Los dioses también sangran [boys Love]

Capítulo 16

Jugar con ellos era divertido. Formamos equipos y nos pusimos a jugar a lo que ellos llamaban las estatuas. Cada uno tenía una pelota en la mano y debíamos lanzársela al equipo contrario. Si la pelota tocaba a alguien, esa persona debía quedarse quieta hasta que un compañero la tocara, y entonces podía moverse de nuevo.

Lucien y yo formamos equipo. Aún no entendía muy bien las reglas, pero él me guiaba con paciencia.

—Lánzale con fuerza, si no esquivará —me dijo, serio pero animado.

—¿Seguro? —pregunté, dudando.

—No te preocupes, no le dolerá.

Tomé impulso y lancé la pelota con fuerza hacia André. Alice se movió rápidamente para ayudarlo a esquivar, pero la pelota salió desviada y golpeó el muro de piedra con tal fuerza que lo atravesó parcialmente. Ambos me miraron con sorpresa.

—¡Casi muero! —exclamó André, con lágrimas en los ojos por el susto.

Alice se acercó rápidamente y me empujó, pero logré mantenerme firme.

—¿Qué te pasa? —pregunto Alice.

—Me dijo que la lanzara —respondi.

—¡Pero no así, imbécil! —gritó Alice—. ¿Qué pasaba si le dabas?

—Ya basta, Alice. André está bien, y si le hubiera dado, no le habría pasado nada —intervino Lucien, tratando de calmar la situación.

Pero Alice parecía decidida a pelear. Qué niña tan desagradable… Al mirar a mi alrededor, noté la expresión sorprendida de los adultos. Supuse que jamás habían visto a alguien como nosotros. Entonces pensé: ¿Qué habría pasado si el padre de Lucien no hubiera conocido a Ekain? ¿Se habría enfrentado a él? Si hubiera sido así, seguro que en este momento el planeta ya estaría en ruinas.

La pelea con Alice escaló hasta que ella empujó a Lucien y finalmente se retiró, supongo que con sus padres.

—¿Ella siempre es así? —pregunté, medio frustrado.

—No pienses en eso —dijo Lucien, encogiéndose de hombros—. Ven, vamos, ya tengo hambre.

Asentí y Lucien me llevó hasta la mesa, compartiéndome varias cosas mientras me explicaba a gran velocidad qué era cada plato. Su entusiasmo era contagioso, y trataba de absorber cada palabra mientras probaba un poco de todo.

A lo lejos, observé a mis padres devorando la comida sin pausa. Siempre habían sido así: disfrutaban cada bocado con una pasión que parecía unirlos aún más. Era curioso… parecía que lo que más fortalecía su amor era la comida compartida.

La verdad, estaba delicioso. Cada sabor era distinto, lleno de matices que nunca había experimentado antes. No pude evitar sonreír mientras masticaba, pensando que, quizá, este planeta no era solo un descubrimiento, sino también una oportunidad para vivir momentos así, simples pero perfectos.

—¡Qué planeta más divertido! —pensé, aún con el sabor de la comida en la boca. Después de comer, comenzó un show o algo similar, pero de repente un gran estruendo nos hizo saltar a todos.

Vi cómo alguien salía volando por los aires, impactando contra una pared que se hizo añicos, y luego seguía cayendo sin control.

Todos volteamos, y lo reconocí de inmediato: era mi padre, Ekain. En ese momento comprendí que algo o alguien había logrado enfurecerlo. Suspire, resignado.

El padre de Lucien se acercó rápidamente, pidiendo disculpas, pero Ekain no dudó: lo mandó volando de un golpe. Su enojo era imparable. Esperaba que los presentes se arrodillaran ante él, pero en cambio varios adultos decidieron lanzarse contra mi padre… ¿Qué pensaban estos tipos? En pocos minutos, todos terminaron en el suelo, adoloridos y derrotados.

—Increíble… los mortales aquí tienen la osadía de enfrentarse a los dioses —comentó Ekain con su típica calma amenazante, como si nada lo sorprendiera ya.

Y entonces, para mi total desconcierto, Lucian, André e incluso la pequeña Alice se lanzaron contra él. Incluso los niños estaban locos. Mientras los veía luchar —aunque sabía que no tenían ninguna posibilidad—

Sin perder tiempo, me acerqué a mi padre Dastian, que seguía comiendo tranquilo, como si nada hubiera pasado.

—¿Qué sucedió? ¿Qué le hizo enojar? —pregunté, curioso y preocupado.

—No se enojó… simplemente alguien, supongo que borracho, cayó sobre el regazo de Su Alteza —respondió Dastian, imperturbable.

Vaya, ni siquiera estaba enojado… jajaja.

—No colmen mi paciencia —intervino Ekain, levantando la voz con amenaza—. No me hagan enojar de verdad… que les puede ir mal.

El padre de Lucien se volvió a acercar, esta vez de rodillas, pidiendo disculpas con desesperación. Pero de repente, apareció una mujer hermosa, con rasgos muy similares a los de Alice, que avanzó hacia mi padre para darle una bofetada.

—Mierda… —susurré, escondiéndome tras mi padre Dastian. Él también parecía sorprendido. Pensé: Este planeta llegaría a su fin en segundos.

—¿Acaso así es como actúan los dioses? —exclamó la mujer, furiosa.

—¿Quién te crees, mujer? —respondió Ekain, calmado pero con una tensión en la voz que hacía temblar el aire.

—Deja de actuar como un niño —replicó ella, firme.

Al parecer, ellos se conocían de antes. La tensión entre ambos era palpable, cargada de historia y emociones contenidas.

—¿Quién es? —pregunté, curioso y un poco asustado.

—Vaya… así que ella está aquí —murmuró Dastian, intrigado.

Dastian se levantó, caminó con serenidad y se acercó a Ekain:

—Señorita Zai, es un gusto volverla a ver —dijo con elegancia y respeto.

—¿Zai? ¿Eres tú? —respondió Ekain, sorprendido pero con una chispa en los ojos.

—Un gusto volver a verte, amado mío —dijo Zai, con una sonrisa cargada de afecto y determinación.

El aire parecía vibrar entre ellos, como si la presencia de Zai cambiara la atmósfera del lugar. Todos alrededor permanecían en silencio, observando, temiendo cualquier movimiento de mis padres enojados.

Desde que conocí a Lucien, todo cambió. El planeta donde antes solo vivíamos mis padres y yo ahora estaba lleno de visitas constantes: los padres de Lucien y André venían seguido, y muchas veces también el propio Lucien.




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