Los dioses también sangran [boys Love]

Capítulo 17

Me encontraba sentado junto a mi papá Ekain. Ambos observábamos la batalla de los padres de Lucien y André, que se desarrollaba en el cielo con destellos de energía y movimientos veloces.

—Han mejorado bastante —comentó él con orgullo.

Asentí, y sentí cómo pasaba su brazo alrededor de mis hombros en un gesto cálido.

Pasaron unos minutos así, hasta que apareció papá Dastian cargando un plato lleno… de frutas de dragón.

Me levanté enseguida para ayudar.

—Yo las pelo.

Aquellas frutas eran extrañas pero deliciosas. Tenían un cascarón grueso y resistente; había que aplicar la presión justa para que no saliera volando el contenido… y terminara cayéndote en la cabeza.

Detrás de papá, apareció Alice.

—Alice, pela algunas frutas para mí —ordenó Ekain.

Vi cómo ella fruncía el ceño, pero de todos modos se acercó.

—Mira, se hace así… —empecé a mostrarle.

—No necesito tus explicaciones. Yo puedo.

De un tirón brusco, me arrebató el tazón, y dos frutas rodaron al suelo.

—Debes tener cuidado porque… —traté de decirle.

—¡No quiero tus consejos!

—Déjala, Damian —intervino mi papá Ekain con calma.

Asentí y regresé a su lado. Alice, en cambio, se sentó en el suelo e intentó abrir la fruta a su manera, mientras sus ojos se distraían en el cielo, siguiendo la batalla de los mayores.

Yo también alcé la vista con asombro: eran realmente fuertes.

De reojo, vi cómo mis padres se besaban… justo cuando una fruta de dragón salió disparada y fue a estrellarse en la cabeza de papá Ekain.

Alice soltó una carcajada estruendosa.

—¡Jajajaja! ¡Qué buena puntería!

El ambiente se tensó de inmediato. Ekain, todavía con el jugo escurriendo por su cabello, se levantó con dignidad. Su voz retumbó con una autoridad que hizo callar incluso al viento:

—¡Alice! —rugió

Alice tragó saliva, sorprendida por la dureza de su tono.

Ekain limpió el jugo de su frente y respiró hondo, cortando de golpe el beso que compartía con Dastian.

—niña insolente. La próxima vez que abras la boca para burlarte, olvidare que eres mi hija —

Alice bajó la vista, mordiendo sus labios con rabia, aunque sus ojos brillaban con orgullo herido.

Mi relación con la hija biológica de mi padre, Ekain, nunca mejoró con los años; al contrario, empeoró. Su madre siempre encontraba la forma de meter veneno entre nosotros dos.

Al principio la había visto como una hermana, pero a medida que crecíamos, me cansaba cada vez más de sus actitudes hacia mí. Podía soportar que dijera que algún día sería su empleado —tal vez era cierto, después de todo yo no tenía sangre de dioses pero ella si—.

Lo que no podía tolerar era cuando hablaba mal de mi papá Dastian. Según sus palabras, él era la piedra en el camino para que sus padres estuvieran juntos.

Pero no era así. Lo que ellos tuvieron no fue más que algo de una sola noche. Quizá su madre, Zai, sí quería quedarse con mi padre Ekain, pero no por amor… En sus ojos siempre vi otra intención: el ansia de ocupar el lugar de pareja de un dios.

Me di cuenta de todo esto cuando crecí. Y aunque ni ella ni su madre me agradaban, logré forjar amistades que valían mucho más: Lucien y André.

La ciudad estaba en plena celebración por mis padres. El pueblo los amaba; con su ayuda, el planeta había prosperado como nunca antes. Además, tener a un dios protegiéndolos ya los había salvado de dos grandes catástrofes: la primera, un meteoro que amenazaba con destruir todo, y la segunda, un terremoto tan fuerte que casi arrasa con la vida del planeta.

Mi papá Ekain los había salvado en ambas ocasiones. Aunque la población celebraba principalmente estos actos heroicos, era solo una pequeña fracción de lo que él había hecho. Los dioses tenían la capacidad de curar enfermedades mortales gracias a sus vastos conocimientos y poderes, y desde que Ekain acogió este planeta, la vida había florecido más que nunca.

Entre todos los dioses que había conocido, solo uno tenía un corazón genuino y bondadoso: mi papá Ekain.

Escuchaba atento las palabras del gobernante, dirigidas a mi padre, cuando Alice se acercó a mí con el ceño fruncido.

Suspiré, esperando que lanzara algún comentario sobre que yo sería su esclavo o que era un maldito huérfano.

Pero esta vez sus ojos mostraban algo diferente; venía con otra intención. No me equivoqué cuando escuché lo que dijo. Una rabia ardiente inundó mi cuerpo.

Podía tener sangre de los dioses, sí, pero no era como mi papá Ekain. Era fría, arrogante y cruel, como todos esos imbéciles de cabello blanco que no tenían ni una pizca de compasión.

Me acerqué enfurecido y la empujé, haciéndola caer al suelo.

—Vuelve a repetir lo que dijiste —gruñí.

Ella se levantó con una sonrisa triunfante y lo volvió a repetir.

Ya no podía más. Me lancé sobre ella; ella me esquivó y salió volando. La seguí, planeando escapar, pero la agarré del cabello y la lancé con fuerza contra el suelo.

—¡¿Cómo te atreves?! —empezó a gritar.

Antes de que pudiera decir algo más, me lancé encima de ella golpeándola. Sabía que estaba mal, pero en ese momento no quería pensar.

Ella me devolvió un golpe, aturdiéndome un poco, pero la volví a agarrar del cabello y la estampé contra el suelo. Sin embargo, aquello no parecía afectarla; los poderes que tenía la hacían increíblemente fuerte.

Se iba a arrepentir de lo que dijo. Esta vez no lo soportaría. La agarré del cabello y con fuerza la lancé al cielo.

Me lancé tras ella, pero me detuvo. Cambiamos golpes durante varios segundos; algunos me dieron en zonas sensibles y dolieron, pero en ese momento no me importó. Finalmente, logré agarrarla del brazo y la lancé hacia la luna del planeta.

No dejaría que destruyera el lugar. Ella no se estaba conteniendo y su poder era aterrador.

Cuando los adultos se dieron cuenta, la luna ya estaba destruida… pero llegaron a tiempo antes de que pudiera acabar con ella.




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