16.
Día 6 y 7
Diciembre 6
El frío azotaba mis pies, ya parecía en verdad ser el diciembre frío de cada año. Fue toda una tontería venir con un vestido al aeropuerto, pero estaba segura que a papá le gustaría ver a su niña, tan linda como cuando él elegía los vestidos de su pequeña.
No voy a negar que estaba nerviosa, me temblaban las manos por debajo de los cálidos guantes de color amarillo que le hacía juego a mi atuendo, mis piernas desnudas desde la rodilla se enfrentaban a lo mismo. Lo que había pasado en estos últimos días no sería exactamente la cosa más fácil de explicar, el poco valor que había logrado adquirir, se esfumó cuando vi a papá cruzar el marco de la salida del lugar de abordaje. Sus ojos al igual que los míos se iluminaron, hasta se olvidó de sus maletas y corrió hacía mí. Esa bien podría ser una de las mejores escenas de una película, incluso yo le pondría "El momento del rencuentro".
Cuando sus brazos me rodearon y sentí su calidez, un nudo se formó en mi garganta, lo había extrañado de sobremanera, sino fuera por Jayce todo hubiera sido un verdadero infierno.
—¡Cómo te extrañé cariño!—. Hablo con felicidad papá, aún sin separarse de mí.
—También te extrañé papá. Hay muchas cosas de las que debemos hablar—. Dije con disimuló apoyando la mejilla en su hombro.
Ambos volvimos por las maletas y no tardamos en salir del aeropuerto rumbo a nuestro hogar.
(...)
Más tarde mi padre conducía el Mercedes que yo había llevado al aeropuerto. Al principio solo lo escuchaba hablar del viaje, y de lo bueno que este había resultado para la compañía. Estaba feliz por él, me sentía bien por haberlo impulsado a ir y no obligarlo a consolarme luego de que Alan se fuera. Pero ya no podía aguantar, tenía que hablar con él sobre Jayce. La confianza que había entre ambos no me permitía esconderle nada, y mucho menos algo como un chico.
—Oye papá—. Él miró me miró, borrando la sonrisa una vez que vio la seriedad en mi rostro.
—¿Qué pasa cariño?—. La cara de preocupación de papá me hizo sentir culpable. —¿Te has sentido mal? Sé que Alan perdió su celular, y aún no te ha hablado—. Eso explicaba porque mi amigo aún no me había llamado.
—No es eso—. Empecé a mover nerviosa las manos en mi regazo. —Es que... —. Trataba de buscar las palabras, pero simplemente no sabía cómo decirlo. —¿Recuerdas a Jayce Adams?
Vaya. ¡Buena idea Miller! Suéltalo como una bomba.
—Ummm. ¿El chico de tercer grado?—. Me sorprendió que papá aún lo recordara.
—Si ese... Pues... Digamos que hizo algo bueno por mí, y acepte una rara propuesta.
—No te entiendo cariño ¿No sé trata de nada malo esa propuesta? Porque puedo hablar con sus padres si quieres—. Entré cerré los ojos, muy nerviosa.
—¡Nooo! Claro que no papá. Simplemente me pidió dos meses para que me enamoré de él.
Jon detuve el auto en seco, sin importar que había quedado a mitad del camino, evitando que cualquier auto pudiera pasar.
—¿El chico te propuso eso?—. Yo solo asentí. —Y dime cariño ¿Ya comenzó eso?
—Hace 6 días. Ha pasado mucho tiempo conmigo desde que te fuiste—. El rio, como si hubiera algún chiste que ella no entendiera.
—¿Es un buen chico?—. Arrancó el auto de nuevo, más calmado, pero sin ninguna sonrisa, luego tuvo una muy disimulada.
—No te imaginas—. Admití
—Sabes que corres un riesgo muy grande al aceptar su propuesta ¿Cierto?—. Sus palabras captaron mi atención al instante.
—Espera ¿De qué riesgo hablas?.
—El riesgo de enamorarte.
(...)
7 de diciembre
Por el largo viaje a papá le habían concedido un día de descanso. Y si, era un domingo. Por lo que mientras terminaba de limpiar la casa, él veía algún partido de fútbol en el sofá de la sala, podía escuchar sus gritos de un gran "Gol" cuando el teléfono de mi bolsillo vibró.
A la primera hubiera jurado que se trataba de Jayce, lo que me parecía extraño ya que hoy, según las reglas que él mismo estableció, era libre. Sin ataduras, ni compromisos, como siempre.
Me sorprendí al ver un número desconocido y por lo que noté se trataba de una llamada a larga distancia. Le hice señas a mi padre para que no me molestará, claro que él me ignoró y subí las escaleras deprisa, tras cerrar la puerta de mi cuarto contesté la llamada.
—¿Hola?
—¡Hola solecito!—. Esa voz, ese sobrenombre. Era...
—¡Alan! ¿Cómo estás?—. Mi voz exaltada pareció emocionarlo, podría imaginarlo con su sonrisa de idiota.
—Estoy bien ¿Pero y tú?—. Tenía tantas ganas de llorar al volver a escuchar su hermosa voz.
—Mejor, ahora que te escucho. Diablos Al, te he extrañado tanto—. La tristeza en mi voz parecía ser más que notoria.
—Perdón solecito, perdí mi celular y no había tenía tiempo de ir por otro. Conduje por 2 horas para encontrar un teléfono público, solo porque quería escuchar tu voz.
—Alan no debías hacer eso. Debes estar muy cansado, pero ¿Cómo está Sam?
—Claro que si solecito y lo volvería a hacer. Ella... Está estable, aunque aún corre muchos riesgos... Su estado no mejora, pero tampoco es más grave—. Soltó el aire en sus pulmones nostálgico.
—Espero que todo mejore Alan. Sé que ella saldrá de esta. Ambos sabemos que Sam es muy fuerte—. Limpié una lágrima de mi rostro, no lo pude evitar al escuchar así a mi mejor amigo.
—Ella dice que espera volver a verte. Que será feliz de coincide una vez más contigo. Dice que seguramente aún estás tan hermosa como siempre. Le gusta que le cuente de ti...—. Suspiró, como si estuviera realmente cansado. —Te echo de menos solecito.
—También yo Alan.
—Ya no tengo más monedas, y justo ahora quiero hablar contigo. Pero supongo que tengo que irme... Nos veremos en unas semanas solecito.
—Nos veremos Alan.
—Te quiero.
—Lo sé tonto. También te quiero—. Puse los ojos en blanco, y sonreí.