Los Días Hasta Enamorarte

10. Jayce Adams

10.

Jayce Adams.

Aspiré el exquisito olor a auto recién lavado. Amaba con toda mi alma a mi chatarra móvil, mi padre me había dicho que si dejaba que demolieran esa horrible cosa me compraría un auto totalmente nuevo. Pero yo no quería otro, quería el Mercedes, ese auto era más que un par de ruedas, un motor y un timón, tenía una conexión sentimental y un valor que solo yo comprendería.

Ahora mismo conducía por la ciudad, a una velocidad por la que bien podrían multarme talvez por tercera vez está semana. Que puedo decir, me gustaba ir rápido cuando es necesario, así como también lento cuando sé que arriesgo algo valioso.

Cruzaba la carretera del centro cuando vi a Enot. La chica de la que estoy enamorado desde el tercer grado, luego de que nos mudamos por talvez quinta vez en mi corta existencia en ese entonces.

La recuerdo muy bien, con un cabello castaño caer a los lados de sus hombros, y una linda sonrisa con algún hueco a penas notorio. Juro que intente olvidarla con todas mis fuerzas en estos años, pero me resultó difícil siguiéndole a imposible. Salí con algunas chicas, pero ninguna le llegaba si quiera a los talones, no ante mis ojos. Algunas hasta les conté de ella, estaba por ejemplo Mely a quien por accidente llamé por su nombre. Recuerdo que ella sonrío y no tarde en fruncir el ceño con sus palabras.

—Estas tan jodido. ¿Por qué no lo intentas con ella?

¿Por qué no lo intento?

Había un problema por el cual yo no lo había intentado con Enot, y ese pequeño problema de llama Alan Harrison. Es un buen chico, enserio que sí, eso no se puede negar, pero nunca dejo que alguien que ponga un poco de interés en esa chica se le acerque, solía pensar que era algún tipo de hermano sobreprotector, pero con el tiempo termine por entender que en realidad él estaba enamorado de ella.

Al igual que Tommy Rominson, o Hasher Kider, o Kevin Ross, al igual que yo, y medio onceavo grado de la secundaria.

(...)

Cuando vi a Esteban acercarse a Enot todo mi cuerpo se alertó, sabía que de ese idiota de hablaban cosas muy malas y que la mayoría eran ciertas.

No lo pensé demasiado lo admito, busque lo más rápido que pude un lugar para estacionarme lo que me llevo más lejos de lo que pensé, a unos metros de la pequeña tienda donde note sentada a Enot.

Me acerqué cuando el chico tocó su cabello y ella se empezaba a ponerse nerviosa, no entendí lo que dijo, pero seguramente le pedía que se alejará.

—¡Ya llegué Enot!—. Hablé lo suficiente audible como para que ambos me escucharán. Lo suficiente para captar la atención del idiota, ese que soltó el cabello de la chica al voltear. Avancé hasta ellos y noté el ceño fruncido de Enot.

—¡Oh! Hola Jayce—. Odie el noto desafiante de Esteban y más como pronunciaba mi nombre. Pero, aunque aparentara ser un chico rudo, él sabía perfectamente de lo que yo era capaz. Me tenía miedo.

—¿Está todo bien aquí?—. Ignoré al grandulón y admiré el suspiro de Enot a su lado.

—Oh si, solo saludaba a la linda Enot—. Como odiaba a este sujeto.

—Perdón por hacerte esperar Enot—. La mire muy atento, era enserio muy linda. Aún más ahora que la podía admirar de cerca. Me emocione un poco lo admito.

—¿Ustedes son amigos?—. Llegaba una vez más su maldita voz hasta mis oídos.

¿Por qué sigues aquí? Esa es la verdadera pregunta.

—Desde el tercer grado—. Lo miré con desagrado, pero cuando mis ojos llegaron a Enot le sonreí levemente.

Vi irse a Esteban escupiendo fuego y golpeando molesto pequeñas rocas que había en la calle.

—Gracias—. Escuché en un susurro la voz de Enot, y luego una larga bocanada de aire como si antes no estuviera respirando.

—Conozco a ese idiota. Te hubiera hecho cosas horribles Enot—. Me escuche molesto porque sabía que ese idiota era una bestia cruel, y no quería que le pasará nada a Enot.

Ella no dijo nada. Solo se quedó mirando a la nada, supongo que muchas cosas pasaron por su cabeza. Por lo que yo aproveché y me senté a su lado.

(...)

—Así que. ¿No crees en el amor?—. No sé porque lo mencioné, bueno la verdad si, tenía mucha curiosidad en cuanto porque ella no creía en el amor. Hasta yo lo hacía.

—¿Quién te lo ha dicho?

—Solo lo escuché por allí—. Lo sé soy un maldito mentiroso, la verdad lo escuche cierta vez que pasaba por los asientos del equipo de fútbol, ya que Alan se lo contaba a su mejor amigo Marck. Luego de eso me infraccionaron por faltar a una clase. Y todo porque quise escuchar su conversación.

Ella solo me miró con cara de pocos amigos.

—¿Por qué?—. Dije de repente, aún tenía esa duda en mi cabeza y no me dejaría dormir en paz.

—Porque es algo muy estúpido. Entregar todo y que te rompan como si nada. Ser destruido por un ser humano que talvez no vale la pena. Lucir como estúpido mientras la otra persona solo puede estar aprovechándose de ti. No me parece justo—. Había molestia y nostalgia en sus palabras.

—No lo veo así.

—¿Y cómo lo ves?—. Me miro curiosa esperando por mi respuesta.

—Para mí es como dar lo mejor de ti. Demostrar que este podría hacer lo quisiera y tú le seguirías viendo cómo lo mejor que existe. Es recolectar hermosos momentos y cometer errores que tratas de ya no pasar.

—Aún me parece una estupidez—. La vi levantarse y colocar el envase de su raspado en el contenedor de basura. Y luego volver a sentarse a mi lado. El encuentro con Esteban le había quitado el apetito porque tiró su vaso medio lleno.

No voy a negar que cuando supe que Alan saldría de la ciudad algo me dijo que está sería mi oportunidad para acercarme, pero no sabía cómo lo haría, ni siquiera cuando. Pero el destino me llevo hasta esa tienda, me llevo hasta ella y no desaprovecharía está oportunidad.

—¿Y si te dijera que puedo enamorarte?

Ella se rio ante mis palabras.




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