquin de corbatín y un cabello entre rubio y castaño peinado hacia atrás.

Ambos me recibieron con un abrazo fuerte, en verdad los extrañaba y al igual que Alan me haría mucha falta estos meses. Ava ha sido lo más cercano a una figura materna para mí.

—Estas preciosa Enot—. Dijo Ava.

—Muy cierto cariño—. Respondió Alex y Alan asintió.

En sus miradas había tensión, eso era algo que no me terminaba de agradar, era como si ambos escondieran algo. Decidí ignorar mis sospechas para dar paz y disfrutar de esta última cena.

Mi padre quien al igual que los otros chicos lucía un lindo esmoquin color azul oscuro termino de servir la cena junto con la ayuda de Ava y la mía.

Todos empezaron a comer y conversar mientras mi papá y Alex hacían que todos en la mesa rieran contando anécdotas de su infancia, en varias ocasiones Alan me miró nervioso y luego sonriendo.

Cuando terminamos el plato principal mi papá y yo recogimos los platos está vez haciendo que Ava se quedará sentada, esperando sorprenderlos con el rico postre que le habíamos preparado, que, por lo que note estaba perfecto. La verdad temía que en manos de papá quedáramos sin nada.

—¡Pastel de manzana!—. Exclamaron los Harrison al unísono, él y yo sabíamos que este dulce les encantaba, por habíamos pasado gran parte de la tarde preparando la delicia.

Papá sirvió en los pequeños tazones de vidrio el pastel y les presento enfrente a cada uno acompañado de una linda cuchara de plata y un vino de uvas sin alcohol para todos. Ellos de inmediato comenzaron a disfrutarlo terminando antes, por lo que a las nueve de la noche los Harrison y el señor Miller conversaban y reían en la cocina, al tiempo que Alan y yo salimos hasta el patio trasero a recostarnos en el césped.

Al llegar afuera me cubrí mis brazos, había olvidado buscar un abrigo y solo traía mi vestido de tirantes. Digamos que contando que tendría que subir dos pisos por las escaleras, eso no fue una buena idea. Pero supongo que Alan lo noto, porque se quitó su saco y lo posó sobre mis hombros desnudos.

—Gracias.

Le sonreí y me puse el saco, lo que logró sacarle una gran sonrisa. Él pensaba que me veía muy tierna así, con su ropa. Lo sabia porque ya lo había mencionado un par de veces. Avanzamos hasta llegar al patio en las afueras del edificio, yo me recosté en el césped recién cortado, observando las estrellas, esa noche había miles de ellas. Mi mejor amigo hizo lo mismo a mi lado, nuestros hombros se rozaban y ambos observamos las constelaciones.

—¿Recuerdas nuestra primera caída frente a este edificio?

—Como no recordarla solecito, te reíste de mi hasta que caíste a la acera con un fuerte dolor de estómago—. Llevó ambas manos a su rostro, seguro se había puesto rojo como una cereza.

—¿Cómo no hacerlo? si estabas a punto de llorar y lo único que se me ocurrió preguntar fue ¿Te caíste?—. Reí fuerte y Alan me imitó.

—Tu estúpida pregunta me hizo reír a pesar del dolor.

—Siempre he sido buena en eso, recuerdas.

—Siempre que no se trate de tu dolor—. El silencio invadió el lugar. Y por el simple hecho de que Alan tenía razón.

—¿Recuerdas cuando casi matamos a un niño?—. No iba a permitir que el ambiente se arruinara.

—Eres una exagerada Enot, solo le di un golpe porque te dijo niña mocosa.

No pude evitar y estalle en carcajadas que no me molestó en disimular, Alan solo sonrió dándose cuenta de lo jodido y enamorado que estaba de su mejor amiga.

—Enot...—. Susurró.

Se incorporó hasta sentarse en el césped. Yo hice lo mismo al ver la seriedad de mi amigo.




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