25.
Diciembre 16
Día 16.
Había llovido a cántaros, y ni siquiera se anunció que este clima llegaría hasta el punto de que ni Jayce Adams se apareciera por aquí. Según el idiota del clima solo serían vientos y el clima frío de siempre. Entendía completamente que el ojiazul no apareciera, sino fuera porque papá se había quedado atrapado en el trabajo seguro estaríamos en el sofá viendo alguna película.
Baje las escaleras cubierta por una manta, traía puesto un pullover color violeta y unos vaqueros. El clima no había dejado que muchas de mis pijamas se secaran, por lo que era esto o usar ropa medio húmeda.
Rondaba de vuelta a mi habitación cuando toques fuertes en la puerta me hicieron detenerme en las escaleras y girar hacia está, que no me moleste en preguntar de quién se trataba solo la abrí.
Jayce traía un paraguas que goteaba tanto como su impermeable verde, estaba tan pálido que notaba los colores entre verde y rojo de sus venas. Su labio templaba, y todo de él desprendía frío.
—Joder. Llueve mucho.
—No me digas—. Bromee con una sonrisa.
Dejo el paraguas y su impermeable al lado de la puerta. Paso sin cuidado dejando huellas mojadas en el piso, además frotando sus manos tratando de calentarlas un poco.
—Creí que hoy no vendrías.
—Tampoco creí ser capaz de cruzar durante esta tormenta—. Mencionó.
—Quítate eso pesado. Vas a pescar un resfriado—. Ordené.
—Si quieres verme semi desnudo solo pídelo—. Bromeó él.
—Solo hazlo pesado—. Mi mirada era seria, la de él cristalina con sus ojos de ese azul tan lindo.
Se quitó la camisa de manga larga que tenía puesta. Dejo por primera vez su dorso completamente desnudo, trate de evitar verlo, pero era ineludible. Hasta sin querer lo observaba por el rabillo del ojo, solo para grabar su cuerpo en mi mente. Con más detalle sus abdominales o su firme espalda y gruesos hombros.
—¿A caso nos quedaremos aquí?
—Este clima arruino mis planes come libros.
—Podemos ver una serie o algo ¿Nos quedamos en la segunda temporada de The 100?—. Jayce asintió.
(...)
Estábamos en el último capítulo de la segunda temporada cuando Jayce me hizo una pregunta extraña. Claro que el chico no era muy común ni predecible, en eso éramos muy parecidos.
—¿Tienes una radio aquí?—. Me era difícil concentrarme con su dorso desnudo.
—En la habitación de huéspedes hay una con la que solía jugar. Pero no se usa hace años ¿Por qué?—. Comenté llevando un bocadillo que en realidad eran palomitas con caramelo.
Y si, eran las que habían quedado de aquella vez que Jayce me defendió de Esteban, de igual manera las que comimos en el cine.
—¿Podría usarla?—. Sus ojos suplicaban, viendo hacia mí como un adorable cachorro.
—Si claro—. Llevé más palomitas a mi boca y puse en pausa en la pantalla. —Es la del pasillo detrás de las escaleras, la de la izquierda, no la de la derecha, ese es un armario.
Camino por dónde le dije y volvió minutos después con la radio en las manos, comprobando que está aún funcionará, lo que yo en verdad dudaba. Se veía feliz, como si estuviera a punto de hacer algo que quería hace mucho.
—¡Funciona!—. Aulló llegando a mi lado, cuando yo solo escuche algo como estática del objeto —¿Quieres hacer una estupidez conmigo?
Su sonrisa era de esas que jamás podrías olvidar si borras, te perseguiría el recuerdo para siempre. Y la mirada suplicante del ojiazul no me dejó otra opción.
—Al diablo, ¡Hagámoslo!—. Me levanté y él me abrazo, haciendo que por segundos temiera caer al suelo. Lo más gracioso es que no sabía que íbamos a hacer.
—Es mejor que te pongas zapatos.
—Y tú la camisa.
(...)
Bajamos corriendo dos pisos de escaleras, juro que mi corazón parecía estar a punto de brincar de mi pecho, junto con un pulmón u otro órgano. Pero ambos reíamos, era tan divertido pasar tiempo con este chico que hasta bajar escaleras como si un asesino estuvieras apunto de matarte, me daba ganas de reír a carcajadas.
(...)
—Mierda. Esto es una locura.
La lluvia aún caía a montones, sin detenerse, aunque parecía ceder un poco, causando una llovizna que caía en mi rostro. El frío exterior hacía temblar todo tu cuerpo y en las calles casi vacías los autos creaban olas de agua de lluvia. El olor en el aire era entre tierra húmeda, y hojas mojadas.
—Pero será divertido.
—¿Y si tenemos un resfriado?
—Yo cuidare de ti come libros.
—Pues vamos—. No sonaba muy convencida
Ambos cruzados el marco de la entrada al edificio, que era lo único que nos protegía de aquella tormenta infernal. Aun yo vestía con mi pullover y mis vaqueros. Jayce avanzó primero, dejando la radio en un lugar seco, aunque con el viento así de fuerte no tendríamos tanta suerte, como para que esta saliera ilesa.
—Dame tu mano—. Extendió la suya hacía mí.
Yo la tomé. Gritaba internamente cuando el agua que podría ser comparada con la de un bloque de hielo al derretirse chocará con mi piel. Tuve ganas de correr a las mantas de mi habitación, pero ya era muy tarde.
Adams me llevo hasta la calle vacía, justo a la mitad de la carretera que parecía estar sola. La tormenta choca contra mí con más ganas, en gotas fuertes, frías y húmedas. Tomó mi cintura pegando con suavidad llevando su cuerpo cerca del mío, yo rodea con mis brazos su cuello y entrelace mis manos.
—Joder. Cómo hace frio—. Sonrió. Y que bien le quedaba.
Al fondo al tiempo que comenzamos a bailar con movimientos rápidos, la letra de la canción "Love de Finding Hope" llegó a nosotros, la hermosa melodía nos envolvió tal como el agua que empezaba a pintar mi cabello café oscuro, pero yo solo era capaz de concentrarme en el chico a mi lado.
Sus labios se pintaban de un color rojo fuerte por el frio, su piel se tornaba aún más pálida, y cada centímetro de él estaba cubierto por las pequeñas gotas de aguas que se negaba a abandonar su cuerpo, o su rostro.