Los Días Hasta Enamorarte

13. Ya verás

13.

Día 3

Diciembre 3

—¿A dónde vamos?

Era la tercera vez que preguntaba en 15 minutos desde que habíamos salido de mi edificio, me molestaba mi vestido verde, y miraba de reojo la camisa manga corta semi formal del chico a mi lado. Jayce Adams había ido muy temprano a buscarme, eran pasadas las 12 cuando escuché la puerta. No sabía a qué lugar me llevaba, pero había una sonrisa muy tierna en su rostro que me impedía negarme.

—Ya verás—. Eso no responde a mi pregunta.

—Técnicamente tu y yo somos desconocidos, por lo tanto, esto es un secuestro—. Lo miré sería.

—Auch—. Presionó su pecho con dramatismo. —Pero si somos amigos—. Sonrió burlón

—Alto caballero. Aún no te has ganado el privilegio de ser mi amigo—. Le miré con una mueca.

—Te aseguro que eso cambiará pronto—. Bufó, pero tenía seguridad en su rostro, una seguridad imponente que me hizo desviar la mirada.

(...)

—Es aquí.

Detuvo el auto de golpe después de un rato paseando. En varias ocasiones en el camino me hizo temer por mi vida, pero casi siempre se me pasaba tomando con mis manos el asiento y dando a Jayce un apretón en el hombro derecho.

—Es un... ¿Puesto de hamburguesas?—. Sonreí divertida

—No es cualquiera. ¡Son las mejores hamburguesas que vas a probar!—. Me miró orgulloso.

—Enfríate un poco tonto—. Él parecía desconectado de la emoción.

El lugar no era más que un puesto mucho más grande que el de los ambulantes comunes, pero más pequeño que una cafetería cualquiera. Había mesas esparcidas de manera estratégica, tengo que admitir que la vista a la ciudad era realmente hermosa desde ese lugar, llegué hasta perderme del mundo al concentrarse en mi campo de visión.

En cada una de las mesas color gris había pequeños centros con todo tipo de flores naturales. Cuando Jayce tomo asiento en una de las tantas vacías y me indico que me sentará a su lado, así lo hice.

Inspeccioné las rosas rojas e hice una mueca por el olor al tomarlas por los pétalos. No me malentiendan, estás tenían un exquisito aroma, pero odiaba las flores. Odiar es un poco fuerte, digamos que no me agradan y ya.

Alcé la vista. Me había olvidado del chico a mi lado por un segundo, su cabello cabello negro estaba perfectamente peinado, su tez blanca e impecable me miraba de vez en cuando. Sus ojos azules se clavaban en mi cada vez que le observaba sin discreción, lo que le parecía divertido supongo, porque embozaba una sonrisa que mostraba su perfecta dentadura.

—¿Cómo conoces este lugar?—. Pregunté curiosa. Aún no aparecía el mesero para tomar nuestra orden.

—Pues...— Se llevó la mano derecha a su nuca nervioso, me hizo mucha gracia, pero no lo demostré. Seguro había una buena historia detrás de esto. —Hace como 2 meses el hermano de mi mejor amigo Marcus, nos invitó a una clase de fiesta...— Lo observaba con una intrigada que bien podría cortarlo en dos.

—... Digamos que casi-adultos bebiendo sin supervisión no es una buena combinación, hasta ese entonces ni siquiera había bebido más de 1 cerveza en mi vida. En algún punto de toda esa noche, llegamos aquí—. Sintió que iba a preguntar algo así que no me dio tiempo de hablar.

—No tengo idea de cómo llegamos ¿Está bien? Solo recuerdo que estábamos hambrientos y las hamburguesas aquí eran realmente buenas. Así que venimos más a menudo desde que entonces. Ahora sobrios—. Añadió.

Y antes de que pudiera preguntar algo más, un chico de unos 20, muy guapo de cabello rubio, bastante fuerte y con un rostro particularmente lindo, se nos acercó.

—¿Qué vais a ordenar?

Maldita timidez. No lograba ni ver al chico, que seguro sonreía. Por un momento creí que Jayce pediría por ambos, pero se giró hacía mi con una sonrisa divertida, mientras yo solo quería que este chico se marchara.

—¿Qué quieres ordenar?

—Lo mismo que tú—. Respondí al instante.

—Bien entonces serán, dos hamburguesas de carne con salsa especial y dos bebidas naturales frías—. Me rugió el estómago pensando en la delicia que pronto entraría a mi boca.

—Si eso es. Gracias Jim.

—Vuelvo enseguida Jayce y ...— Seguro esperaba que dijera mi nombre.

—Enot...— Susurre. Pero él pareció escuchar perfectamente.

—Bueno. Enseguida vuelvo Jayce y Enot—. Cuando lo mire me guiño un ojo coqueto, me puse roja al instante y a Jayce parecía molestarle porque hizo una mueca.

(...)

Un rato después mientras Jayce y yo hablamos sobre temas tontos que salían, Jim apareció con los dos platos de comida y las bebidas. Yo le miraba como alguien que deseaba algo con todas sus fuerzas, cuando los sirvió ante nosotros mire el plato con deseo.

—Provecho—. Dijo extendiendo la comida a mí y volviendo a guiñar el ojo, está vez lo ignoré y me límite a pegarle una mordida a mi hamburguesa.

Y todo parecía un viaje astral, es como si todo lo que hubiera comido hasta entonces no se pudiera comparar, cada célula de mi boca y cuerpo lo disfrutaba, mi paladar ofendido pedía más y más.

—¡Está estupendo!—. Le dije a Jayce, quien solo observaba a Jim alejarse.

—¿Ahh?—. Dijo sin borrar su cara de disgustó.

—¡Que está delicioso!

—Me imagine que te gustaría—. Comenzó a comer él también, olvidando al otro chico.

—No sé cómo no conocía este lugar antes—. Mire alrededor, era muy hermoso, y más ahora que comenzaba a llegar un poco de oscuridad por la tarde.

—Talvez estaba destinado a que yo te lo mostrará—. Soltó de repente Jayce, mientras yo bajaba la mirada de los edificios a él.

—Talvez—. Susurré más para mí que para él.

(...)

Estar con Jayce en el auto mientras conducía no era tan malo. En el radio sonaba una canción que yo no conocía, pero que Jayce parecía disfrutar mucho. Sonreí cada vez que cantaba los coros en voz baja, incluso los presioné del brazo para que lo hiciera más fuerte.




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