Los Dieciséis Guerreros (libro 2)

Epílogo

-El aroma a sangre es tan agradable, ¿no te parece? – preguntó el hombre sentado en el conjunto de rocas que ante su presencia parecían formar un magnífico trono. Iba vestido completamente de gris, su cabello largo y liso se perdía en sus ropajes que resaltaban su tez; incluso la corona que rodeaba su cabeza estaba adornada de perlas negras y hermosas obsidianas, al igual que los anillos que lucían sus finos dedos los cuales estaban tamborileando suavemente al lado de un tablero de ajedrez con las piezas puestas en sus respectivos lugares antes de comenzar un juego; la torre del rey y el peón planco frente a la reina estaban ausentes.

-Sobre todo la de los Angelinos, - respondió otro hombre que estaba detrás. Éste era el Alfil Negro, Keneth; él estaba de pie. Ambos hombres contemplaban la nación de los Angelinos que desde la montaña negra en la que estaban, tenía un tamaño diminuto.

-Sí, - concordó el Rey del Imperio Negro. - Hay algo en su sangre que la hace muy.... hipnótica… El color actual del océano también es bello, tardará en recuperar su color original.

El tono de Keneth era serio, pero el de su Rey insinuaba deleite y satisfacción.

-Su eminencia, - llamó Keneth. El Rey Negro giró para ver qué quería el Alfil y vio de pie a su lado que estaba Billmorzei.

-Oh, Bill, – saludó el Rey Negro girando de nuevo hacia el tranquilo panorama - ¿Quién diría que los Terrorianos producirían tremendo desastre? y todo por esa Soledad. Sólo fue necesario que le diera una pequeña frase de consolación por aquí y una sugerencia por allá para que se decidiera a liberar a sus hermanos y causara a los Guerreros tantos problemas.

-Entonces sí fuiste tú el que le dio la idea, – dijo Billmorzei molesto.

El Rey rió. -Yo solo le pregunté por qué padecía tanto teniendo la capacidad para liberar a sus hermanos. Lamento que haya sido sellada, pero estoy seguro de que aún puedes llegar a ella;  – hizo una pausa, – respóndeme esto ¿Cuál era el contenido de ese libro amarillo que lo hacía tan importante y que el Rey decidió sumergir con los Terrorianos?

Billmorzei resopló sin responder.

-Como quieras, - dijo el Rey indiferente, - no es importante.

-La Guerra será dentro de un año, – notó Keneth ignorando la presencia de Billmorzei. – Y todos sabemos que no están preparados.

-No, - complacido, el Rey sonrió. – No lo están. El desastre que crearon los Terrorianos fue simplemente perfecto, lástima que son demasiado estúpidos como para que el Árbol Negro los escoja para ser Guerreros. Sin embargo, dejaron el campo de batalla a nuestro favor; la muerte de esa Peón no pudo haber sido más oportuna y a pesar de que hubiera preferido que las navajas atravesaran el cuerpo de Alexandria, el final de esa Torre fue una sorpresa agradable.

-Ahora Alexandria no tendrá quién vele por ella…aunque todavía está Julian.

-Ese traidor no presentará problema para nosotros. Pero, ya tendrías que saber que subestimar a cualquier Guerrero sería un error, sobre todo a esa Alfil y a su discípula. 

-Por cierto… - dijo Keneth dudando un poco, - quiero eliminar a esa Peón yo mismo, a Kháli.

El Rey lo pensó un poco y replicó, - no puedo prometerte nada ya que mi Alfil también está interesado en ella.

-¿Lince? ¡Pero él se estaba concentrando en Alexandria!

-Sí, pero últimamente ha captado su atención; no puedes culparlo, en realidad todos los Peones lo han hecho. A pesar de que ahora son un grupo extremadamente vulnerable, siguen siendo muy interesantes; estoy ansioso porque empiece la Guerra y ver qué hacen con las tantas deficiencias que tienen ahora.

-Morirán, eso es definitivo – afirmó Keneth.

-Sí; después de todo, ni siquiera Alexandria puede escapar de Bill, ¿no es así? – preguntó pero Billmorzei continuó en silencio. - Sin embargo, no entiendo por qué quieres liquidar a esa Peón, ¿te sentiste amenazado al enfrentarte a ella?

-En lo absoluto, la hubiera matado fácilmente si eso hubiera querido; pero no fue por eso que su eminencia me mandó.

-No, es cierto. No obstante, fracasaste en lo que te encargué.

-Un poco más de presión y la Peón hubiera asesinado a ese hombre, estoy seguro de ello… Aunque no sé qué prueba eso.

El Rey volvió a sonreír, - no importa. Si tanto quieres quitarla del camino, no me interpondré pero tampoco haré nada para detener a Lince si él la halla primero; así como dejaré que mi Torre y su Peón luchen entre ellos para liquidar a ese chico, Cai. – El Rey negó con su cabeza y fingió hacer un sonido de desaprobación. - Pienso que todos ustedes se están enfocando demasiado en los Peones; están tomando esto muy personal… lo cual no importa si al final tienen éxito…

-¡Tendremos éxito!

El Rey lo ignoró, - no quiero que olviden a las Piezas Mayores.

-No nos hemos olvidado de ellos, pero son muy predecibles, sobre todo ese Caballero que está a punto de entrar en la ancianidad y la otra ni siquiera tiene piernas. No, no creo que presenten muchos problemas.

-En eso tienes razón, - concordó el Rey, sus ojos tenían un destello peculiar; – pero hasta los Peones son predecibles, cuento con ello. Ahora que los asecha la sombría ausencia de su inocente y dulce compañera, será mucho más fácil amortiguar el deseo del “bien” y la “justicia” que tienen. Unas cuantas semanas más y su energía se apagará como un fósforo encendido en medio de la lluvia. Por último, solo necesitaremos dar algunos golpes en los lugares correctos para que los Peones se pongan en contra de sus propios tutores y dividirlos aún más. Esa Peón, Kháli, ya ha comenzado…



#3949 en Fantasía
#4677 en Otros
#525 en Aventura

En el texto hay: peleas, romance, guerreras

Editado: 08.06.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.