Los Días Hasta Enamorarte

27. Vías oxidadas y las estrellas

27.

Día 18

Diciembre 18

Te molesta si adelantamos un día de libertad. No estoy bien hoy Miller.

Recibir el mensaje de Jayce esa tarde, me hizo sentir rara, al parecer él no se sentía nada bien. Era la primera vez que el chico hacia eso, la primera vez que decía "No estoy bien" y lo único que quería por alguna razón era ir a su casa y abrazarle, estar consigo como su amiga. Pero no quería darle la sensación de que me quedaría, de que estaría ahí para él.

Siempre...

Porque después de todo yo no lo sabía, ni siquiera tenía una idea de que pasaría si nada de esto funcionará, o si todo esto jamás hubiera ocurrido. Yo sé más que nadie que se siente ser miserable o una basura, yo sabía lo que era vivir cada uno de tus días con el miedo de despertar un día y ya no tener a nadie. No tengo idea de cómo existe la gente le teme a la compañía, yo temo a quedar sola en las sombras para siempre. Aunque también le temo a estar rodeada de personas y aun así sentirme sola.

Parecía ser un día frío afuera, igual que los demás desde que a diciembre se le ocurrió fusionarse con el invierno, había un ambiente tétrico cuando cociné unas galletas, y unas tartas de mora esa tarde. Más aún cuando me despedí de papá quien veía desde la sala la televisión esa noche y mientras, yo me fui a dormir, cosa que en verdad tarde en lograr.

(...)

—Hey, come libros...

Aquel susurro que juraba solo era más que un sueño me llevo al fin a abrir los ojos por un segundo. Me tomé con un aliento a menta y una colonia que parecía sacada de un sueño.

—Come libros...

Me volvió a llamar, susurrando a mi oído aquello que, por supuesto me llevo a abrir los ojos con más rapidez, y está vez mantenerlos así.

—¿Jayce?

—Si Miller. Ven conmigo—. Él estaba en cuclillas al lado de mi cama, apoyando los brazos en esta y mirándome tiernamente.

Traté de buscar mi móvil, cuando lo encontré debajo de la almohada intenté encenderlo para poder mirar la hora.

—¡Son las 2 de la mañana!—. Mencione exaltada.

—Sí, se leer la hora Miller. Ahora ¡Vamos!

Terminando de despertar lo vi incorporarse y mi corazón latió. No parecía demacrado como cuando yo tenía mis crisis existenciales, se veía fresco y más contento que nunca. Aun cuando era de madrugada.

—Joder Miller ¡Vamos!

A quejidos me levanté de la cama, mientras miraba de mala manera a Jayce con una sudadera de su tamaño y unos Jeans negros que le quedaban muy bien. Reí para mis adentros media soñolienta al voltear a mí misma, y ver el pijama de un show más, con esa caricatura en todo mi atuendo.

Fui hasta mi armario y estaba a punto de desvestirme cuando me percaté de la presencia del chico en mi habitación.

—Pretendes verme ¿O qué?

—No lo sé ¿Quieres que lo haga?—. Le tire una de mis camisas en su cara y se dio la vuelta. ¿Qué diablos pasaba por mi cabeza como para salir a las 2 de la mañana con un chico?

—¿Lista?

—Mierda—. Solté por lo bajo. Haciendo que Jayce se acercará a mí.

—¿Qué pasa?—. Indagó preocupado.

—Mi abrigo está en el perchero. Y seguro mi papá se quedó en el sofá.

—¡Oh sí!—. Aseguró Jayce. —Él está allí ahora mismo.

—Bueno. Seguro hace un frío de los mil demonios y yo solo tengo esto—. Señalé la camisa manga larga de color amarillo pastel que me puse.

—Eso lo arreglamos—. Lo vi quitarse su sudadera, levantando un poco su camisa de manga normal color verde. —Toma.

Me extendió su sudadera color crema y quise negarme. Pero ese tonto terminó por ponérmela el mismo. Sentí su perfume, ni siquiera sabía muy bien de qué era, pero jamás había sentido un olor similar, uno que seguro me recordaría a él desde ahora.

—Es tuya. Hasta te queda mejor que a mí—. Le dedique una sonrisa de agradecimiento. Aunque era más que obvio que me quedaba mucho más grande.

—Bueno ¡Nos vamos!—. Tomó mi mano antes de que pudiera responder. —Luego amanece y no funciona.

—¿Qué no funciona?—. Jayce puede ser muy misterioso.

—Ya lo verás.

Me llevo hasta el pasillo afuera de mi habitación. Había un silencio tan profundo que nuestros pasos eran muy ruidosos.

—¿Qué hace una escalera en mi ventana?—. Pregunté con el ceño fruncido, lo más bajo que pude. Bueno, técnicamente era en la ventana del pasillo a mi habitación.

—Creí que pondrías escusa por lo de tu padre. Entonces conseguí una escalera—. Sonrió como el tonto que es.

Él me ayudó a bajar, era dos pisos y ni siquiera sabía dónde diablos había conseguido una escalera a esta hora.

(...)

La calle estaba oscura, oscura y fría. Algunas de las lámparas de la acera iluminaban nuestra travesía por el lugar. Había autos estacionados en las orillas de las calles, y un silencio sepulcral.

—¿A dónde vamos?

—Ya lo verás.

—Eso no es una respuesta.

—Solo confía Miller.

Tomé su brazo cuando nos empezamos a alejar de la ciudad y nos topamos con muchos árboles, algunos ruidos de grillos y lo que parecía ser un bosque.

—¿Estás mejor Jayce?—. La pregunta llegó a mi cabeza luego de escuchar su "Come libros" por segunda vez, pero no sabía si él quería responder.

—Estoy mucho mejor come libros—. Me dedico una sonrisa tan cansada que hasta parecía haber olvidado como mentir.

—¿Por qué lo haces?—. A veces enserio no lo entiendo.

—¿Qué cosa?

Nos topamos con un tronco caído y él me ayudo a cruzarlo, tomando mi cintura y levantando mi cuerpo sobre este.

—¿Por qué dices estar bien cuando no es así?—. Me miró con resignación.

—Hay cosas tontas que cambian nuestro estado de ánimo ¿Sabes?—. Aún caminamos en lo que parecía ser un sendero de árboles y arbustos de moras o alguna otra fruta silvestre. —Es como eso de una tormenta en un vaso de agua.

—¿Sientes que tus problemas son pequeños?—. Yo entiendo eso, por lo mismo quiero que me hable de ello.




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