Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Prólogo

Con una sonrisa en su rostro, Crishcas contemplaba el rompecabezas de ocho piezas. Los Guerreros estaban perdiendo su astucia, pensó. El rompecabezas estaba colocado sobre una puerta que solamente se abría al deslizar las piezas en el lugar correcto. Habían muchos rumores sobre qué figura formaba y cuánto tiempo se tenía hasta que las alarmas comenzaran a sonar, alertando a todos los guardias de la prisión.

Escapar de la celda había resultado fácil, pues no eran los barrotes los que impedían el escape de los prisioneros sino el rompecabezas posicionado en la salida. 

El guardia responsable de su habitación acababa de salir, por lo que no tendría que preocuparse de que alguien más entrara durante las próximas cinco horas. Muchos criminales habían intentado escapar atacando al guardia y amenazándolo, jamás había dado resultado; lo único que tenía que hacer el guardia era esperar tres minutos o deslizar las piezas de una forma incorrecta para que otros diez guardias entraran e inmovilizaran al recluso. 

Algunos decían que el rompecabezas formaba varias figuras; pero solo una daba a la libertad. Se podían formar las 6 piezas del ajedrez, otros decían que eran los trece nahuales. Así mismo se tenían debates respecto al tiempo estimado para armarlo; unos decían que se tenía cinco minutos, otros, que se tenía tan solo uno.

Todos los rumores respecto a las figuras posibles eran ciertos; pero ninguno abría la puerta. La solución era bastante simple; cada pieza tenía una letra diminuta, visible tan solo para quien la buscara: “B-R-N-V-A-A-V-N”. Cada letra era la inicial de un color: Blanco, Rojo, Negro, Verde Amarillo, Azul, Violeta y Naranja, lo único que debía hacerse era ordenarlas en orden alfabético comenzando con los primarios en la primera fila, seguido de los secundarios y por último los neutros dejando un espacio al final. De manera que la combinación resultaba así:

AAR

NVV

BN

Por lo tanto, alguien que tenía en mente crear cierta figura, estaba condenado al fracaso desde el principio. Además, eran 16 los segundos que se tenían para finalizarlo. Así que Crishcas puso manos a la obra; ágil y rápidamente movía sus brazos deslizando las piezas en el lugar correcto hasta que finalmente sonó un “click” y la puerta se abrió un poco. Crishcas la empujó suavemente.

El pasillo estaba oscuro; los muros, hechos de roca. Parecía más bien una cueva que una prisión. La única luz provenía de una antorcha anticuada; el brillo era tenue. No se veía a nadie, por lo que salió intentando no hacer sonido; trotó silenciosamente por unos metros. 

Cuando había instalado los rompecabezas más de una década atrás había recorrido todo el lugar; se dio cuenta que fácilmente recordaba los pasillos, algo que no le sorprendió pues siempre había tenido buena memoria. De pronto, divisó un par de sombras que se movían y escuchó dos voces. Afortunadamente entre tantas desnivelaciones de la pared pudo encontrar un pequeño rincón en el cual se encogió lo más que pudo lamentando por primera vez su alta estatura; los guardias pasaron sin percatarse de su presencia. 

Esperó cerca de un minuto y comenzó a moverse de nuevo. Antes de que pudiera dar un paso más, lo vio un guardia que estaba detrás de él y mientras corría hacia él gritó entre enojado y sorprendido:

-¡Ajpache!

Era el grito de alerta. Al instante, otros diez guardias se le unieron corriendo hacia Crishcas pero éste era más rápido así que se adelantó completamente resuelto a no regresar. Llegó a la puerta, la única que no tenía rompecabezas, la jaló haciendo que sonara un fuerte rechino; salió y la cerró con fuerza; al hacerlo se bloquearon los gritos de los guardias y el ruido que habían hecho sus pisadas.

Jadeando, mantuvo sus manos en la puerta por unos segundos más, luego las relajó y comenzó a reírse de alivio. Aún con la sonrisa en los labios, giró…solo para encontrarse con Alexandria y una docena de guardianes detrás de ella. Todos lo contemplaban con aire tranquilo. Crishcas dejó de reírse y cayó sobre sus rodillas. ¿Escapar de la celda? Sencillo; ¿Escapar de guardianes? Fastidioso; ¿Escapar de un Alfil? Imposible. Crishcas sabía que el creer que tenía oportunidad de huir de Alexandria no era optimismo, era locura.

-Esto es todo, – dijo resignado. – Bien. Llévenme.

-¿Cuándo fue la última vez que te diste un baño? – preguntó Alexandria, su tono era como si estuviera haciendo una pregunta que hacía todos los días.

A Crishcas no le sorprendió nada esa preguntara y como si no tuviera nada que esconder comenzó a intentar recordar.

-No estoy seguro… - dijo viendo hacia arriba queriendo recordarse - ¿Qué día es hoy? - contó con los dedos, - hace unas tres semanas aproximadamente.

-Así que… No te has dado cuenta.

Crishcas la miró confundido. Hubo un momento de silencio mientras se contemplaban mutuamente. Crishcas deseando saber a qué se refería y Alexandria esperando que él lo dedujera. De repente él abrió los ojos con la idea que le vino a la mente.

-¡No! ¡No! ¡No! ¡Eso no! – exclamaba una y otra vez mientras trataba con desesperación de quitarse la manga, cuando finalmente lo logró, vio que había una fina línea blanca que rodeaba sus muñecas- ¡¡¡NO!!!

-Bienvenido al Imperio Blanco, ahora eres uno de los dieciséis Guerreros, – fue lo único que dijo Alexandria. 



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En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

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