Los Días Hasta Enamorarte

26. Visita a la biblioteca

26.

Día 17

Diciembre 17

Miércoles.

Era tarde, y no hace mucho la escandalosa lluvia había cedido, y si, había llovido otra vez. Yo estaba en el sofá, con las piernas cruzadas una sobre otra y observando el televisor en blanco, la señal de cable estaba fallando mucho por el clima, lo que sin el chico pelinegro ojiazul, hacía de ese un día muy aburrido, el cual parecía consumir mis energías y quitar todo gramo de emoción en mí. Jayce se había ido por temprano según dijo mi papá.

Más tarde la puerta se abrió, luego de que el cerrojo sonará por unos segundos, dejando un aire helado en mis pies, y una sensación que me provocó escalofríos en el cuerpo. Apareció Jayce, con sus dientes chocando y su cuerpo temblando por el frío, si este chico tuviera sosiego no habría aparecido hoy ni ayer.

Llegó hacía mi luego de quitarse un gran abrigo y un impermeable color azul goteando, lo dejo en el perchero antes de aproximarse. Quedó solamente con un suéter color amarillo y unos Jeans oscuros, yo solo lo miraba con el ceño fruncido, cuando fue hasta el sofá y se lanzó sobre este, dejando su frío cuerpo a mi lado y su cabeza sobre mis piernas.

—¿Cómo entraste?—. Dije en tono neutro.

—Tu papá... me ha... dado... unas llaves... Esta mañana—. Tengo que hablar con ese hombre.

—¿Y estás bien?—. Estaba algo molesta, pero si moría de una hipotermia, bien sería mi culpa.

—Si... Sii... Solo... Hace mucho frio—. Tembló en cada palabra. Y una carcajada sonora se generó en mi boca.

—No te rías... Come libros.

—Pero estaba lloviendo, ¿Qué pensabas pesado?—. Alce una ceja mientras aún sonreía.

—No estaba pensando. Pensar arruina mis planes—. No se incorporó, parecía tratar de tomar un poco de calor de mi cuerpo. —Justo ahora está dejando de llover ¿Sabes?

—Sí, sí, lo sé, puedo escuchar perfectamente desde aquí el exterior, Igual debía estar muy frío.

—¿Me dejas levantarme? Traeré una manta.

—Solo un poco—. Empezó a aferrase a mi cintura igual que ayer, y me tensé, pero seguro el chico tenía mucho frío así que se lo permití por segunda vez.

Empecé a dar mimos en su lindo cabello negro un poco largo, sus puntas eran brillantes y tenía un olor a mojado que me parecía tierno. El chico de poco a poco parecía cerrar sus ojos y ceder al sueño, era lo que creía.

—No deberías acostumbrarte a esto—. Repetí mis palabras de ayer.

—¿Qué quieres hacer hoy come libros?—. Ignoró completamente lo que le dije, y pregunto aquello sin abandonar su posición en mi abdomen, o siquiera abrir los ojos.

—Me llamaras loca, pero solo quiero salir de aquí—. Me gustaba mi departamento, era un lugar acogedor, pero también disfrutaba salir de él, y olvidarme de todo un rato. 

Al lado de Jayce, eso no era difícil.

—Joder—. Soltó tan bajo y contra mi abdomen que apenas lo escuché. —Bueno Miller, así será. Ve a abrigarte.

—¿Enserio?

Asintió con una sonrisa. Y claro que lo hice, bajé por las escaleras minutos después con un suéter de lana color lila, unos jeans cómodos y unos botines cortos color café.

—¿Lista?

—Si.

(...)

En el auto sonaba "Ends of the eart" a ritmo calmado. Se sentía bien, hasta el clima era cálido por el aire acondicionado que Jayce puso al máximo en su Mercedes.

—Ven, acércate—. Señaló su hombro y yo me recosté en él. Aún estaba un poco frío, pero la calidez de su auto, y el chico a mi lado lo hacía un paraíso.

—¿Solo vamos recorriendo o iremos a algún lugar?

—Creo que encantara a donde vamos—. Sonrió, y seguro tenía razón.

Tardamos una hora en llegar, ni siquiera sabía porque tanto, el lugar a donde íbamos parecía no estar tan lejos del centro de la cuidad. Había un campo de pinos verdes cubiertos por pequeñas gotas de agua, era toda una línea de estos, luces de color blanco que estaban encendidas, un camino de cemento alrededor bien cuidado.

—Es la biblioteca "The great knowledge".

Era la biblioteca más grande de la ciudad, se decía que fue fundada hace más de 20 años. Nunca venía aquí, siempre lo sentí como un lugar demasiado exclusivo.

—La más grande de la ciudad—. Comentó con una sonrisa.

—Es hermosa—. Ciertas, y pequeñas grietas asomaban por las paredes cubiertas de pintura, era un lugar lleno de historia.

—Vamos—. Tomó mi mano, y la entrelazó con la suya.

—Pero si la entrada está cerrada—. Era cierto, la gran puerta de casi 3 metros de madera desgastada, estaba cerrada.

Solté un suspiro y cerré los ojos un momento... Tanta historia en solo dos pedazos de madera descuidados.

—Esa no es la entrada come libros.

—¿Ammmm?

Mi ceño estaba fruncido, cuando al tomar un pequeño camino, pasando entre algunos árboles, arbustos y luego un sendero muy lindo. Aparecía ante nuestros ojos una puerta, no era grande pero tampoco muy pequeña.

—Pasa—. Jayce la abrió y me permitió pasar.

Y ahí estaba, más estanterías llenas de libros de los que podría contar, era dos pisos sumamente grandes y altos, llenos de lo que sería para cualquier lector un maravilloso escondite.

Había sectores de líneas, libros ordenamos por color y tamaño, quería gritar de la emoción, solo quería quedarme en ese lugar para siempre. No había paredes, estás eran reemplazadas por libreros de más de 4 metros, con escaleras de casi el doble de mi tamaño.

(...)

Yo tocaba el borde de los libros que sobresalía, donde asomaban algunos nombres de magníficos escritores. Una vez que empecé a avanzar, era todo un sector de estanterías que solo se extendía y no parecía tener fin.

—¿Te gusta?—. La voz de Jayce llegó a mis oídos suave, como un susurro.

—Es el mejor lugar que he visto—. Confesé en voz contenta, sin mostrar tanto mi maravilla ante aquel lugar.

—Yo lo disfruto hasta más que hacer música—. Elevó su mirada azul hasta el segundo piso.




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