Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Capítulo 7

Imposible describir la desesperación silenciosa que reinó en las próximas semanas, no solo de parte de los Guerreros sino también del resto del pueblo. Las Piezas Mayores viajaban continuamente; los Peones cansados ya de preguntar e insistir se mantenían en la Fortaleza, sin poder hacer nada ya que no podían salir del escaque sin el permiso de su Rey. Se mantenían en movimiento solo para verificar a cada hora el estado de los Reyes el cual permanecía invariable. Alan no había salido de su dormitorio desde el día en que cayeron inconscientes ni siquiera para ir a ver a su padre.

-¿A dónde vas? – preguntó Cai un día deteniendo a Diana al sujetarla de la mano.

-Me preocupa, – su dulce voz expresaba su preocupación. Señaló la puerta de Alan. – Debo ver si necesita algo.

-Lo que él quiere es estar solo.

-Pero él es el sucesor del Rey…

-Y tal vez merezca nuestra consideración cuando se comporte como uno.

-Cai… - Diana quiso retirar su mano ante esas palabras. Sus suaves intentos fueron inútiles. Agobiada, dejó caer los hombros y permitió que Cai la alejara de la puerta de la habitación.

El General ni siquiera accedió a ver a los Guerreros sin la presencia del Rey. Tampoco había noticias de Crishcas y Billmorzei no había aparecido en todo ese tiempo. 

Los Peones, malhumorados, se quedaban en el escaque intentando estudiar teoría o practicando sus habilidades, entrenando entre ellos. Mientras, el estado del resto de los escaques empeoraba. Continuaban llegando noticias sobre los efectos de la liberación de los Terrorianos. Guerras incrementaban. Encarcelaban a los líderes. Había disparos en centros educativos e implantación de bombas en centros comerciales.

Y los soldados supuestamente más poderosos del Universo se sentían más que inútiles.

-¿Tienes algo que ver en todo esto? – preguntó Julian una noche en que Alexandria y él estaban solos en la habitación de ella. 

-¿A qué te refieres? – preguntó ella sin curiosidad.

Julian se acarició las sienes haciendo que su cicatriz se moviera de forma extraña.

 -Planeaste casi todo lo que ocurrió con Fausto, – musitó a modo de explicación, como temiendo que alguien los escuchara. - ¿No son los Terrorianos parte de un nuevo plan?

-No, – dijo ella en tono casual. Julian no sabía si creerle. Ella comenzó a acariciarle su cicatriz con el dorso de la mano hasta que alguien afuera tocó la puerta.

Alexandria se levantó de su lecho y la abrió encontrándose con Alan. Jadeante, con los ojos rojos y su tez colorada, él dijo: -Necesito pedirte un favor.

Alexandria comprendió al momento lo que le había sucedido al joven Peón y respondió: -Eres el sucesor del Rey, no necesitas pedir favores. Ordena y serás obedecido.

Diez minutos después, Alexandria se encontraba en su dormitorio. No había salido desde que Alan se retiró acompañado de Julian. Sentada en una mesa que tenía frente a su cama, escribiendo una larga carta sintió la presencia de Billmorzei detrás de ella, ignorándolo continuó con su escritura.

-No pienso darles el libro amarillo, – advirtió él con tono resuelto. Su túnica se mecía sin hacer ruido.

Alexandria continuó con su escritura y no levantó la mirada. - Sé que no lo tienes. Al menos ya no.

Hubo un momento de silencio, luego Billmorzei se acercó y lentamente se sentó frente a la Alfil. Con los ojos entrecerrados y su voz llena de sospecha, preguntó titubeante: -….¿Sabes lo que está ocurriendo?

-Lo deduje, – fue su simple respuesta.

Él no lo creía. -¿Desde cuándo? 

-Desde que supe cómo Kháli consiguió el libro para ti.

Billmorzei tragó. A pesar de ser la personificación de la muerte, tenía muchas reacciones humanas.

-Entonces entenderás que no dejaré que intervengas, – su tono era casi brusco.

Por primera vez Alexandria lo miró a los ojos, su expresión era severa. -Los Terrorianos han atacado a los Guerreros Blancos, han dejado gravemente herido al Rey y por su culpa la Reina está inconsciente, – bajó la vista de nuevo. – Mi “intervención” fue inevitable desde el momento en que decidiste quitar el libro de su lugar.

Billmorzei se quedó en un silencio sombrío. Alexandria reanudó la escritura de su carta. - Solo tengo una pregunta, - dijo después de unos momentos. - ¿El Imperio Negro está involucrado? -Él permaneció callado. Ella sonrió.

Billmorzei sacudió la cabeza molesto. – No quieres meterte conmigo, Alexandria. No puedes ganarme. Puedo sentirlo. Presiento que el final se acerca. 

Alexandria lo contempló en silencio, su mirada más grave que antes. Él no dió más información y se desvaneció con una expresión amenazante en su rostro.

Alexandria lo pensó un poco. Abandonó su carta, salió de su habitación y se dirigió a la de Kháli. La Peón estaba despierta, ni siquiera con ropa de dormir, no había dormido en la casa de sus padres desde que encontró a Fraiton debajo de sus sábanas, pero tampoco había podido dormir en la Fortaleza. Así que Alexandria encontró a su discípula contemplando el techo de su dormitorio.



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En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

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