Los días que nos quedan

Capítulo 28: Aflorando la Esperanza

El sol brillaba débilmente a través de la ventana, y por un momento, parecía como si el mundo se hubiera detenido. Adriana caminaba por el pasillo del hospital, con el corazón acelerado y la mente llena de incertidumbre. No sabía qué esperar hoy, no sabía si la esperanza era una ilusión que se desvanecería al final del día. Pero algo había cambiado. Algo en Liam había cambiado.

Cuando entró en su habitación, lo vio allí, sentado en la cama. Su rostro aún mostraba los signos de la enfermedad, pero algo en su postura, algo en su mirada, le dio una sacudida en el pecho. Liam estaba más erguido, su rostro menos demacrado, y sus ojos, esos ojos que siempre habían tenido un brillo especial, ahora reflejaban algo más. Algo que ella no había visto en semanas.

—Liam... —su voz tembló al pronunciar su nombre, un susurro de incredulidad.

Él la miró, una pequeña sonrisa curvando sus labios, y levantó la mano lentamente, un gesto tan simple, pero que ella sabía era un esfuerzo de voluntad.

—Hola, Adriana —dijo, su voz sonando más fuerte que en los últimos días. Aunque aún no estaba completamente recuperado, algo había cambiado en él. Algo que parecía indicar que, tal vez, las cosas no estaban tan perdidas como ella había temido.

Adriana sintió una mezcla de alivio y esperanza. No podía creer lo que veía, pero era real. La enfermedad de Liam había sido devastadora, y cada día era una batalla, pero ahora él parecía... diferente. Como si, por un momento, la muerte lo hubiera dejado en paz.

—Liam... ¿estás bien? —preguntó, acercándose a él, pero con una cautela que delataba la duda que aún habitaba en su corazón.

Él asintió con una leve sonrisa, una sonrisa tan genuina que casi la hizo llorar.

—No sé qué está pasando, Adriana. Pero me siento... mejor. Como si algo hubiera cambiado en mi cuerpo. —Su voz, aunque suave, llevaba consigo un tono de esperanza que hacía mucho tiempo no escuchaba.

Ella no podía dejar de mirarlo, su mente corriendo a mil por hora. ¿Era posible que la enfermedad de Liam, que había avanzado de manera tan feroz, se estuviera frenando? ¿Era posible que, por una vez, tuvieran una oportunidad?

—¿Mejor? —preguntó ella, incapaz de ocultar el asombro.

Liam asintió lentamente, luego rió suavemente.

—Sé que suena increíble, pero siento como si mi cuerpo estuviera reaccionando de alguna manera... como si todo lo que he estado luchando finalmente comenzara a ceder. No estoy completamente bien, por supuesto, pero... hay algo diferente. Algo que me dice que tal vez no todo está perdido.

Adriana no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Era posible que la esperanza regresara después de todo? Después de meses de sufrimiento, de días y noches llenos de incertidumbre, ¿podría realmente haber una posibilidad de que Liam se salvara?

Se acercó a él, tomando su mano con ternura, casi con temor de que el momento fuera solo un sueño.

—Liam... no sé qué decir. Esto... esto es un milagro. —Su voz era un susurro, pero llevaba consigo una mezcla de miedo y esperanza.

Liam apretó su mano con suavidad, pero con un toque que denotaba una firmeza que hacía tiempo no mostraba.

—No es un milagro, Adriana. Es solo... vida. La vida sigue. Y aunque no sé qué nos depara, quiero aprovechar cada momento que tengo, por pequeño que sea. Quiero que lo aprovechemos juntos.

El corazón de Adriana latía con fuerza, y por un instante, el dolor de la enfermedad de Liam pareció desvanecerse. Ella lo miraba, su mente luchando por comprender la magnitud de lo que estaba sucediendo. ¿Era posible que este fuera el comienzo de una nueva etapa para ellos? ¿Que la muerte, por fin, les hubiera dado un respiro?

—Juntos —repetía ella, con una sonrisa que, aunque temerosa, comenzaba a florecer en su rostro.

Liam, aún débil, intentó levantarse un poco más, pero su cuerpo no lo permitió. Sin embargo, su mirada se mantuvo firme, llena de algo que no había visto en semanas: una luz tenue, pero brillante.

—Quiero seguir luchando, Adriana. Por nosotros. —Sus palabras eran suaves, pero estaban impregnadas de una determinación que ella nunca había visto tan clara en él.

Adriana asintió, su corazón lleno de una mezcla de emociones. Sabía que el camino por delante no sería fácil, que la enfermedad de Liam aún estaba allí, acechando, pero por un momento, sentía que todo era posible. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió creer en la esperanza.

—Vamos a hacerlo, Liam. Vamos a luchar juntos. —Dijo ella, su voz temblorosa pero llena de amor.

El silencio llenó la habitación, pero no era un silencio pesado ni doloroso. Era un silencio de entendimiento, de aceptación de que la vida no siempre es justa, pero que, incluso en medio del dolor, la esperanza puede aflorar.

En ese momento, Adriana entendió lo que Liam le había dicho. Aunque el futuro seguía siendo incierto, había algo en su lucha, en su fuerza para seguir adelante, que les daba una razón más para seguir. Una razón para no rendirse.

Liam la miró a los ojos, y aunque sabía que no podía hacerle promesas que no podía cumplir, algo en su mirada decía que, mientras estuvieran juntos, todo sería posible.

—Gracias, Adriana. Por estar aquí, por darme la oportunidad de luchar.

—No me debes nada, Liam. Esto lo hacemos juntos.




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