Los días que nos quedan

Capítulo 22: Voces en el Viento

El viento de la noche se filtraba por la ventana abierta, trayendo consigo el aroma fresco de la lluvia que había caído horas antes. La ciudad dormía, pero en la habitación 307, dos almas se mantenían despiertas, compartiendo un momento que sabían que era efímero.

Adriana estaba sentada en el borde de la cama de Liam, con los pies colgando sobre el suelo frío. Él estaba recostado contra las almohadas, observándola con una mezcla de ternura y melancolía.

—Siempre quise ver París —murmuró Liam de repente, rompiendo el silencio.

Adriana giró el rostro hacia él, con una leve sonrisa.

—¿París?

—Sí. —Él asintió, con la mirada perdida en algún punto del techo—. No sé por qué, pero siempre imaginé caminar por esas calles antiguas, escuchar a algún músico tocando el acordeón en una esquina, comer un croissant en una cafetería diminuta.

Adriana lo miró en silencio, preguntándose cuántos sueños como ese nunca se cumplirían.

—Todavía puedes hacerlo —susurró.

Liam sonrió, pero la tristeza en sus ojos decía lo contrario.

—No, Adriana. Ya no.

Ella sintió un nudo apretarse en su garganta.

—No digas eso.

Liam desvió la mirada hacia ella y su expresión se suavizó.

—No quiero que te aferres a la idea de que hay más tiempo del que realmente tengo.

Adriana cerró los ojos por un momento, intentando calmar el dolor punzante en su pecho.

—No quiero hablar de eso.

—Pero yo sí.

Ella lo miró con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas.

Liam tomó su mano con suavidad, acariciando sus nudillos con el pulgar.

—Adriana, ¿qué harías si supieras que solo te queda un mes de vida?

Ella se tensó.

—No lo sé…

—¿Seguirías trabajando en este hospital?

Adriana bajó la mirada.

—No lo sé, Liam… nunca he pensado en eso.

Liam sonrió levemente.

—Yo lo he pensado muchas veces.

El silencio que siguió fue pesado, como si ambos estuvieran atrapados en una burbuja de tiempo que en cualquier momento podía estallar.

—Dímelo —susurró Adriana, aferrándose a su mano.

Liam respiró hondo.

—Si me quedara un mes de vida, quisiera vivirlo sin miedo. Quisiera reír sin preocuparme por el mañana, amar sin reservas. Quisiera escuchar mi canción favorita todos los días y pintar algo hermoso.

Adriana tragó saliva, sintiendo un ardor en el pecho.

—Y también… —Liam le dio un apretón suave a su mano—. Quisiera pasar cada segundo contigo.

Adriana sintió que el aire se volvía más denso a su alrededor.

—Liam…

—No llores, por favor.

Pero ya era tarde. Sus lágrimas cayeron silenciosamente mientras él la observaba con esa expresión de infinita ternura.

—Si me quedara un mes de vida, te prometería que lo haría valer —susurró Liam.

Adriana cerró los ojos, deseando con todas sus fuerzas que ese mes nunca terminara.

Pero ambos sabían la verdad.




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