Debía correr. Debía huir. No podía enfrentarse al Guerrero Negro que estaba frente a ella.
Kháli parecía estar clavada en su lugar.
-Sé lo que estás pensando, - dijo la voz, - piensas: “debo escapar. ¡Huye! ¡No puedes luchar contra él”, – rió suavemente. - No sentiste eso la primera vez que nos vimos ¿o sí?
Entonces Kháli recordó dónde lo había conocido. Sintió que se estremecía al decir: - eres el Alfil Negro. – Reconoció al hombre con el que había jugado utilizando los palillos chinos en el festival de los Mayalles. Entonces había creído que se trataba de uno de ellos, ¿cómo no se dio cuenta de que era un Guerrero? Repasó la escena en su mente una y otra vez, buscando algo que lo hubiera delatado.
El Alfil Negro se rió por tercera vez. Al igual que Reff, parecía leer sus pensamientos a la perfección. - Así es, en verdad me divirtió que estuvieras conmigo todo ese tiempo completamente inconsciente de que tenías a tu enemigo en frente…
Kháli se mordió el labio. En otras circunstancias el hombre frente a ella sería cualquier cosa excepto intimidante. Era tan delgado que llegaba a ser escuálido, su cabello oscuro casi llegaba a sus enormes ojos con grandes ojeras debajo de ellos. Su tez era blanca pálida. Parecía estar al borde de la muerte. Pero su postura tan casual en aquel lugar vacío, reflejaba total confianza en sí mismo, además de su tono de voz firme y el hecho de que era un Guerrero, hacía que a ella le temblaran las piernas.
-¿Tú fuiste el que intoxicó a los Sfinxers? - preguntó. Odiaba ese tremor en su voz. Esperaba que su enemigo lo intepretara como enojo en lugar de miedo.
-No. Yo solo di los recursos y la receta a los Terrorianos, ellos hicieron todo lo demás; podrás imaginarte cuánto poder lograron acumular con esa pequeña travesura…lo suficiente para lograr moverse sin sentir mucho dolor después de lo que ustedes les han hecho.
-¿Y qué ganaste tú con eso?
-Buena pregunta, esperaba que ya lo supieras. No importa, repasa conmigo las cosas, ¿quieres? - se enderezó y comenzó a pasearse por la estancia; circulaba lentamente. Kháli se alejaba al mismo paso de él. Él no pareció notarlo al relatar: - Síntomas tan alarmantes que obviamente darían lugar a que una carta negra fuera enviada a los Guerreros Blancos. Sin embargo, al no saber la causa, por supuesto que no irían todos a investigar ya que podría ser contagioso…pero claro que por lo menos los Alfiles vendrían. ¿Entiendes ahora?
Kháli no sabía a dónde quería llegar así que se mantuvo en silencio. El Alfil Negro continuó:
-¿No? Está bien, prosigamos. Los Alfiles irían a investigar y cuando encontraran la causa de los síntomas tendrían que rastrear a los culpables aunque claro que no podrían dejar el escaque completamente desprotegido y quien evidentemente se quedaría sería…
-Alexandria, - terminó Kháli dándose cuenta.
-Ah, al fin diste. Sí, Alexandria está completamente sola con los Sfinxers…
-¿Hiciste todo eso solo para hacer que Alexandria estuviera sola? ¡No puedes atacarla! ¡No es la Guerra todavía!
El Imperio Blanco y Negro tenían un acuerdo establecido de no atacarse mutuamente en tiempos de relativa paz. No siempre respetaban dicho acuerdo, dependía mucho de la autoridad de los Reyes, del poder de su ejército y de los intereses personales que cada miembro tuviera. El silencio de los últimos tres años, les había indicado a los Guerreros Blancos que el Imperio Negro aún no tenía interés en eliminarlos sino hasta que empezara la Guerra.
-Yo no la voy atacar, - aseguró el Alfil aún paseándose y como si conversara con una amiga. - ¿Dónde crees que están todos los que preparaban el kokodril? probablemente ya estén ahí. Alexandria es poderosa, pero no tanto como para proteger a una ciudad entera y a sí misma de criminales armados… Además, - se detuvo, Kháli quedó cerca de la puerta. - ¿Por qué estás tan segura de que yo no atacaría solo porque no son tiempos de Guerra?
Kháli no respondió, giró abruptamente y se apresuró a la salida.
-¡“Ch’etetik”!
En lugar de cerrar la puerta de golpe como ella lo esperaba, la palabra que pronunció el Alfil hizo la puerta estallar y derretirse como si hubiera sido golpeada con una onda de calor, de manera que si Kháli hubiera llegado a ella, tendría graves quemaduras. En su lugar, solo llegaron a ella un par de trozos ardientes a pesar de que saltó hacia atrás; ella se los quitó de inmediato, no antes de que le quemaran un poco el rostro.
El Alfil aprovechó el instante que ella le dio la espalda para tomarla del pescuezo con su antebrazo.
¡No otra vez! pensó ella. - ¡¿Qué …es lo que …quieres?! - preguntó con dificultad, su rostro tornándose rojo rápidamente. Todo intento de soltarse era en vano y solo lograba que el Alfil la sujetara más fuerte.
-Oh, Kháli, eres una Guerrera del Imperio Blanco y yo del Negro, - su tono era feroz y bajo a la vez. - Es como si el gorrión le preguntara al gato qué es lo que quiere. Quiero matarte y jugar todo lo que pueda antes de hacerlo. - Con esas palabras la soltó bruscamente al suelo.
Kháli tosió violentamente, sus pulmones exigiendo aire y su garganta resintiendo el hecho. No tenía necesidad de un espejo para saber que su rostro estaba totalmente colorado.
Editado: 08.06.2024