Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Capítulo 38

Los Guerreros se quedaron un par de semanas más en el escaque. La Reina finalmente se despertó en la Fortaleza, no habiendo más necesidad de protección para el Imperio y junto a Jim y Danna decidieron viajar a la nación de los Angelinos para reunirse con el resto.

Julian había recobrado la conciencia y recuperado un poco. 

Los Angelinos habían vencido a los Quebrantahuesos haciendo que los que quedaron vivos huyeran de vuelta a su tierra. 

Después de que los Terrorianos fueran sellados, todos regresaron a la nación, la mayoría estaban heridos; Gertrude había sido recuperada, viva y consciente, pero incapaz de hablar; Trooan le había hecho algo a su garganta perjudicando su capacidad de proferir sonidos, no podía decir nada, lo cual hacía que las noticias de la Reina fueran tomadas con más congoja, pues no llegó solo para ver a los otros Guerreros sino que al parecer la fecha de la próxima Guerra ya había sido establecida y tomaría lugar en un año a partir de ese momento.

El Rey Blanco no tuvo reparo en mostrar su gran consternación, pues no creía a sus Guerreros preparados para la Guerra y un año era escasamente suficiente para reparar todo el daño. Su preocupación se extendía tanto a los Peones como a sus Piezas Mayores; aún no sabía si Danna y Jim serían capaces de luchar y la muerte de su Torre y de la Peón de la Reina habían sido grandes pérdidas para el grupo. 

Por el momento decidió lidiar con todo ello una vez regresaran a la Fortaleza, ya que los Guerreros aún guardaban luto. 

En la tierra de los Angelinos, cuando un ser moría, una flor crecía para envolverlo con sus pétalos. Eso había sucedido con las dos Guerreras que habían fallecido. Cuando los Guerreros se fueran, se las llevarían para realizar la conmemoración en el Imperio Blanco. 

En esos momentos, aún en la nación, Alexandria contemplaba la enorme flor en la que descansaba su amiga; era la más grande del cementerio. El viento ondeaba el cabello de la Alfil quien miraba silenciosamente aquella tumba; recordando desde el momento en que había conocido a Rita, cada palabra y gesto que la Torre le había dedicado.

Bynner, que había estado detrás de ella, le colocó una mano sobre su hombro y dijo: - si Rita hubiera llegado tan solo un segundo más tarde, la nación entera y tú se hubieran visto afectados. No era un Alfil, pero hay que admitir que su precisión fue perfecta, además el ingenio que mostró para que Julian se salvara fue verdaderamente admirable. Fue una Torre inigualable.

Alexandria no replicó de inmediato, - con su muerte sigo pagando lo que le hice a tu hijo…

-Oh, Alexandria, – dijo Bynner abrazándola. - No quieres decir eso. Tú sufriste tanto como yo con la muerte de Raúl. Jamás pensé en ti como la culpable. También sé que no tienes la culpa de la muerte de Rita, ella decidió sacrificarse y su muerte no fue en vano. 

Ahora, lo que había que hacer era encontrar a los dos Guerreros nuevos y prepararse para la Guerra contra el Imperio Negro. Bynner no quiso decirlo en voz alta.

Alexandria colocó su mano sobre la tumba, pausó y luego la alzó. Sorprendido, Bynner miró cómo el ánima de Rita salía a través de los pétalos.


 

Kháli solo necesitaba descansar para recuperarse, pero por más que dormía no lograba sentirse repuesta. Había tomado la habitación en donde estaba Rik como su refugio; transcurría ahí todos los días a pesar de que él no mostraba ninguna señal de recuperación, ya ni siquiera parecía dormir pues las personas se movían entre sueños, sin embargo Rik se mantenía exactamente igual cada minuto de cada día. 

La tranquilidad y soledad de ese lugar era lo que Kháli buscaba; ni siquiera la consolaba la presencia de Jim en el escaque y no soportaba ver a Reff y Alan quienes habían estado devastados después de la batalla; el Rey y el resto de los Guerreros intentaban consolar a Reff, pero Kháli no encontraba qué podría decirle para hacerle sentir mejor. No obstante, Reff no parecía culparla de la muerte de su hermana; el odio y enojo estaban ausentes de su mirada y sus palabras, pero a ella se le hacía insoportable ver su dolor; la manera en que él mantenía su cabeza inclinada, sus hombros encorvados y los ojos rojos de tanto llorar delataban su agonía. Kháli deseaba huir de todo eso.

La aflicción que ella sentía al ver a Reff era nada comparada con el tormento que Cai le hacía pasar. Los primeros días después de la batalla, se le había asignado a él la misma habitación en la que estaba Rik, pero como Kháli visitaba a este último todos los días, Cai exigió que se le cambiara de lugar. No quería estar cerca de ella, quería evitar verla. Kháli hubiera preferido que él le gritara, que la acusara y la culpara a toda voz, pero él no le dirigía la palabra en lo absoluto. La culpa la consumía y Cai la hacía sentir mil veces peor porque también podía ver que él se culpaba a sí mismo, aún no entendía por qué ella se había lanzado hacia él; recordó todos sus entrenamientos, en cada uno de ellos a los Peones que más debían proteger era Diana y Alan. Kháli había fallado y el precio por su fracaso había sido la muerte de su amiga, de la joven a la que Reff, Cai y Alan habían amado.

La muerte de Rita también les había afectado. Kháli podía sentir la tristeza de Alexandria aunque ella mantuviera su rostro impasible como siempre. Hacían falta las estruendosas carcajadas y la contagiosa energía de la Torre; su ausencia hacía que la atmósfera se sintiera aún más lúgubre.



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En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

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