Los días que nos quedan

Capítulo 2: Distancia y Profesión

Adriana miraba el reloj mientras se sumergía en el informe de otro paciente, tratando de mantener la mente ocupada. El sonido constante del papel rasgándose y el click del bolígrafo eran las únicas cosas que podían ahogar los pensamientos que la invadían. Había algo en Liam que la inquietaba más de lo que quería admitir. Algo que la hacía sentirse vulnerable, pero también terriblemente viva, como si su mundo se hubiera sacudido de una forma que no podía controlar.

Aunque sabía que su trabajo como enfermera era crucial, que su misión era aliviar el dolor y no involucrarse emocionalmente, le era imposible ignorar la conexión que había crecido entre ellos. Desde aquel primer encuentro, no podía dejar de pensar en él.

—Adriana... ¿te encuentras bien? —la voz de su amiga Carla la sacó de sus pensamientos. Carla era otra enfermera del hospital, con años de experiencia y una energía que siempre parecía iluminar cualquier habitación.

Adriana levantó la mirada, sonriendo débilmente.

—Sí, solo un poco cansada. Es todo —respondió, intentando no dejar que sus ojos traicionaran sus pensamientos.

Carla la observó con una mezcla de curiosidad y preocupación, sabiendo que algo no estaba bien, pero no insistió. Sabía que, a veces, Adriana prefería no hablar de lo que la perturbaba.

—Te está costando, ¿verdad? —Carla se sentó frente a ella con una taza de café. —Ese paciente... Liam, ¿no?

Adriana se tensó al escuchar su nombre. Fue imposible no recordar los días que había pasado junto a él, las conversaciones que cada vez se volvían más personales y profundas. Su mirada cálida, su sonrisa triste. Todo en él le decía que había algo más, algo que ella no estaba dispuesta a explorar.

—No sé de qué hablas —respondió rápidamente, el tono algo brusco.

Carla la observó fijamente, pero no insistió. Adriana ya estaba haciendo todo lo posible por mantener la distancia, por seguir con su rutina diaria sin dejarse arrastrar por los sentimientos. Después de todo, ¿qué sentido tenía? El amor que comenzaba a brotar en su pecho era un lujo que no podía permitirse. El sufrimiento de perderlo antes de que pudiera siquiera empezar a vivirlo... no lo soportaría.

—Tú sabes que no es solo un trabajo, ¿verdad? —dijo Carla finalmente. —Estás cuidando a alguien que está luchando por su vida. No es fácil...

Adriana desvió la mirada hacia la ventana. El sol de la tarde se colaba tímidamente entre las cortinas, iluminando el despacho. Sabía que Carla tenía razón. Cuidar a Liam no solo era un trabajo. Era algo más profundo, más humano. Pero también había un peligro en ello. Cada vez que lo veía, su corazón latía más rápido, y cada vez que hablaba con él, se sentía como si estuviera cruzando una línea invisible que no debía cruzar.

Liam, con su enfermedad terminal y sus días contados, había logrado, sin querer, penetrar su fortaleza. Y ella, a pesar de todos sus intentos por mantenerse profesional, se estaba dejando llevar por una atracción que no podía controlar.

—Lo sé... —respondió Adriana, su voz más suave ahora, casi un susurro. —Solo... tengo miedo.

Carla la miró con una expresión que no era ni de sorpresa ni de condena. Simplemente comprendió.

—Lo entiendo —dijo finalmente, dándole una sonrisa comprensiva. —Es difícil cuando te involucras demasiado. Pero, Adriana, si algo he aprendido en todos estos años es que no puedes esconderte de tus sentimientos. Tal vez no lo puedas controlar, pero sí puedes elegir qué hacer con ellos.

Adriana se quedó en silencio, procesando sus palabras. Carla no tenía idea de lo que estaba pasando en su interior, pero había algo en sus palabras que la hacía dudar. ¿Debería dejarse llevar por lo que sentía? ¿O seguir manteniendo la distancia, como debía hacer como profesional?

Esa noche, después de su turno, Adriana se quedó mirando el techo de su habitación. El silencio de la ciudad que llegaba desde la ventana no era suficiente para calmar los ecos de la conversación que había tenido con Carla. En su mente, la imagen de Liam era clara, y la sensación de estar atrapada entre su deber y sus deseos la consumía.

El teléfono vibró sobre la mesa, rompiendo la quietud de la habitación. Un mensaje de texto de su jefe.

"Adriana, por favor, pasa por la sala 303 a verificar los signos vitales de Liam antes de dormir. Es urgente."

El nudo en su estómago se apretó aún más. Había algo en ese mensaje que le hizo sentir como si el destino la estuviera empujando hacia él, sin importar cuánto quisiera resistirse.




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