Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Capítulo 6

El viaje de regreso a la superficie fue silencioso. Cada Guerrero ponderaba sobre lo que había escuchado; no estaban seguros de si su viaje había sido un éxito o un fracaso. Tenían más información sobre los Terrorianos, pero no la suficiente.

Cabizbajos, llegaron a la Fortaleza justo cuando estaba amaneciendo. Lyonel estaba de pie en la entrada que ellos habían escogido. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, dijo:

-Los esperan para una reunión. – Los Guerreros asintieron su agradecimiento y se dirigieron a donde estaban sus compañeros. – Ninguna reunión urgente en tres años y dos reuniones urgentes en un día, – murmuró Lyonel cuando se hubo quedado solo, mientras veía el sol saler, – Y ni siquiera tiene algo que ver con el Imperio Negro ¿Cómo será cuando el momento de la Guerra llegue?

Los Guerreros fueron recibidos por completo silencio; todas las miradas se posaron en ellos y no los abandonaron ni cuando estuvieron sentados en sus respectivos lugares. Kháli rápidamente notó la ausencia del Alfil Crishcas, pero antes de poder preguntar, el Rey habló.

-¿Y bien? – inquirió.

Bynner compartió la información que averiguaron después de dar un resumen de cómo habían llegado con el General Waito.

-Así que solo me dará la información a mí, – musitó el Rey pensativo.

-Y ese libro fue el que comenzó todo, – dijo Reff. – Ninguno de nosotros lo hubiera podido imaginar.

La ausencia de Billmorzei fue notada con aire sombrío. Tras un momento, el Rey dijo con determinación:

-De acuerdo, saldremos dentro de dos horas para reunirnos con el General.

-¿Todos? – preguntó Danna perpleja.

-Sí. El General Waito luchó solo, pero yo no planeo hacerlo. Después de que me diga lo que hizo, no perderemos tiempo y trazaremos un plan ahí mismo. Por ahora, descansen. 

La voz de Ronnman era grave cuando preguntó: -¿Qué hay de Crishcas?.

Kháli notó al Rey mirar a Alexandria en esos momentos. La expresión del Alfil era indescifrable. El Rey suspiró. - No se preocupen por él.

Los Guerreros supieron que la reunión había finalizado y se levantaron, sintiendo la tensión en su espalda y cuello, los ojos y extremidades cansados.

El primero en lanzarse a los brazos de Kháli fue Jim.

-¿Estás bien? – preguntó examinando su cuello de una forma nada discreta.

-Estoy bien, – respondió ella. Ya no sentía dolor. 

Cai no le creyó, pero solo frunció el ceño. Comenzaron a dirigirse a uno de los jardines.

-Cuando llegamos y ustedes no estaban, el Rey supo que algo importante había sucedido – explicó Cai. – Ninguno de los tres primeros grupos de búsqueda encontró algo. Despertaron a Lyonel por explicaciones, pero no sabía nada…

-Yo fui a ver a Lupita, – continuó Jim, – Jerome me dijo todo y corrí para avisarle a los demás; desde entonces el Rey nos ordenó estar en la sala de reuniones esperándolos; estaba convencido de que traerían información.

Kháli asintió. Lupita era la hermana menor de Jim; los padres de Kháli cuidaban de ella como a una segunda hija. Cuando Jim estaba en la Fortaleza, Lupita dormía en su dormitorio, aunque la mayor parte del tiempo estaba en la casa de Kháli.

-¿Qué harán ahora? – preguntó Diana cuando los vio dirigirse a la salida.

-Iré a visitar a Lupita de nuevo, – dijo Jim; – no estuve mucho tiempo con ella.

Diana asintió, – yo iré a dormir. Creo que los demás Guerreros lo harán también. Aunque sea solo por dos horas creo que ayudará mucho, – dijo restregándose los ojos y bostezando, incluso cuando lo hacía, su boca pequeña no se abría mucho. - ¿Irás a dormir? – le preguntó a Cai.

-No. Acompañaré a Kháli a su casa.

Diana se encogió de hombros y con un “buenas noches” se alejó del grupo.

Jim miró con recelo a Cai.-¿”Acompañaré a Kháli a su casa”? ¿En dónde estamos? ¿Planeta Tierra?

-Cállate.

Kháli reprimió una risa. Salieron de la Fortaleza para encontrarse con que el pueblo ya estaba empezando sus labores diarias. Las conversaciones de los habitantes, el ruido de las carretas y el graznido de los pájaros hacían que los Peones se tranquilizaran pues sus mentes eran desocupadas de las preocupaciones al ser inundadas por sonidos tan triviales. 

Jim se adelantó un poco mientras Cai y Kháli se quedaron atrás.

Cai miró el cuello de ella. - ¿De verdad estás bien?

Kháli sonrió ante la preocupación de su amigo. - De verdad. Ya no me duele.

Después de un momento él dijo: - Desearía haber ido con ustedes…

Ella asintió. Sabía exactamente a qué se refería él. - Es extraño. Sé que debemos ir a misiones por separado… pero… - desearía siempre estar al lado de todos sus amigos Peones, pensó.

-Casi extraño la época en que huíamos de Fausto. 

Kháli sonrió. - Sí, al menos estábamos juntos todo el tiempo.

Caminaban con poca distancia entre ellos. De todos los Peones, Kháli se sentía más allegada a Jim y a Cai. Jim había sido su amigo desde la infancia, por lo que ese amor fraternal siempre estaría ahí de forma invariable. Con Cai era diferente. No sabía muy bien cómo explicarlo, se sentía en confianza y nerviosa a la vez, como si no quisiera hacer algo que pudiera desagradarle. Se preguntaba si él sentía lo mismo; el hecho de que buscara su compañía y lamentara cuando debían ir a misiones por separado le decía que se sentía bien a su lado, pero no era secreto que él se mostraba más abierto y se inclinaba por la cercanía de Diana.



#3337 en Fantasía
#4066 en Otros
#441 en Aventura

En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.