Los Días Hasta Enamorarte

41. Final, Año nuevo

41.

Día 31

Diciembre 31

¿Qué tan fuerte debe ser este sentimiento, como para producir el latido de mi corazón con tal fuerza que podría salir de mi pecho y hacer que pierda la cordura? La respuesta tiene nombre y apellido

¿Qué tan fuerte debe ser este sentimiento, como para producir el latido de mi corazón con tal fuerza que podría salir de mi pecho y hacer que pierda la cordura? La respuesta tiene nombre y apellido.

—¡Vamos!—. Jayce lucía tan bien, y habla muy en serio. Había pasado a las 11 tal como escribió en aquella nota ayer.

Recibirlo en la entrada con aquel traje tan lindo, de porte elegante, aunque parecía haberse escapado de un baile de secundaria, era encantador, pensar en eso fue divertido.

Yo me puse el vestido que miré con tanto anhelo está mañana, aun cuando hacía frío y mis piernas bien podrían congelarse, todo valía la pena por los elogios de Jayce y su cara roja cada vez que intentaba disimular que me estaba mirando durante el viaje en el auto.

Justo ahora el pesado y yo intentamos pasar entre la multitud, ya que, en el centro de la ciudad justo hoy 31 de diciembre el edificio más grande de todo Ephymeral, hacia un conteo 10 segundos antes de acabar el año.

Era un tipo de tradición, ya podrán imaginar cuántas lágrimas, gritos y risas ha sido espectador ese pobre y viejo edificio de quién sabe cuántos pisos, además de la nieve que justo hoy caía con prisa y suavidad.

—¡Hay mucha gente!—. La multitud era realmente enorme, eran miles de personas reunidas al mismo tiempo y en un mismo lugar. Podía jurar que había molestado a muchas con tan solo caminar entre ellas, hasta me empujaron con molestia un par de veces.

—¡Lo sé come libros! Por eso no estaremos aquí.

—¿Eh? ¡¿A qué te refieres?!—. Sujetó mi mano y de pronto nos movimos más rápido entre las personas.

—Perdón. ¡Amm perdón! ¡Lo siento! ¡Permiso!—. Por eso y mil razones más odiaba salir de casa.

—¡Aguanta un poco más! ¡Veo la salida!—. Mi hombro se rozó con un chico de cabello rojizo y por un instante nuestras miradas conectaron. Talvez jamás lo volvería a ver, y por eso le sonreí, fue gracioso cuando se puso rojo al instante.

Cuando me di cuenta habíamos escapado un poco de toda esa gente, aunque aún había varias personas a nuestro alrededor y eso que habíamos llegado a otros edificios, justo al que estaba al lado del responsable de todo este desastre, igual este parecía ser casi tan alto como el otro, así que por eso lado no me molestaba no acompañar al resto.

—¡Ven Enot!—. No digas mi nombre idiota, no me gusta cómo suena con tu voz.

—¿A dónde vamos?

—A recibir el año nuevo, creo.

Caminamos entre más personas que estaban apartadas del resto, había chicos con sus parejas, grupos de amigos riendo, hasta un par de hombres fumando un cigarrillo, por cierto, el olor era espantoso. Poco después pasamos hasta atrás de este edificio con un color suave, la verdad a penas se notaba, todo el era escombros y un lugar en ruinas.

¡Planck! El ruido del vidrio al romperse llegó a mis oídos.

—¡Idiota ¿Qué haces?!—. Me alerté al ver como rompía una ventana, igual el resto estaba en mal estado.

—Vamos a cometer un delito Miller.

Termino de romper el resto de la ventana con el ladrillo con el cual la había destrozado en primer lugar, mis nervios en ese momento me provocaron ganas de salir corriendo de ese lugar, pero no quería irme sin Jayce.

—¡Eres un idiota!

—Ven te ayudo a entrar—. Acepté porque con este vestido negro era bastante difícil.

Me senté en el marco de la ventana, y Jayce sujetó mi cintura, con cuidado me introdujo en el edificio abandonado, fui incapaz de verle el rostro mientras en me cargaba. 

Una vez adentro y avanzando en silencio después de que él también entrará, a cada paso había ruidos sordos en aquel lugar tan espeluznante, ruidos que te daban ganas de salir de ahí, y seguro él lo noto, porque sujeto mi mano y me guío por las escalas.

Lo que al instante alivio mis nervios, era bueno que él estuviera aquí, era lindo tenerlo en mi vida.

—¿Habías venido antes?—. Parecía conocer muy bien el lugar, tanto que no tardamos casi nada en aparecer en la azotea de aquel edificio. Claro antes subimos muchos escalones.

—Pues...— rasco su nuca nervioso, y se acercó a la orilla del edificio.

Yo hice los mismo luego de sacudir mi vestido que se había ensuciado un poco por el polvo.

—Es una linda vista. Hasta se ve el edificio y todas esas personas—. Era cierto, desde ese lugar tan alto las personas parecían seres pequeños e indefensos. Tan frágiles y expuestos.

Además, la vista hacia la ciudad lo convertía en el lugar perfecto para recibir el año nuevo. Había tantos edificios, casas, tiendas y todo establecimiento que pudieras imaginar, daba un espectáculo satisfactorio.

—¿Qué hora es?—. Preguntó Jayce al alejarse y empezar a buscar algo entre toda la basura de esa azotea, aun cuando yo apoyaba mis brazos aún en el edificio.

—11: 50—. Respondí al ver el reloj de mano que me había puesto.

—Perfecto, estoy seguro que la deje por aquí.

—¿Entonces si habías venido antes?—. Tenía mis sospechosas.

—¡Aquí está!—. Porque no me sorprendió que sacará una radio de toda esa basura.

—La música en realidad te encanta ¿Cierto?

—Si come libros. ¿Me haces el favor de bailar una última canción antes de que acabe el año?

Puso su mano ante mí, con una sonrisa hermosa, una que jamás sería capaz de olvidar. Y una que tuvo el poder de pintar mis mejillas en rosado. Jayce era un chico fuera de lo común, inusual si queremos definirlo mejor, con gustos musicales específicos, aunque lo negara, con amor por la literatura, escribir y la verdad no tengo idea de que no le guste.




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