14.
Día 4
Diciembre 4
El móvil a mi lado vibró sobre la pequeña mesa junto al sofá. No le preste atención ya que trataba de recuperar el aliento, por alguna razón está mañana había salido a correr. Claro que no dure mucho, pero había sido un buen recorrido para la primera vez. Y ultima.
Caminé hasta llegar al refrigerador, mis pies pesaban, todo mi cuerpo moría por recostarse y descansar. Y bueno, en cuando al chico de ayer, no supe nada de él, lo que tiene mucha lógica ya que no tiene mi número de teléfono.
Cuando volví al sofá con un zumo de naranja frío, mi teléfono empezó a vibrar con tal insistencia que fue demasiado difícil de ignorar. Cuando lo tomé, el número no estaba registrado por lo que opté por contestar de manera agresiva.
—¿Qué pasa?—. Dije en tono molesto.
—Hoy en 5 minutos paso por ti.
—Creo que ha marcado al número equivocado—. Confesé más calmada, pero aún con el ceño fruncido.
—Ja ja. Eres muy graciosa Enot Miller—. Conocía esa voz masculina, ese tono.
—Lo siento estoy algo confundida.
—Sabes qué, no importa. Solo espera en tres... Dos... Uno...
El timbre de la puerta sonó, haciendo que, de un brinco tomara mi pecho por el susto, por lo que me levanté y fui hasta ella aún con el teléfono en mano. Cuando la abrí detrás de ella estaba...
—Jayce...
—Lo has descifrado—. Dijo divertido.
Quito el teléfono de su oído y guardo su móvil en uno de los bolsillos de sus vaqueros. Me observó con los ojos brillantes antes de inclinarse y depositar un beso en mi mejilla, que me dejó con cabellos erizados.
—Así que ¿Deportista?—. Sonrió con gracia cuando me miró de arriba a abajo. Hasta ese momento me había olvidado de mis shorts cortos, que papá me había comprado junto con esa camisa más grande que yo color azul. Por si algún día quería ejercitarme.
Todos dudamos que ese día llegaría.
—No lo creo—. Le di un vistazo al chico, traía una camisa normal de color verde, unos vaqueros que le quedaban muy bien, y unos zapatos que completaban su atuendo.
Me aparte dejando que pasará al departamento, éstos días tomaba malas decisiones. Aún pienso en cómo diablos le explicaré a mi papá sobre lo de Jayce, porque claro que explicar sobre un chico del que no hablaba hace años sería algo difícil, lo bueno es que aún faltan un par de días para que eso pase.
—Creo que vas a querer cambiarte. Igual no me importa que vayas así.
Agachó su cabeza y perdió sus manos en los bolsillos del pantalón. Parecía avergonzado, o tímido, nervioso talvez. Hasta su vista apareció en sus zapatos.
—Te ves linda como sea.
Digamos que no estaba acostumbrada a los cumplidos, los únicos que no me ponían nerviosa eran los de mi mejor amigo, por lo que evite seguir el tema.
—Puedes ponerte cómodo. Iré a tomar una ducha.
—Claro, te espero aquí.
Lo vi tomando asiento en uno de los muebles de la sala, justo cuando empecé a subir los escalones. Entonces algo invadió mi mente, una duda que no lograría guardarme. Si estaba aquí, seguramente me llevaría a algún lugar.
—Oye Adams, ¿A dónde iremos?
Se volteó hacia mí, haciendo una mueca porque use su apellido, igual casi al instante sonrió divertido.
—No lo sé—. Alzó los hombros restándole importancia.
—¿Cómo sabré como vestirme?—. Alcé una ceja aún en las escaleras y crucé los brazos.
—Solo ve con algo que te guste—. Soltó sonriendo.
No me había convencido, pero igual subí las escaleras.
(...)
Talvez 20 minutos después baje con uno de mis vestidos favoritos, color verde claro y un pequeño abrigo. Era principios de diciembre y pronto el frío sería realmente horrible.
—Ajam—. Llame su atención bajando las escaleras.
Jayce quien peleaba con el control de la tv se volteó de inmediato al escucharme. Se quedó paralizado observando de arriba a abajo mi atuendo, y básicamente la chica en él.
—¿Nos vamos de una vez?—. Tomé las llaves del departamento y fui hasta la puerta. Ni siquiera tomé mucho dinero, supuse que el pagaría el lugar si fuera el caso. O en el caso, su parte.
Jayce me seguía aún sin decir nada. Ni siquiera cuando nos subimos en su auto, me empezaba a preocupar por lo que decidí hablar.
—¿Está todo bien?
Algo vagaba por su cabeza, yo lo sabía. Su expresión confusa me lo decía, su silencio de repente y su estado de shock. Esas cosas pasaban siempre que un ser humano pensaba de más, y usualmente eso nunca era bueno.
—¿Ehh? Perdona que has dicho—. Parpadeó, y me miró.
—¿Estas bien?—. Repetí
—Ohh si... — Sonrió como antes y esperaba que todo fuera mejor.
(...)
Lo que en verdad terminó con la tensión fue cuando encendí la radio, y una canción que desconocía empezó a sonar. Moví los hombros al ritmo de la música, Jayce Adams solo me veía divertido con una sonrisa muy grande, hasta que terminó por seguir mis movimientos.
—¿Podrías cerrar los ojos desde aquí?
—¿Eh?—. Respondí distraídamente.
—Solo será un momento—. Le hice caso y pronto desaparecía la carretera, dejando a mi vista nada más que un fondo de color indescifrable.
—¿Me dirás cuando estemos cerca?—. Soy impaciente.
—Ya llegamos de hecho
—¿Entonces ya puedo abrir los ojos?
—Aún no Miller.
Bufé divertida, antes de escuchar la puerta de su lado abrirse, por segundos estuve incitada a abrir los ojos, pero entonces la puerta de mi lado del auto también se abrió.
—Dame la mano y te ayudo a bajar.
—Como me caiga te doy un puñetazo, Adams—. Escuché su risa y le extendí mi mano.
Avancé siendo guiada por Jayce, aún sin ver nada y con muchas ganas de abrir los ojos, no sabía a dónde me llevaba, pero podía asegurar que un frío detestable azotaba mis piernas descubiertas.
—¿Ya casi?