Jayce Adams.
2 meses antes...
—Idiota ya deja eso.
Marcus y yo estábamos cerca del puente más grande de la ciudad, observando las luces de poco a poco encenderse devolviendo a la vida el lugar. El viento de ese primero de noviembre era frío, aunque nada comparado con lo que nos esperaba en el diciembre de este año. La nieve acompañado de la soledad y movimiento de las fiestas.
Las clases estaban a punto de terminar, ¿Quién diría? Un año más y nos libramos de todo esto, de este jodido y hermoso sitio.
—¡Idiota! ¡Que dejes eso!—. Le advertí por segunda vez al moreno que por años ha sido mi mejor amigo.
—¡Cállate Adams!—. Digamos que fumar no le hacía nada bien.
Tiene 17, nada de esa mierda le hace bien, y menos mi puño en su cara si no se detiene.
Tomamos asiento en una de las bancas que daban una perfecta vista, algún día traería a la chica que vivía en mis pensamientos todo el tiempo, durante todos estos años aquí. Soñar como idiota no cuesta nada.
—Creí que llevabas un año limpio—. Recuerdo muy bien la desintoxicación de Marcus, fue horrible verlo en ese estado tan demacrado.
Aunque yo sabía porque lo hacía, el novio de su madre lo hacía probar esas sustancias, lo hacía antes con su hermano antes de que este huyera al extranjero. El pobre Marcus llegó hasta tal punto que su cuerpo sentía la necesidad de consumirlas constantemente, día tras días, el chico a sus 16 años ya se estaba matando de la peor manera posible. Por suerte y con ayuda de mis padres el idiota de Tom terminó en la cárcel hace más de un año, junto con la madre de Marcus, y el quedó bajo el cargo de una de sus tías.
Quienes se encargaron de hacerle saber a su padre de todo, tiempo después había conseguido la custodia de sus 2 hijos. Un poco tarde...
Después de enterarse hasta su hermano volvió, recuerdo que pidió le perdón muchas veces por ser un cobarde, pero Marcus nunca lo culpó, e incluso le dijo que si hubiera podido él habría hecho lo mismo.
—¡Lo sé, lo sé!—. Indicó molesto y soltó el desagradable humo.
—Ha Aspen no le agradará saber lo que estás haciendo—. Aspen Peace era hace dos años la novia de Marcus.
Ella fue un gran apoyo cuando descubrió lo que Tom le hacía a Marcus, él se lo escondió muy bien durante 6 meses, tenía miedo de que ella lo dejara si se enteraba, pero esa chica de cabello colorido no hizo más que ser un soporte para él. Estuvo ahí cuando ni siquiera él quería, tomo su mano y la sostuvo cuando todo parecía irse al carajo. Ella evitó miles de veces la caída de este imbécil.
Hace algunos años una niña de cabello castaño hizo lo mismo por mí, justo cuando creí que lo mejor era encerrarme, y no dejar que nadie rompiera mi corazón. Ella lo hizo con tal delicadeza que una vez que pudo pasar los límites en mi pecho, y cruzar desde allí, entro a un lugar de donde no fue capaz de salir nunca.
—¡Oye, oye! No hay necesidad de hablarle de esto a Aspen.
—¡Entonces tira esa mierda Marcus!
—Lo siento Jayce...— Apagó el cigarrillo casi completo, al girarlo en la tierra y lanzarlo al agua frente a nosotros. —Pero hoy necesitaba un poco de valor.
—¿Para qué idiota? ¡¿Qué no recuerdas lo horrible de la desintoxicación?!—. Le gritaba porque Marcus en realidad el único verdadero amigo que he tenido.
Y no me gustaría verlo sufrir de nuevo, no otra vez.
—¿Jayce?
—¿Si?—. Levanté una ceja aún sin verlo. Seguro soltaría una estupidez.
—¿Puedes prometerme algo?—. Volteé, pero él evitaba mi mirada.
—¿Qué cosa?
—Sabes que este será nuestro último año de secundaria ¿Cierto?
—¿Aja?
—Y luego iremos a la universidad del este—. Asentí, aún no entendía nada. —Pues... Quiero que me prometas que si este año no pasa nada con Enot Miller te olvidarás completamente de ella
—¡¿Qué?! ¡¿Eres idiota?!—. El tema de Enot era delicado. Después de todo ella era la chica que me hacía pedazos y me curaba al mismo tiempo.
—¡Lo hago porque te quiero! Amigo, estoy cansado de verte suspirando y alimentando esperanzas unilaterales.
—Tu sabes que lo intente con otras chicas.
—No amigo, tu no lo "intentas"— hizo comillas con los dedos. —Tu aceptas salir, no pones de tu parte y luego te quejas. Porque eso es exactamente lo que buscas.
—¡Oye eso no es cierto!—. La verdad si lo es.
No hay nada más falso que yo tratando de obligarme a sentir algo, algo que nunca va a existir.
—Lo lamento Jayce, pero solo te estoy diciendo la verdad. No la olvidas porque te niegas a hacerlo. No quieres olvidarla y ese es tu maldito problema.
—Tu sabes que la quiero a ella—. Aparte la mirada, la aparte porque me creía incapaz de no querer a otro ser humano que no fuera ella.
—¿Y ella te quiere a ti? Creo que nunca has considerado los sentimientos de Enot—. Eso fue un golpe bajo mi querido amigo.
—No lo sé.
—Lo hago por ti amigo. Ahora ¡Promételo!
Prometer eso sería renunciar a ella para siempre, renunciar a la chica que por años fue un todo para mí, aún yo siendo un nada para ella. La chica que ni siquiera supo que fue una luz de esperanza que me dio ganas de volver a intentarlo con la vida.
—Pero...
—¡Promételo!
—Lo prometo tonto—. No la quería soltar, pero eran 8 años y ella parecía olvidar mi existencia.
Y eso era injusto, tomando en cuenta que no hubo momento en todo este tiempo que ella saliera de mis pensamientos, o que no los invadiera por completo simultáneamente.
—Es lo mejor Jayce—. Marcus me dio unas palmadas en la espalda
—¡Como te vuelva a ver fumando le digo a Aspen!
—¡Jamás en la vida vuelvo a tocar un cigarrillo!—. Golpee su frente y él se quejó.
Era bueno haber encontrado a alguien como Marcus, era un gran amigo, aunque se preocupara de más. Además, debía hacer algo para que Enot Miller se enamorara de mí.