Los Doce Guerreros || La Orden del Dragón #1

Capítulo 1: Príncipe de Verliom

Ciudad Capital Aurora, Verliom; año 1617.

Uno, dos, tres pasos hacia atrás y defensa.

Desde hace varias horas la misma coreografía, porque a ojos de Lauss Everlad es justo eso lo que hacen. Se mueven con tanta elegancia sobre los adoquines grises y azules que forman la pequeña plaza en donde se encuentran, alejados del centro de la ciudad en una zona no muy frecuentada, que quien los vea pensaría que están ensayando para algún acto teatral.

Lauss no está del todo seguro del por qué aceptó ir, ya le había quedado la experiencia de su rutina de entrenamiento. La cual solo puede comparar con la danza de alguna festividad porque son movimientos demasiado delicados para un combate real, en especial usando esos floretes que no hacen daño ni a una mosca.

Sigue observando con aburrimiento el movimiento de pies, los cuales se mantienen en los mismos ocho ladrillos del adoquín sin salirse de la misma zona. Se inclina hacia adelante posando sus codos sobre los muslos cerca de las rodillas, para apoyarse en su intento de interés por lo que sus amigos hacen. ¿Será que tener un apellido noble es lo que ocasiona esos pasos tan ridículos? No es como que la familia Everlad sea ajena a la nobleza, ha estado desde los inicios del reino siempre al lado del rey, pero ocupando puestos menos pomposos entre tanto noble líder de algo.

Deja escapar un largo suspiro exagerado, a la espera de que le presten un poco de atención. Pero al no conseguirlo se concentra en el suave sonido de la fuente que está a solo varios metros de ellos. Sube la vista hacia la gran estatua, la cual se encuentra justo en medio de la fuente y, de la cual, del cántaro que sostiene entre sus manos brota el agua pura y cristalina.

La voz de su mejor amigo es quien lo saca de su concentración en la estatua de la fuente, de la cual ya comenzaba a imaginar en quién estaría basada su figura por la dulzura que esta denota en sus facciones de piedra.

—Si tanto te aburres, puedes irte—La suave sonrisa de Tilo le muestra que no lo dice con mala intención, pero la expresión de Yassaes es harina de otro costal.

—Mi único problema es que parecen estar bailando en lugar de entrenar. Sí dejarán de lado la elegancia de las finas danzas de palacio podrían luchar de verdad y no parecer artistas ambulantes ensayando un acto clandestino—Lo dice mirando especialmente a Yassaes, quien bufa molesto sintiendo todo el desdén dirigido a él. Son amigos de hace años, pero no pueden estar juntos sin discutir; sus filosofías son demasiado contrarias para estar de acuerdo en algo, por mínimo que sea.

Yassaes baja el florete, dando por terminado el entrenamiento. Agradece a los dioses haber podido entrenar tres sin interrupciones, pero era demasiado bueno para ser verdad.

—Sí desean luchar como bárbaros, pueden hacerlo. Me voy, no soporto tu horrible rostro.

—Admítelo, Yass, soy más hermoso que tú y la envidia te corroe—Ríe divertido al ver su expresión severa; para tener tan solo diecinueve años es demasiado amargado. Consecuencias del oficio seguramente, ser el próximo líder del Estado de En no debe ser cosa sencilla; sin embargo, lo ve más fácil que ser Rey.

—Paz entre nosotros. La próxima semana, sí tus obligaciones lo permiten, podemos repetir el entrenamiento—Tilo busca hacer paz entre sus dos amigos, cómo siempre lo ha hecho desde que los tres se hicieron amigos.

—Nos vemos entonces—Dicho eso, da media vuelta y se va en dirección a su hogar que, a diferencia de los otros dos, no está en el interior del castillo. Se suelta la pequeña cola con que amarró su cabello castaño oscuro, aunque no lo tiene muy largo es suficiente para estorbar al entrenar.

Lauss solo lo observa irse y suspira, otra vez, con aburrimiento. En momentos así considera más entretenido realizar su papeleo en lugar de escaparse e ignorar sus responsabilidades.

—¿Nos vamos también o prefieres admirar el paisaje que nos rodea?—Tilo, sosteniendo con delicadeza el florete, se mueve como si mostrase el paisaje como algo distinto a lo que es y como si nunca hubiesen estado ahí antes.

La Plaza del Cóndor es una pequeña plaza parecida a un parque aledaña al lago El Cóndor, el lago más grande de Verliom y que se ubica a espaldas del Castillo Aurora, a casi un kilómetro y medio de distancia. Es una larga caminata para llegar ahí, pero la vista del lago siempre es maravillosa; el problema es que no siempre van a verlo y se quedan en ese lugar a entrenar.

Las pocas veces que es frecuentado el lago es para el festival de otoño porque sus aguas toman el color naranja de las hojas. No hay todavía una explicación para ese fenómeno tan bello y maravilloso para quien lo observa, pero siempre atrae mucha gente al lugar.

—¿Y si mejor vamos un rato al lago? No quiero desperdiciar la caminata para ver solo una estatua—Lauss señala la estatua de la dulce mujer, que parece entregar el agua para quien la necesite.

Tilo se vuelve hacia la fuente y de su bolsillo derecho saca una moneda de bronce con el escudo del reino estampado en ella. Se acerca y ve el interior, sigue igual de lleno de monedas de bronce como siempre; nadie se atreve a tocar la ofrenda a los dioses.

—Esta es la fuente de las ofrendas, ¿sabías que antes las personas venían más? Aunque claro, hablo de las épocas de guerra hace más de seiscientos años—Lauss lo observa con atención escuchando sus palabras; Tilo, a pesar de tener solo diecisiete años, guarda muchos conocimientos por tanto libro que ha leído toda su vida y por su propia afición a la historia—. Hoy solo agradecen, quizás, en cada festival de otoño cuando la plaza y el lago son visitados por muchas personas de todo el reino.



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En el texto hay: reyes, reinos, angelesydemonios

Editado: 21.04.2018

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