17.
Día 8
Diciembre 8
Casi caí de la cama al escuchar el celular vibrar una y otra vez, hasta que lo tomé de mala manera.
—¿Qué pasa?—. Protesté al contestar.
—¡Diablos Miller! Aún no te has levantado—. El idiota de la línea soltó una risa. Entonces aparte el móvil hasta ver el nombre, era Jayce Adams.
—¡He vuelto Miller! ¿Me has extrañado?—. Habló un poco fuerte, pero emocionado.
—No mucho Adams. Dime ¿Qué quieres?
—¿Qué quiero? Muy graciosa. Ya se acabó tu libertad, y hoy vamos a salir. ¿Quieres que pase por ti?—. Posible mi papá no estaba en casa, aun así, aparté de nuevo el teléfono de mi oído y vi la hora, eran las 12:10.
—¡Mierda!—. Se me pasaron las horas de sueño. —Nos vemos por allá mejor. Solo dime dónde.
(...)
Caminaba directo al parque, disfrutaba la vista de los hermosos edificios, y los autos de diversos colores en la calle. Lo único que no me gustaba era el ruido, a mi parecer el mundo parecía estar en una melodía no muy sincronizada, que se basa en gritos, personas que no estaban teniendo un buen día y el resto que solo tratamos de existir. Y eso no era muy agradable al llegar a los oídos.
Apunto de llegar al parque en el que había quedado con Jayce, justo cuando iba a cruzar la calle para poder esperar a que el chico llegará, dos grandes brazos me tomaron por sorpresa, llevando con fuerza mi existir hasta que me estrellaron contra el muro de lo que parecía ser un pequeño callejón, no muy lejos de la calle principal donde estaba a punto de cruzar.
—Joder—. Solté en voz baja, al ver a Esteban Dixon dejando mi cuerpo atrapado entre la pared y sus brazos.
Podía sentir el olor a cigarrillo de su boca, la que solo se acercaba a tal punto de ponerme demasiado nerviosa, sino también me provocó ganas de vomitar.
Me obligué a mí misma a tratar de mantener la calma, y así tomar el suficiente aire como para escapar. Y como ya suponen no lo logré, este chico era mucho más alto y fuerte que yo, le que evitó a toda costa que pudiera escapar, o siquiera tener la oportunidad de intentarlo.
—¿Puedes quitarte Dixon?—. Intenté mantener la calma, pero mi corazón latía con fuerza. Traté mostrar las menos emociones posibles, pero no aguantaría mucho.
A este paso me derrumbaría.
—Eso no me apetece ahora Enot—. Dijo al acercar su rostro al mío. —¿Y tú amiguito?
Bajo sus manos, hasta pasar por mi cintura, y yo solo hacía un gran esfuerzo por no llorar. Paso la yema de sus dedos subiendo y bajando por mi cuerpo, sin mi consentimiento toco partes que no olvidaría, hasta que empecé sentí el choque de sus labios con los míos con sumo asco. El estúpido me estaba besando, trataba de adentrar su lengua en mi boca mientras yo solo quería salir huyendo de ahí.
Mi cuerpo temblaba, mis intentos por escapar a golpes se jodieron cuando tomó mis muñecas. Talvez fue en ese momento donde me sentí totalmente acorralada, talvez yo no aguanté más, y simplemente cerré los ojos y empecé a llorar en silencio, mientras él abandonaba mi boca y pasaba sus labios por mi cuello. Di por rendida mi batalla.
En eso, de repente sentí como el cuerpo de Esteban ya no estaba presionado contra el mío, y era agresivamente arrebatado de mi lado, por un tiempo en el que todo pareció ir muy lento. Abrí los ojos y solo alcancé a ver la mirada de Jayce molesta. No, se le quedaba corta lo molesto, el chico parecía echar fuego, arder de furia mientras tomaba a Dixon por el cuello de la camisa y lo estrellaba al otro lado de la pared. El chico que vi en ese momento no parecía ser el sonriente Jayce Adams con el que había pasado los últimos días. Ni siquiera parecía ser un ser humano.
—Sácala de aquí—. Pronunció en un tono que parecía a punto de explotar. En ese momento unos brazos recorrieron mi hombro y me alejaron del lugar.
(...)
Me abrazaba a mí misma, mientras el mejor amigo de Jayce, Marcus Cursie trataba de calmarme.
—¿Segura que todo está bien?—. Asentí por tercera vez.
—¿Tú crees que Jayce está bien?—. Estaba nerviosa, ya hace más de 15 minutos que nos habíamos sentado en una banca muy alejada del lugar donde me había encontrado a... Esteban. Y aún no parecía haber señal de Jayce.
—No te preocupes. El chico sabe cómo defenderse—. Habló el chico de cabello castaño y la piel morena.
Él tenía unos ojos grandes café, y un cuerpo casi tan cuidado como el de Jayce. Un cabello negro, y la piel poco más oscura que la mía luego de un bronceado.
—Espero que si—. Susurré, con una sensación extraña en mi cuerpo.
—Soy Marcus Cursie, por cierto—. Entendió su mano en mi dirección, a lo que yo la estreche. —Y lamento no haber llegado antes.
—No es culpa tuya—. La verdad solo Esteban era el culpable.
—Esteban es un idiota—. Aseguró Marcus. Su personalidad protectora me daba paz. —Pero ten por seguro que no volverá a intentar nada—. Lo decía con tanta seguridad que me asusté.
Antes de que pudiera contestar apareció Jayce, a lo que su amigo de inmediato se puso de pie, y yo le seguí. Al llegar este a dónde nosotros Jayce fue directamente hacía mí, mientras su amigo Marcus intentaba alejarse.
Su vista se clavó en mí y solo al estar enfrente me envolvió en un abrazo, que me hizo sentir delicada y al tiempo me reconfortó.
—Lo siento mucho Enot. Esteban es un idiota que no volverá a molestarte. Lamento mucho que hayas tenido que pasar por esto. No debiste, no...—. Se despegó de mi dejando un beso en mi cabeza, y buscando a su amigo con la vista una vez que su molestia se relajó. Aún mantenía un brazo alrededor de mi hombro y yo ambos rodeando su dorso.
—Te debo una idiota—. Habló lo suficiente alto para que esté lo escuchará.
—Nos debemos varias... Nos vemos Enot—. Hizo un gesto con la mano y me dedicó una sonrisa antes desaparecer.
—Creo que lo de hoy se cancela—. Habló Jayce serio. —Por hoy será mejor ir a casa—. No voy a negar que me provocó un poco de tristeza el saber que después de esto, tendría que pasar el resto de la tarde sola en mi casa.