Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Capítulo 24

Kháli creía que si en esos momentos pudiera echarle un vistazo a su corazón, lo encontraría totalmente negro y expulsando borbotones de pus. Mientras caminaban hacia la salida de la enorme ciudad, sentía un gran peso en los hombros. La hermosura del cristal de los edificios no podía ser apreciada por ella en esos instantes.

No había cura, no había tratamiento, no había recuperación, no había esperanza. Sabía que se dirigían para castigar a los criminales, pero sentía que era una batalla perdida. 

Estaba anocheciendo, caminaba rápidamente al lado derecho de Crishcas; Reff iba a la izquierda. Ninguno pronunciaba palabra. Las calles de la ciudad estaban desiertas a pesar de que aún había luz del día y el reflejo de los cristales aumentaba la luminosidad. 

Los Peones caminaban cabizbajos.

-¿A dónde vamos? – preguntó Kháli rompiendo el silencio. -¿A qué escaque iremos?

-A ninguno.

Reff y Kháli miraron confundidos al Alfil. - ¿A qué te refieres con “ninguno”? – preguntó ella.

-Iremos al mercado blanco.

-… ¿El-el mercado blanco? – balbuceó Kháli, - ¿Podemos hacer eso?

-No tenemos el permiso de los Reyes, - observó Reff inseguro.

-Los Reyes están inconscientes, - reiteró Crishcas.

-Eso ya lo sabemos, – dijo Kháli, - y…viajar entre escaques es una cosa, pero… ¿ir al mercado blanco?... ¿Alexandria sabe que es allí a dónde iremos?

-Claro que lo sabe. Escuchen, debemos apresurarnos, tenemos que estar fuera de la ciudad antes de que anochezca.

-¿Por qué tanta prisa? Esto ya es una derrota.

-Ya escuchaste a Alexandria, hay que impedir que otros sean intoxicados.

Kháli refunfuñó. -Ya no podemos curar a los demás…

-…Puede que encontremos una manera, - dijo Crishcas después de un momento.

Los Peones lo miraron asombrados. La mirada de Kháli se iluminó.

-¿De verdad crees eso? ¡¿Podemos curarlos?!

-En el mercado blanco se puede encontrar de todo, tal vez haya algo proveniente de otro escaque que los ayude.

-¿Y por qué Alexandria no lo mencionó? – preguntó molesta.

-Kháli, tenemos que encontrar a los criminales y prevenir que la droga sea esparcida. Además, ni siquiera sé el nombre de la cura ni dónde encontrarla…

-Entonces ella cree que no es probable que los salvemos, - dijo más enojada aún.

-Ella sabe que es una escasa posibilidad. No quería ilusionar a los Sfinxers.

Kháli se mantuvo en silencio y apresuró el paso determinada. Silenciosamente se hizo la promesa de salvar a los Sfinxers, se dijo que esa sería su prioridad. - ¿Dónde está este mercado? 

-El mercado no es un mundo, es una vía que recorre varios escaques y dimensiones; solo hay una forma de llegar, por el momento. Aquí estamos, – dijo cuando dejaron atrás los enormes edificios. Estaban en una carretera de color azul, frente a ellos se presentaba el horizonte con el sol ocultándose lentamente. Crishcas prosiguió con su explicación: – El mercado blanco fue creado hace mucho tiempo por los habitantes del segundo escaque de la dimensión Beillia. Cuando su mundo murió, los sobrevivientes encontraron una ruta en donde su tierra era intermediaria, la ruta comienza en el Imperio Negro y termina en el Planeta Tierra, sin embargo también tienen que pasar por aquí. Los Sfinxers construyeron esta carretera lejos de la ciudad para los traficantes del mercado blanco.

-¿Por qué los Sfinxers los ayudarían? – preguntó Reff.

-No querían; pero los traficantes pasaban por aquí de todas formas, así que llegaron a un acuerdo. Esta carretera es de uso especial para los traficantes, mientras dejen a los Sfinxers en paz y no se metan en la ciudad.

Kháli miró de un lado a otro; no había nada, ningún “traficante” de los que Crishcas hablaba.

-¿Qué se supone que estamos esperando? ¿Un taxi que nos lleve?

-Los traficantes suelen pasar por esta carretera de noche. Ellos nos llevarán.

Los tres miraron cómo lentamente el sol descendía llevándose con él luz y la penumbra sumergía todo en la oscuridad. Los edificios parecieron tener brillo propio, suficiente para iluminar las calles y el cielo. 

Justo en el momento que el último rayo de luz desaparecía, se escuchó a su izquierda risas estruendosas y algo deslizándose en el asfalto; de pronto la carretera se llenó con decenas de transeúntes que patinaban hablando y riendo sin parar.

Los Peones contemplaron maravillados a los traficantes pasar; parecían ser humanos excepto que no utilizaban ningún artefacto para patinar; lo hacían tan solo con sus pies y sus zapatos que no tenían ni una rueda, sacaban chispas al deslizarse. 

Sus rostros estaban cubiertos por una tela rectangular gris que tenía dos agujeros por los que miraban y un tercero que mostraba su boca. Las chispas que creaban eran la única iluminación de la carretera. A los Guerreros se les dificultaba un poco mirar a los viajantes entre tanta oscuridad que cubría esa parte fuera de la ciudad.



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En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

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