Los Días Hasta Enamorarte

18. ¿Puedo poner una canción?

18.

Día 9

Diciembre 9

Todo parecía muy tranquilo, tal como si en miles y miles de kilómetros no habitará rastro humano sobre la tierra. Era una mañana feliz, una tranquila y me levanté medio adormilada.

Fui al baño, y luego de lavar mi rostro bajé las escaleras, sin zapatos, y solo con el pequeño vestido que usaba para dormir, de tela suave, color rosa pálido y algo corto.

Cuando mi cerebro empezó a despertar, dejando atrás los rastros de sueño que le quedaban, me di cuenta que era tarde, talvez demasiado.

—Tenías que prepararle el desayunó a papá querida Enot—. Había dicho en mi cabeza mientras caminaba con la cabeza gacha e insultando entre dientes al llegar a la cocina.

Más me detuve de impactó al ver al joven sentado en uno de los banquillos junto al mesón, podía sentir su escandalosa colonia, ver sus pantalones grises nada formales y una sudadera negra un poco más grande que él. Parecía tomar un café relajado, como si estuviera es su propia casa.

—¿Cómo has entrado Jayce?—. Lo miré con el ceño fruncido.

Al instante que él me escucho dejo su café y se volteó con una gran sonrisa, poniéndose de pie, y dejando un beso en mi mejilla izquierda medio sonrojada por dormir tanto, tan pronto como llegó a su lado.

—¡Buenos días Miller! Juro que creí que no ibas a despertar—. Sonrió divertido.

—¿Hace cuánto estás aquí? ¿Y cómo diablos entraste?—. Escupí molesta.

—Tranquila...— Pronunció el chico, llevando sus manos a mis hombros, que ahora parecían estar menos tensos. —Llevo aquí un par de horas. Tu padre me ha dejado pasar, dijo que no te preocupes por él, que comió bien antes de irse—. Jayce rio.

Yo solo solté un fuerte y sonoro suspiró, sentía mi cuerpo apagarse, y no era por el cansancio es simplemente que aquel 9 de diciembre parecía ser uno de esos días. Esos días fríos, esos días tristes en que tus ánimos están del asco sin razón aparente. Digamos que el recuerdo y las imágenes de Esteban Dixon en mi mente, no eran de gran ayuda.

—¿Está todo bien?—. Oh Jayce, hoy nada parece estar bien.

—Si lo está.

Pero entonces Jayce hizo algo antes de que pudiera ignorar el tema. Me envolvió en sus brazos, e hizo que me sintiera pequeña y minúscula, pero también protegida, dejando a mi lado una sensación que decía "Quizá no sea tan malo".

—Te he preparado el desayuno y un café—. Sonreí sin querer, si me iba a preparar comida y café, por mi podría venir todas las mañanas.

(...)

—¿Ya los puedo abrir?—. Jayce me había obligado a cerrar los ojos, ni quiera sabía hace cuánto pero ya quería saber a dónde diablos íbamos.

—Ya casi. Solo espera un poco—. Dijo en tono pasivo.

—Soy impaciente.

—Ya lo he notado—. Rio divertido.

Lo escuché bajar del auto y comencé a hacer lo mismo, sin abrir los ojos, porque seguro Jayce me miraba de mala manera. En espera, como un papá gruñón a punto de gritarles a sus hijos.

Tomó mi cintura con su mano, lo que me tenso al instante y trate de apartarlo. Si seguíamos así cualquiera de los chicos del instituto nos vería y creería que éramos pareja, y si eso llegaba a Alan no sabía que podría pasar.

—Tranquila Miller. Solo quiero ayudarte a no tropezar.

—Puedo hacerlo sola—. Gruñí

—¡Oh! ¿Enserio?—. Su tono de superioridad me pareció irritante. —Bueno entonces... ¡Cuidado con el escalo...

No terminó porque sentí mis piernas enredarse... preparada para caer al suelo cerré aún más los ojos con fuerza. Pero ni mi rostro, ni mi cuerpo lo llegaron a tocar, porque un tacto tibio volvió a rodear mi cintura y atrapar mi cuerpo, me aferré a él por instinto.

—Mientras este aquí no dejare que nada te pase—. Su voz, su aliento estaba muy cerca de mi rostro, pude sentir el tacto de su nariz al rozar la mía.

—Ni yo Adams—. No quise responder eso, fue más bien una respuesta automática y demasiado sincera que abandono mi boca.

Creí sentir que se acercaba, y por un instante estuve a punto de abrir los ojos. Pero cuando lo intente, él me incorporó, junto un suspiro que me confundió cuando abandono sus labios.

—Ahora si me dejaras ayudarte ¿Cierto?

—Creo que será lo mejor.

Tomó mi cintura con la misma suavidad que antes, y ambos avanzamos, aunque solo uno de los dos sabía el rumbo.

(...)

Una pequeña campanilla llegó a mis oídos. Trataba de descifrar hace rato el lugar, pero solo escuchaba una suave melodía de una canción que creía reconocer.

—¿Puedo?—. Jale un poco la camisa de Adams, sintiendo por segundos los abdominales que no podía ver, solo imaginar.

Soltó una risa divertido. —Sí, si puedes Enot.

Y el lugar era...

Era una tienda de música, adornada con dos enormes pasillos llenos de miles y miles de discos. Reliquias de los años 70s, 80s, 90s, hasta música muy actual en Cd, lo que me sorprendió mucho, fue la mirada resplandeciente de Adams, su sonrisa solo se extendía, enserio debía disfrutar este lugar.

—¿Puedo?—. Él sabía a qué me refería

—Puedes—. Se cruzó de brazos

Yo no esperé, comencé a ver entre toda la historia de música de la que me rodeaba en todas las estanterías, buscando antes mi preferida de esa época el Rock And Roll. Jayce que había llegado a mi lado parecía internamente analizar todo lo que tomaba en mis manos.

—¿Así que Rock, ehh?

—Así es—. Admití orgullosa. —¿Y el tuyo?

—No tengo uno, para mí que todos tienen lo suyo—. Tomaba uno que otro disco mientras hablaba. —Son como las personas, cada uno tiene la melodía que lo hace único y hermoso. La que lo hace brillar y destacar del resto.

—¿Qué melodías crees que sería yo?—. Moría por saber eso.

Porque me lo dijera.

—Creo que serías una jamás creada. Tan maravillosa y única que nunca se te podría igualar—. Abrí la boca un poco.

—¿Y te gusta la actual?—. Dije con nervios y cambiando de pasillo para llegar a las estanterías con música mucho más reciente.




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