Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Capítulo 3

La vena palpitante se hacía presente en la frente del Rey. El ruido no le dejaba escuchar sus propios pensamientos. Las personas golpeaban botellas desechables unas con otras; tambores e incluso hasta sartenes se oían retumbar. Había ciudadanos que llevaban la bandera de su país, otros alzaban letreros con todo tipo de mensajes: “Renuncia ya”, “Ladrones”, “Corruptos”, “No te toca”, “Por el futuro de mis hijos, FUERA” y otros. Además de todos los golpes, la gente hacía sonar silbatos, gritaba imprecaciones o cantaba su himno nacional. El ruido era insoportable. Algunas personas habían incluido a sus perros para que llevaran mensajes sobre el cuerpo. Mensajes que denotaban inconformidad y enojo ante el gobierno.

Junto al Alfil Alexandria y la Torre Ronnman, el Rey estaba en medio de esa multitud. Todos veían hacia la misma dirección, a un gran edificio de color gris al que le precedían 10 columnas. Era la municipalidad de la ciudad, el lugar en que el Alcalde y sus empleados intentaban soportar aquel sonido. Los negocios habían cerrado ese día, inclusive las escuelas habían cancelado actividades, la gente obligaba a los restaurantes a cerrar sus instalaciones y unirse a ellos en su protesta. 

El uniforme de los Guerreros llamaban la atención momentáneamente de aquella enfurecida multitud, así que el Rey y sus piezas podían observarlo todo sin que nadie los molestara. 

El Rey se giró para encaminarse fuera de la muchedumbre, pero inmediatamente chocó contra el propio Ronnman; el Rey se tambaleó, frunció el ceño e hizo señas a las dos Piezas Mayores para que lo siguieran. Intentaron abrirse paso entre los habitantes hasta salir por un costado. No se detuvieron, siguieron caminando hasta llegar a los escalones de un edificio al otro lado, en donde podían hablar y ser escuchados sin perderse nada de lo que sucediera con la gente de la ciudad.

-No te ofendas, –le dijo el Rey a Ronnman una vez que pudieron comunicarse. – Pero odio el enroque.

-No me ofende, – fue la respuesta indiferente de Ronnman.

Alexandria reprimió una sonrisa. El enroque era un término que se usaba para denominar una de las defensas más eficaces; consistía en que el Rey era protegido por la Torre. Sin embargo, esto siempre limitaba sus propios movimientos. A lo largo de la historia se sabía que a ningún Rey le había gustado particularmente esta defensa.

-Detesto esto, – continuó diciendo el Rey. No dejaba de contemplar a los ciudadanos golpeando y gritando. Las calles y parqueos estaban abarrotadas de gente. El parque tenía varios árboles detrás de bancas de piedra en que las personas estaban de pie en ese momento. El color predominante en días cotidianos de ese lugar era el gris, pero en ese momento era el blanco y el celeste, la gente iba vestida con esos colores, los colores de su bandera nacional. - ¡Cinco escaques! – Exclamó - ¡Detecté esta clase de protestas en cinco escaques! ¡¿Qué está sucediendo?!

-Son manifestaciones pacíficas, – observó Ronnman con los brazos cruzados, también contemplando a la gente. – No he visto ningún acto de violencia, a excepción de los golpes con los objetos que traen. Tengo entendido que los ciudadanos planearon este día con el objetivo de hacerse escuchar, pero sin herir a nadie. Años atrás cuando también hubo una de estas manifestaciones la situación fue más violenta, los militares hicieron fuego contra los civiles y viceversa. Creo que este mundo está mejorando.

Alexandria guardó silencio, sabía lo que el Rey diría a continuación:

-Ronnman, quiero que te fijes muy bien. – Ronnman lo hizo, sin saber exactamente qué tenía que observar. – La gente está pidiendo la renuncia de su líder, un líder que ellos escogieron. Independientemente del resultado, si el líder renuncia o no, al terminar el día esto no habrá sido una victoria. Esta clase de situaciones no son motivos para celebrar, todo lo contrario. Y realmente, no me importa si el mundo está peor o mejor que antes, lo que me importa es el ahora y ahora no me gusta lo que veo así que haré lo que sea por cambiarlo.

Ronnman asintió seriamente.

-Aunque también es importante encontrar la esperanza que necesitamos para poder hacerlo, – opinó Alexandria señalando a una familia que estaba repartiendo agua y comida a los policías que vigilaban la zona. Una escena que hubiese sido imposible ver en años anteriores.

-Sí, sí ,– musitó el Rey acariciándose la barba en un gesto pensativo observando lo que Alexandria había indicado. -Pero me temo que hay más malas noticias. Se han reportado protestas de ésta índole en el escaque Geillia 6.

-¡Eso es imposible! – expresó Ronnman con tono sorprendido.

El Rey asintió su cabeza con pesar. – Es verdad. Pobre Rupert. Si estas manifestaciones se presentan también con los Angelinos, sabremos que estamos perdidos. - Terminó con un suspiro. Hizo una pausa y continuó: - Ronnman, quiero que acompañes a la Reina, irán con el Gobernador Rupert. Alexandria, – añadió girándose para hablar con su Alfil, - Bynner está en la capital de éste país, quiero que vayas con él para inspeccionar. 

Ambas Piezas Mayores asintieron. El Rey no les hizo comentario sobre sus propios planes ni ellos preguntaron. Así que girando sobre sus talones, el Rey chocó contra Ronnman de nuevo; era como tropezarse contra una pared. Gruñó y musitó: – detesto el enroque. – Buscaron un lugar para que viajaran los tres sin ser vistos por nadie. El Rey y la Torre de regreso a la Fortaleza y Alexandria a la capital.



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En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

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