Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Capítulo 9

-¡De ninguna manera! – exclamó Cai al siguiente día. Los tigrerinos seguían durmiendo. Todos los Guerreros ya habían despertado, cada uno alistándose para seguir el camino ya que los zoomorfos no habían llegado.

Jim lo miraba entre molesto y ofendido, -¡¿Por qué no?!.

-¡Porque son carnívoros, idiota!

-¡Ya no intentarán comernos!

Bynner se acercó a los dos muchachos que estaban discutiendo ruidosamente.

-¡Bynner! – urgió Cai - ¡Dile a Jim que no puede llevarse a ningún tigrerino! ¡Es una estupidez!

Bynner abrió los ojos asombrado y no tan disgustado con la idea como lo esperaba Cai, quien se dio cuenta, lo estaba considerando.

-¡Oh, por todos los cielos! – exclamó Cai - ¡¿Tú también?! ¡No podemos llevarlos! – luego giró de nuevo a Jim. - ¡El Rey ha prohibido el ingreso de toda clase de criaturas que no sean caballos!

Era cierto; el Rey no estaba en contra de la afición que tenían los Caballeros con los animales, pero a veces podía resultar un fastidio ya que llenaban el escaque con diferentes criaturas y como se negaban rotundamente a mantenerlas en cautiverio, los aldeanos se veían molestados y atemorizados continuamente. Así que el Rey no tuvo más opción que prohibir esa clase de coleccionismo.

-…El Rey está inconsciente, – musitó Jim de forma apenas audible.

Diana y Julian se acercaron al pequeño grupo.

-Cai tiene razón, muchacho, – dijo Bynner después de un momento, asentía como para convencerse a sí mismo también. – Comparto tu entusiasmo y también quisiera llevarme a uno de ellos, pero son peligrosos para nuestro pueblo y el Rey no admite siquiera un perro, no quiero causarle un disgusto cuando se despierte y encuentre a una de estas magníficas bestias aterrorizando a los aldeanos...

Jim estaba a punto de replicar, se detuvo al ver aparecer un pequeño punto rojo luminoso en el pecho de Bynner.

-¿Qué es eso? – preguntó justo cuando otro punto apareció sobre el pecho de Cai. 

Instantes después decenas de puntos abarcaban la parte frontal de todos los Guerreros y se dieron cuenta de que eran láseres rojos que los estaban apuntando. Rápidamente se colocaron las caretas de modo que su rostro estuviera a salvo. Cuando siguieron la trayectoria de las luces, vieron a varios individuos sosteniendo rifles y pistolas de diversos tamaños; habían entrado sigilosamente por el agujero del techo y estaban en ese momento sobre soportes arriba.

-Zoomorfos, – dijo Bynner en tono bajo.

Si los Peones no hubieran estado en ese escaque, no hubieran podido reconocer diferencias entre esas criaturas y los humanos. Los individuos estaban vestidos de color negro, con botas altas, guantes y máscaras, por lo que no podían ver sus rostros. Las máscaras, que parecían hechas de cuero, tenían dos lentes oscuros por los que los zoomorfos miraban.

-Somos Guerreros Blancos, – introdujo Bynner con su cabeza alzada y alternando su mirada buscando a cualquier líder.

-No me digas, – dijo uno que estaba justo enfrente de ellos su tono era indiferente. Era el único que no tenía su arma apuntándolos.

-Vimos que el volcán hizo erupción, – continuó Bynner fijando su atención en el personaje, – queremos ayudarlos.

-Llegan tarde, ya no necesitamos ayuda, – respondió el mismo individuo. – Los sobrevivientes están a salvo. Nuestro mayor problema ahora es que “Guerreros Blancos”, – dijo con tono sarcástico, – quieren llevarse a animales que no les pertenecen.

-Oh, si te refieres a los tigrerinos, solo estábamos bromeando, – aseguró el Caballero Blanco; – además, no venimos precisamente por el Volcán. No sé si han escuchado de seres llamados Terrorianos.

Hubo un murmullo entre los zoomorfos que se detuvo cuando el mismo dijo: -No conocemos tales nombres.

-Pues fueron ellos los que hicieron el desastre que ahora es su pueblo y si no los detenemos, causarán más.

Hubo otro murmullo, esta vez más prolongado. El que parecía el líder no prestaba atención a sus compañeros, mantenía su postura fija frente a los Guerreros. Por último, alzó su arma y apuntó a Julian, un nuevo punto rojo apareció en el Caballero marcado, quien por no ser un Guerrero, no contaba con uniforme ni careta. El punto rojo brilló sobre su mejilla cicatrizada.

-Tú, – dijo el zoomorfo. – Eres realmente feo…

El corazón de los Peones dio un salto ante las palabras tan hostiles. Con aparente calma, Julian respondió: -Quítate la máscara, acércate y dímelo a la cara.

Sin vacilar, el zoomorfo descendió ágilmente de donde estaba, utilizando las cortinas para deslizarse, caminó hasta ellos y mientras se quitaba la máscara, repitió:

-Tú…eres realmente, – descubrió su rostro, – feo.

Los Peones reprimieron su deseo de retroceder y hacer una mueca de asco. El zoomorfo era una de los seres más feos que hubieran visto. Su cara parecía una masa gelatinosa rosada; sus ojos eran dos agujeros completamente negros; su mejilla y nariz colgaban creando una apariencia grotesca.

Julian sonrió y sacudió la cabeza. – Blob Fisher, – dijo alzando la mano a la vez que el zoomorfo parecía devolverle la sonrisa, se saludaron con afecto y rieron. 



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En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

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