Los Días Hasta Enamorarte

30. Tiempo entre chicas

30.

Diciembre 21.

Día 21

Fui la primera en despertar por la mañana. Y pude admirar a las chicas en mi habitación sumidas en un profundo sueño, y claro que no era para menos con eso de que nos dormimos de madrugada.

Al bajar las escaleras lo más silenciosa que pude, noté el cuerpo de mi padre tomando lo que creí era un cereal que seguro estaba frío. El hombre se veía cansado, sus párpados negros y enormes ojeras me lo decían. Muchas veces temía por su salud, él tendría que notar algún día que ese trabajo de supervisor, y jefe de personal lo estaba desgastando.

—¡Buenos días papá!—. Me estiré al llegar frente a él.

—Hola cariño—. Habló sin mucho ánimo. —No hables tan fuerte que tengo un dolor de cabeza que me lleva el diablo.

—Ahora te preparó un café, y te tomarás algunas pastillas antes de ir a dormir un poco más—. Ordené.

—Como usted diga señorita Miller—. Trato de sonreír, pero solo obtuvo una mueca.

Cuando encendí la cafetera pude escuchar los pasos descalzos de ambas chicas bajar las escaleras, y supe que debía preparar más café.

—¡Dormí tan bien!—. Chilló Claris al ir hacia nosotros y tras ella Nora.

—¿Entonces ustedes son las intrusas en mi casa?—. Bromeó papá.

—¡Jon!—. Dijo emocionada Nora. Hace mucho que no veía a mi papá, y él era como una segunda figura paterna para ella.

—No hables tan fuerte nena—. Nora fue hasta él para abrazarlo igual de fuerte que a mí ayer, sin importar los quejidos de parte de papá. Nora era parte de nuestra familia, que de alguna forma funcionaba.

—¡Señor Miller!—. Se unió Claris al abrazo, haciendo que de mi boca se escapara un "Aww".

—Ella me recuerda a ti Enot—. Mencionó mi padre mientras también la abrazaba.

Yo le sonríe mientras servía café para cada una de las personas en el mesón de la cocina, y no existía mejor lugar en que desearía estar como ese. Siendo feliz, con mis personas favoritas.

(...)

—¡Vamos Enot! Hay que salir—. Nora había insistido por mucho tiempo.

—¡Di que sí cuñada!

—No quiero salir—. Negué con la cabeza y me crucé de brazos.

—Que aburrida eres Enot Miller—. Puso los ojos en blanco. —No quieres salir ni por tu amiga que viajo casi 6 horas en un maldito autobús por ti.

—Está bien, está bien. Enserio puedes ser irritante Nora Harrir—. Masaje mi rostro y la miré de mala manera.

—¡Cállate!—. Bufó

—¡Siii!—. Chilló de emoción Claris.

—Por lo menos dime qué sabes a dónde iremos.

—Tengo algo en mente—. Su sonrisa psicópata me hizo arrepentirme al instante. —¿Crees que ella esté lista?

Y entonces lo supe, sabía que ella se refería a ese lugar. Ese en aquel bosque dónde solo Alan, Nora y yo habíamos viajado y visto de una manera casi mágica.

—¡¿Lista para qué?!—. Preguntó con tal curiosidad Claris, que hasta brotaba por sus poros.

—Esta lista—. Confirme, dejando aún más confundida a la chica.

—Miller préstame algo de tu ropa.

—¿Para qué preguntas si ya la estás buscando?

—Por educación—. Dijo Nora con superioridad y media sonrisa.

—¿Puedo usar algo también?—. Claris tratando de ser igual que Nora era lo más adorable que había contemplado en mi corta existencia.

—Mi armario es suyo—. Me lancé sobre la cama, mientras ambas chicas buscaban en mi armario algo para usar. —No olviden un abrigo, el frío esta del carajo.

(...)

Fue una hora en el auto de mi padre. ¿Y quién conducía? Pues Nora, la verdad es que papá nos había enseñado, y claro que yo saque el coche en más de una ocasión, pero me gustaba ver a alguien más hacerlo. Y eso era algo que simplemente no podría explicar. Nora fue quien ante su entusiasmo aprendió con más facilidad.

—¿Ya vamos a llegar?—. Claris hablo asomando su tierno rostro entre los asientos.

—Ya casi—. Dijo Nora.

Y si, se podría ver a no más de algunas millas aquella cabaña, el resto tendría que ser caminando.

Cuando Nora detuvo el coche, y todas vimos a Derek, ese chico de cabello rojizo y muchas pecas que por años fue el Crush de Nora, ambas volteamos y sonreímos al encontrar nuestras miradas y pensar en lo mismo. Eran esas cosas de amigas, eso de hablar sin palabras, como un extraño lenguaje secreto, casi telepatía.

—Tanto tiempo Derek—. El chico de ojos color aceituna le sonrió de mala gana a Nora, justo cuando bajamos del auto y nos lo encontramos en la ventana de la pequeña cabaña de madera.

—¿Sigues igual de detestable y sin novio?—. Nora le dedicó una sonrisa retorcida. Mientras yo hacía lo que fuera para que Claris no soltara una incoherencia.

—¿Y tú igual de idiota y enamorado de mi?—. Esto se iba a poner feo.

—¡Hey, hey, hey! Derek podrías solo vendernos los boletos—. Pedí

—¡Ohh Miller estás tan linda como siempre!—. Siempre me molestaba, y sabía que era para irritar a mi amiga.

—¡Ohhh Derek! será más lindo mi puño en tu cara—. Claris me miraba con admiración y sus ojos cerúleo brillantes. Me recordaba a su hermano.

Vaya, pensé en su hermano.

—¡Esa es mi cuñada!—. Chilló. Y justo ahí, lo que yo estaba tratando de evitar.

—¡Miller, Miller, Miller!—. Hizo un ruido extraño con la boca y alzó una ceja en mi dirección. —¡No que el amor era una estupidez!

—Sigo pensando lo mismo—. Aclaré en voz resignada.

—Entonces no entiendo ¿Por qué te llama así? —. Iba a responder, pero los ojos tristes de Claris me lo evitaron.

—¡Eso a ti no te interesa Derek!—. Por suerte tenía a mi mejor amiga. —Y si no quieres que llámenos a tu padre es mejor que nos des los malditos boletos—. Arrastro irritada cada palabra.

—¿Sabes qué?—. Se dio la vuelta y nos ofreció tres boletos. —Por favor ya no vuelvan.

Nora casi los arrebató de sus manos, susurrando un "Si lo haremos" Antes de caminar en dirección a el bosque que tanto amaba de niños.




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