Los dioses también sangran [boys Love]

Capítulo 3

Ha pasado una semana desde que llegamos a Sadla, y hoy todos debían dar su reporte sobre lo que habían descubierto.

Enora y Luk estaban visiblemente más relajados, casi felices, claramente disfrutando de la deliciosa comida diaria gracias a la generosidad de Lucian y su familia.

—En este planeta ocultan algo, todos lo ocultan —dijo Rowan con el ceño fruncido—. Es imposible que nadie conozca al tipo que estamos buscando.

—Tranquilo, Rowan —intentó calmarlo Luk, con una sonrisa forzada—.

—¿Cómo quieres que esté tranquilo? —respondió Rowan, elevando la voz— Si Eirian quiere al infeliz que le robó en menos de una semana, nos matará si no cumplimos la misión. Pero claro, ustedes están tan tranquilos, como si estuvieran de vacaciones aquí.

—No es cierto —intervino Enora—. Estamos investigando en serio. Leni nos está ayudando.

—¿Y cómo les va? —preguntó Rowan, con los brazos cruzados.

—Fatal —dije sin tapujos.

—Arien, cállate — reprendió Luk en voz baja.

—Es cierto lo que dice Rowan —añadi, con mirada fija en el suelo—.

—Ya sabía que estaba en lo cierto, no necesitas repetirlo —respondió Rowan, con un dejo de molestia.

—¿Pero si nadie tiene información, cómo buscamos? —preguntó Enora, rompiendo el silencio incómodo.

Todos guardaron silencio, las palabras se atoraban en la garganta.

—Siento que la tal Leni es muy sospechosa, junto con su hijito —dijo Rowan, apretando los puños—. No nos están ayudando, o acaso no lo ven. Investigaremos el lugar. Llevaré una patrulla y haremos una inspección completa.

—Ey, Rowan, no podemos hacer eso —le advirtió Luk, visiblemente preocupado.

—Claro que podemos —respondió Rowan con firmeza—. Bajo la autorización de los dioses, nadie se interpondrá en nuestra misión.

Ese mismo día, una gran patrulla descendió al planeta y comenzó a investigar la residencia de Leni.

—¡Ey! No pueden hacer esto —exclamó Leni, alzando la voz mientras intentaba bloquear el paso de los soldados con una mano firme—.

—Claro que podemos, señora —respondió Rowan con dureza—. No nos dejan otra opción si no colaboran para encontrar al ladrón.

—Esto no es justo —replicó ella, con una mezcla de indignación y cansancio—. Tengo una alianza con el ejército galáctico.

—Alianza de la que claramente se aprovechan para ocultarnos algo —interrumpió Rowan, clavando su mirada en ella con sospecha.

En ese instante, uno de los soldados que estaba revisando un pasillo cercano se acercó apresurado:

—¡Encontramos algo! —anunció, alzando un dispositivo que mostraba una señal.

Rowan, con una sonrisa victoriosa, se dirigió rápidamente hacia el lugar indicado. Pero al llegar, solo encontró un pequeño cuarto vacío, austero y sin muebles, salvo por una cama estrecha y algunas pertenencias personales esparcidas ordenadamente.

—¿Quién vive aquí? —preguntó Rowan, con el ceño fruncido y la voz cargada de acusación.

—Es mi habitación de descanso, mi espacio privado —respondió Lucian, apareciendo a nuestro lado con calma.

—¿Te escondes? —cuestionó Rowan, cruzando los brazos.

—Todos guardamos cosas de mamá, ¿no? —contestó Lucian con naturalidad, sin perder la compostura.

Rowan volvió a mirar con desconfianza, pero antes de que pudiera decir algo más, di un paso al frente y hablé .

—Ya basta, Rowan. Es suficiente. No hay nadie aquí. —Hablé con voz clara, buscando calmar la tensión que empezaba a desbordarse.

Junto a Enora y Luk, habíamos bajado a la casa de Leni para pedir disculpas por el comportamiento de Rowan. La atmósfera aún estaba cargada, y sentí el peso de cada palabra antes de decirlas.

—De verdad, pedimos disculpas —comenzó Enora, con la voz temblorosa pero esforzándose en mantener la calma—. Solo estamos un poco estresados. Tenemos una misión de vida o muerte por este ladrón.

Su mirada buscaba comprensión, y pude notar cómo sus dedos se entrelazaban nerviosamente frente a ella, como queriendo anclar su ansiedad.

Leni nos observaba con una expresión seria, sus ojos profundos reflejaban tanto cansancio como una chispa de interés.

—¿Por qué insisten en llamarlo ladrón? —preguntó con voz suave pero firme, con la ceja ligeramente arqueada.

—Es la información que tenemos —respondí, con la voz baja, casi resignada—. En realidad, es un capricho de los dioses.

Leni suspiró y miró hacia la ventana, donde la luz del atardecer filtraba sombras alargadas sobre el suelo pulido.

—He hecho todo lo que está a mi alcance —dijo finalmente—, pero al parecer ese ladrón ya no está aquí.

Enora exhaló y le sonrió con sinceridad.

—De verdad, muchas gracias.

Salimos de la casa con un aire más liviano, aunque la incertidumbre seguía anclada en nuestras mentes. Caminamos hacia la nave, cada paso marcado por el peso de la misión.

—Me quedaré un poco más —dije, girándome para mirar hacia las calles bulliciosas que comenzaban a encender sus luces—. Quiero ver qué más puedo encontrar.

—Está bien —respondió Enora, con una sonrisa tranquila—. No te pierdas.

Sentí un ligero estremecimiento, mezcla de determinación y algo parecido a la soledad, mientras me adentraba de nuevo en el latido vivo de Sadla.

Me cambié la ropa y me puse algo más parecido a lo que usaba la gente de aquí: prendas sencillas y con un toque tecnológico

Caminé por horas, sabía que en la ciudad no encontraria nada pero lo que decidí cambiar mi enfoque y fui a los suburbios, perdiéndome entre las calles laberínticas y angostas, bajo una atmósfera densa y pesada que parecía pesar en mis hombros. Los edificios que me rodeaban se alzaban desvencijados, con muros agrietados y ventanas parchadas con láminas oxidadas o trozos de tela. Las luces parpadeaban intermitentes, arrojando sombras inquietantes sobre las aceras desiguales, era muy diferente a la ciudad.

Los olores eran abrumadores: mezcla de basura acumulada, humo rancio, sudor y un dejo acre de enfermedad. La gente caminaba cabizbaja, con rostros apagados y cuerpos que parecían cargados de cansancio y desesperanza. Los niños jugaban con objetos rotos y sucios, ajenos a la tristeza que les rodeaba, mientras algunos ancianos se sentaban en las esquinas, envueltos en mantas harapientas, mirando al vacío con ojos vacíos.




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