La película apenas había empezado cuando Lucian frunció el ceño, cruzando los brazos con un suspiro.
—No sé… esta parte es aburrida. Todo es demasiado predecible.
Damián lo miró como si le hubieran dicho una ofensa personal.
—¿Predecible? —replicó con una sonrisa burlona—. No sabes apreciar nada, la película está buenísima.
—¿Yo? —Lucian arqueó una ceja—. No, de verdad, todo es cliché: el héroe salva a todos, el malo tiene un plan trillado, los diálogos son básicos…
Damián se levantó de golpe, cruzando los brazos, y su tono se volvió más desafiante:
—¡Ja! Tú simplemente no entiendes lo que es buen cine. La tensión, la dirección, la historia… todo está perfectamente hecho.
Yo me limité a observar, intentando no opinar. La verdad, estaba de acuerdo con Lucian: la película tenía fallas. Pero algo en la manera en que Damián defendía su gusto me hacía querer quedarme callado y disfrutar de su pasión.
—¡Vamos, admítelo! —dijo Damián, avanzando unos pasos hacia Lucian—. Solo quieres parecer inteligente criticando todo.
—¡No! —Lucian puso las manos en alto, exagerando la indignación—. Solo digo la verdad.
—¡Pues la verdad es que no entiendes nada! —Damián saltó un poco, señalando la pantalla con énfasis, casi dramático.
El silencio se volvió tenso por un instante. Yo los miré, notando cómo sus gestos, la manera en que Damián inclinaba la cabeza y Lucian arqueaba una ceja… de repente ambos se separaron a una velocidad que me hizo parpadear y, sí, tomaron una almohada. ¿Qué planeaban?
Vi que André también levantaba la suya, con una sonrisa traviesa en el rostro.
—¡Vamos, Airien! No te quedes ahí parado, la batalla ha empezado —gritó Damián.
Las almohadas comenzaron a volar por toda la sala, pero en lugar de simples golpes torpes, la fuerza y velocidad de todos transformó la escena en algo completamente inesperado.
Damián se lanzó hacia mí desde el sofá como si fuera un proyectil, esquivando un ataque de Lucian con un salto que apenas tocó el suelo. Yo lo seguí, impulsándome con un pequeño salto que me permitió caer justo detrás de él y bloquear un golpe de André con mi almohada.
—¡Cuidado! —grité, mientras un golpe combinado de Lucian y André hizo que casi cayera al suelo.
Damián me miró, y sin palabras nos coordinamos: mientras yo bloqueaba, él lanzaba un golpe hacia Lucian que lo obligó a retroceder varios pasos. Nuestros movimientos estaban tan sincronizados que era como si siempre hubiéramos entrenado juntos para esto, y no pude evitar sonreír por nuestra complicidad.
Lucian, sin quedarse atrás, voló sobre el sofá y me lanzó una almohada desde arriba; yo reaccioné rápido, esquivando y rodando por el suelo, pero el golpe me rozó el brazo, haciendo que me ardiera un poco.
—¡Eso fue trampa! —grité mientras me levantaba.
—¡Ahora sí Lucian estás acabado! —gritó Damián, impulsándose hacia mí para cubrirme mientras lanzaba otra almohada con fuerza sobre André, que apenas alcanzó a cubrirse.
Pequeñas explosiones de polvo y risas llenaban la sala mientras los 3 se movían a velocidades increíbles, saltando sobre muebles y derribando cojines sin querer. En un momento, Damián se lanzó desde la estantería hacia mí, tomándome de la cintura para impulsarnos juntos y esquivar un ataque de Lucian. Durante un instante, nuestros cuerpos se tocaron más de lo necesario, y nuestras miradas se cruzaron: una chispa silenciosa pasó entre nosotros mientras nos reíamos del absurdo de la situación.
André y Lucian, por su parte, se lanzaban en equipo contra nosotros, pero la coordinación entre Damián y yo era casi perfecta; era como si supiéramos exactamente cómo cubrirnos mutuamente mientras atacábamos. Las almohadas volaban como proyectiles, algunas explotaban sobre los muebles y otras terminaban en el suelo mientras todos jadeábamos y reíamos al mismo tiempo.
Apenas comenzó el juego, me di cuenta de que esto no era un simple intercambio de almohadas. Los golpes impactaban con tal fuerza que el relleno salía disparado por todas partes, cubriendo la sala como si hubiera nevado.
Cada movimiento parecía un mini combate de guerreros: las almohadas golpeaban las paredes con fuerza, dejando pequeñas grietas y desprendiendo pintura. Incluso las esquivas hacían que impactáramos con los muebles, que crujían bajo nuestro peso. Vi cómo Lucian se lanzaba desde la estantería, esquivando un ataque de Damián, y su almohada se estrelló contra la pared dejando un agujero casi del tamaño de su puño.
Damián se lanzó hacia mí, y casi chocamos contra la pared lateral; pude sentir cómo la estructura vibraba con el impacto. El relleno de la almohada explotó en el aire, cubriéndonos parcialmente mientras ambos rodábamos por el suelo.
En un momento, intenté cubrir a Damián mientras bloqueábamos un ataque doble de Lucian y André, y la pared detrás de nosotros tembló, rajándose ligeramente. El suelo crujía bajo los golpes y caídas repetidas; cada choque de nuestros cuerpos parecía multiplicar la fuerza del impacto.
Observé a Damián por un instante: su rostro estaba lleno de emoción y diversión, sin preocuparse por nada más, y no pude evitar sonreír. Pero también me di cuenta de lo peligroso que podía volverse este “juego”: nuestras almohadas eran solo el pretexto, el propio cuerpo de ellos y fuerza desatados eran capaces de romper paredes y muebles con facilidad.
Mientras esquivaba otra almohada, pensé en silencio: si seguimos así, esta sala no sobrevivirá a la noche…
Finalmente, después de un golpe combinado que nos hizo caer exhaustos, la sala estaba irreconocible: cojines destrozados, relleno por el suelo, paredes marcadas y polvo flotando en el aire. Damián y yo quedamos apoyados el uno sobre el otro, respirando agitadamente, mientras Lucian y André se dejaban caer cerca, también agotados pero riendo.
Fue en ese momento que comprendí algo: no importaba la destrucción ni la locura de la pelea, estar así junto a Damián me hacía sentir… completo.
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hay amor y aventura, hay tristeza y felicidad, hay amor entre hombres
Editado: 25.10.2025