Los Guerreros aterrizaron sobre tierra mojada. A un lado había una gran laguna y al otro, un bosque. Jerome les había dicho el nombre del lugar en que el General Waito residía, pero como el General siempre lo esperaba afuera, Jerome nunca había entrado. Sin embargo, como Kháli y los demás iban a aparecer de improviso, debían encontrar la manera de ingresar..
-¿El General Waito se encuentra aquí? – preguntó Bynner con extrañeza, – no se ven casas ni residencias de ningún tipo.
-Según mi padre, nadie vive cerca de aquí, – repuso Kháli, – al menos no arriba. El General Waito vive en el interior de la laguna.
Todos giraron a contemplar el agua que reflejaba la luz de la luna y el cielo oscuro. Estaba completamente desierto. Tan solo los ruidos de los insectos eran escuchados constantemente. Ninguna pisada, ningún suspiro, nada podía ser escuchado además de los sonidos hechos por los Guerreros.
-¿En serio estás sugiriendo que tenemos que sumergirnos ahí? – preguntó Rochelle con un tono que insinuaba que no había manera en que ella lo haría.
-Estamos en la cima de un volcán extinto,– explicó Kháli. – El General se encuentra al fondo del volcán. Entonces sí, tendremos que sumergirnos.
Todos reflexionaron por un momento.
-Bien, iré primero, – dijo Ronnman comenzando a caminar.
-¡Espera! – exclamó Rochelle - ¡Tenemos que pensarlo un poco más! ¿Siquiera sabes nadar?
Una pregunta tonta, todos los Guerreros sabían nadar pues de vez en cuando tenían entrenamientos bajo agua.
-¡Por supuesto que sabe nadar, Rochelle! – Kháli perdía la paciencia - ¡Es una Torre! ¡Todos los Guerreros sabemos nadar!
-No la culpes, – dijo Bynner con una sonrisa. – A los Caballeros de por sí, no nos gusta el agua.
Alan miraba la laguna, reflexionando e ignorando la plática de los otros. – Es agua que está en el lugar de la lava, A los turistas se les prohíbe entrar al agua, no solo por el hecho de que se considera un lugar sagrado sino también porque es muy peligroso. Si alguien entrara, habría una corriente de agua que jalaría a esa persona hacia abajo, si la persona tratara de mantenerse a flote se ahogaría rápidamente. Es imposible que alguien pueda subir toda esa distancia. Debe haber una clase de mecanismo que sube y baja a voluntad del General.
-Entonces iré a buscarlo, – reiteró Ronnman.
Kháli miró a la Torre dirigirse al agua. -En caso de que sientas que te hundes, nada dirigiéndote hacia la orilla. No intentes nadar hacia arriba.
-Entendido, – dijo Ronnman pisando el agua con sus enormes pies, creando un pequeño sonido de chapuzón. Lentamente, probando el suelo, se encaminó hacia el centro. Los demás Guerreros sostenían la respiración mientras veían a la Torre sumergirse poco a poco. El agua le llegaba al pecho cuando dio un paso y súbitamente se hundió; su cabeza desapareció bajo el agua.
Los guerreros ahogaron un grito y Rochelle vociferó:
-¡RONNMAN!
Instantes después, la cabeza de Ronnman volvió a aparecer y jadeando se sostuvo de algo invisible para los demás. Completamente empapado subió y el agua le volvió a llegar al pecho.
-Estoy bien, – aseguró, – hay una clase de suelo aquí - dijo viendo hacia abajo y pisándolo.
-Qué alivio, –dijo Rochelle, todos los Guerreros suspiraron. – Tú sigues, - añadió empujando a Kháli con el hombro.
Kháli bufó. Cuidadosamente sumergió sus pies en el agua fría, estremeciéndose cuando le llegó a la cintura. Antes de llegar con la Torre, sintió la corriente atrayéndola hacia abajo; rápidamente Ronnman la sostuvo con su poderoso brazo pues mientras el agua le llegaba al pecho a él, cubriría a Kháli por completo.
-Mi turno, – Alan llevaba una mochila, la sostuvo sobre su cabeza y comenzó a caminar el mismo recorrido. Cuando llegó al suelo, el agua llegaba a su cuello.
-Vamos, – Bynner le dio un suave empujón a Rochelle quien se estremeció y se mordió el labio.
Kháli vio cómo ambos se despidieron temporalmente de sus respectivos caballos a los que dejaron sueltos, los Caballeros los respetaban mucho como para atarlos; tampoco utilizaban cuerdas, látigos ni silla; siendo muy inteligentes, los caballos podían escapar si la situación así lo demandaba. Relincharon un poco incómodos al ver a sus compañeros alejarse y sumergir sus piernas en el agua. Cuando se acercaron a los que ya estaban en el centro de la laguna, Rochelle quien iba delante de Bynner, se resbaló y con un grito se hundió. Ronnman logró sujetarla y levantarla de nuevo.
Tiritando, Rochelle se aferró con brazos y piernas a la Torre. Kháli lanzó una carcajada.
-¡No es gracioso! – exclamó Rochelle indignada.
-No exageres – dijo Kháli con la sonrisa en los labios.
-¡Tú no estuviste a punto de morir ahogada por Fausto!
Kháli se estremeció. Los Peones que habían sido encadenados en la tierra de los Foiloks habían tenido secuelas emocionales después de eso.
-Debiste ir al psicólogo, – murmuró Alan mientras Bynner se acercaba. – Diana y los demás fueron. Ahora nadan sin problemas.
Editado: 08.06.2024