Los días que nos quedan

Capítulo 35: La Última Canción

El cuarto estaba sumido en una quietud casi sagrada, como si el mundo mismo hubiese dejado de respirar. La luz de la luna entraba suavemente por la ventana, iluminando la figura frágil de Liam, acostado sobre la cama, con los ojos cerrados y los músculos débiles por la enfermedad. Los latidos de su corazón eran cada vez más lentos, pero sus ojos, aunque nublados, seguían brillando con una intensidad inquebrantable.

Adriana se encontraba a su lado, sentada en una silla, con la cabeza inclinada ligeramente hacia el frente. El silencio entre ellos había dejado de ser pesado y doloroso, y se había transformado en algo más profundo, un espacio lleno de amor callado y compartido, donde las palabras ya no eran necesarias. Sin embargo, en la quietud de esa noche, algo más estaba a punto de suceder.

Liam abrió los ojos lentamente, como si un destello de energía lo atravesara. Su rostro, tan demacrado por la enfermedad, parecía brillar con una paz que había alcanzado tras tantas batallas. Miró a Adriana, y aunque su cuerpo no respondía como solía, sus ojos seguían hablando, como siempre lo habían hecho.

“Adriana,” murmuró su voz rasposa, casi inaudible, pero con una ternura que ella conocía bien.

Adriana se acercó aún más, tomando su mano con suavidad, preocupada, pero también reconociendo esa mirada especial que Liam siempre le dedicaba. Sabía que algo importante iba a suceder.

—¿Qué pasa, Liam? —preguntó, con la voz quebrada, sin poder ocultar el temor de lo que sabía estaba por venir.

Liam, con un esfuerzo visible, levantó ligeramente la cabeza, sus ojos buscaban la suya con una mirada profunda, llena de emoción contenida. Tomó una respiración profunda, como si necesitara reunir toda su energía para lo que estaba a punto de hacer.

—Quiero... quiero cantarte una última canción —dijo, su voz apenas un susurro. A pesar de lo debilitado que estaba, había algo en su tono que resonaba con una fuerza inquebrantable. Era su último acto de amor, su último gesto de entrega.

Adriana no pudo evitar que una lágrima cayera por su mejilla. No podía decir nada. No sabía si estaba lista para eso, pero sabía que no podía detenerlo. Liam había sido su refugio, su alma gemela, y este gesto, por más doloroso que fuera, era su regalo final.

Con esfuerzo, Liam levantó su mano libre y buscó el pequeño cuaderno que siempre llevaba consigo, el que había usado para escribir canciones cuando su salud aún le permitía hacerlo. Lo sacó con delicadeza y, sin dejar de mirarla, comenzó a tararear una melodía suave, como si las notas se formaran en su mente con toda la serenidad que le quedaba.

Adriana no podía dejar de mirarlo. Cada nota, cada respiración entrecortada, cada palabra cantada de manera pausada, era una despedida, un adiós envuelto en melodía. La letra era sencilla, pero las palabras, tan cargadas de emoción, llegaron directo a su alma.

“Bajo este cielo, te dejo mi amor,
en cada estrella, en cada rincón,
aunque el tiempo se me escapa entre los dedos,
te amaré más allá de los recuerdos.”

La voz de Liam se quebró en la última estrofa, y Adriana, con el corazón hecho pedazos, entendió lo que esa canción significaba: era un adiós. Un adiós amoroso, lleno de promesas, pero también de aceptación. Sabía que su tiempo estaba llegando a su fin, pero con cada palabra, con cada nota, estaba diciéndole que su amor viviría en ella por siempre.

Cuando la última nota se desvaneció, Liam cerró los ojos, exhausto, y Adriana se inclinó hacia él, besando su frente con una dulzura infinita.

—Te amo, Liam... siempre te amaré —susurró con la voz quebrada, incapaz de decir mucho más. No había palabras suficientes para expresar lo que sentía en ese momento. No podía explicar lo que significaba esa canción, ese adiós tan profundo y lleno de amor.

Liam sonrió, una sonrisa que reflejaba paz, y aunque sus fuerzas ya no le permitían hablar, sus ojos, sus ojos lo decían todo. La última canción había sido su despedida, pero también su promesa eterna.

Adriana lo sostuvo entre sus brazos, como si el mundo pudiera detenerse en ese momento, como si el tiempo pudiera esperar un poco más. El amor que habían compartido, ese amor tan profundo, no moriría con él. De alguna manera, seguiría vivo, resonando en su corazón cada vez que recordara esa última melodía.

Y mientras el silencio caía nuevamente sobre ellos, con la última canción de Liam resonando en su alma, Adriana supo que, aunque él se fuera, su amor sería su mayor legado.




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