Hace muchos años, los humanos nacían con dones para crear y cada uno tenía una forma y objetivos diferentes. Sin embargo, la codicia y avaricia fueron consumiéndolos poco a poco hasta que los tres guardianes de la tierra decidieron que solo aquellos de corazón puro, mente abierta y ánimo por la vida, los tendrían.
Con el tiempo los dones fueron arrancados de cada gremio familiar hasta que perdieron la capacidad de ver lo hermoso de la vida y se enemistaron unos con otros creando grandes guerras, pues su corazón estaba vacío sin los dones. Actualmente, solo pocos podían jactarse de tenerlos y era muy peligroso para ellos, pues en la nación de Arish, eran considerados inferiores por los guerreros, quienes eran mayoría y tenían el corazón más indiferente y apático de todos.
Los dones fueron repartidos de diversas formas; la música, la escritura y la danza. Por desgracia, no había muchas personas que se dejaran llevar por sus dones, algunos se confundían de talento y otros lo ignoraban para "sobrevivir", nunca entendían que el riesgo, la valentía y la perseverancia harían que su don brillara dentro de su alma eternamente.
Adeline era una de las pocas creadoras que existían, todo lo escrito tomaba vida desde el momento en que lo leía en voz alta, lo cual era mal visto para los guerreros quienes consideraban a los creadores como seres inferiores a ellos. Ella lo supo cuando se instaló en el mercado de Arish y un grupo de guerreros tiró todo su escenario para echarla del lugar, por eso se sorprendió cuando uno de los guerreros se acercó a su espectáculo y permaneció en silencio, casi como si disfrutara ver como sus personajes se presentaban ante niños y curiosos. Al final de su lectura, sus manos temblaban demasiado y tenía la garganta seca pues él no se movió en ningún momento, tal vez estuviera esperando a que los espectadores se fueran para sacarla de ahí como la última vez, así que, tratando de ser más veloz que él, comenzó a recoger sus cosas mientras su público se dispersaba y corrió por las largas calles del mercado.
— ¡Lo siento! —gritó cuando chocó con una familia que venía distraída y volvió la vista al frente al notar que el guerrero aún la seguía.
No se podía permitir perder el dinero de esa semana, así que corrió con todas sus fuerzas y se movió con agilidad por las calles y puestos del mercado tratando de despistar al guardia, no obstante, se llevó una gran sorpresa al observarlo delante de su casa y reconocerlo.
—Ni siquiera pienses en correr —le dijo con la molestia reinando en su cara—. Si vuelves a escapar...
—No lo haré, aunque ni siquiera das miedo.
— ¿Ah no? ¿Entonces por qué corrías de mí?
—Es de noche, ¿quién diferencia entre un guerrero del rey y tu vecino con esta oscuridad?
—No soy... —se interrumpió al notar su cara burlona— deberíais de tenerme más respeto, ¿no crees?
—¿A mi vecino?
— ¡Deja de decirlo! —susurró enfadado.
—Ah, había olvidado que te molestaba recordarlo. Bueno, entonces vete a hacer tu trabajo.
Adeline dejó de caminar cuando él la tomó del brazo. — ¿Quieres llevarte mi brazo o qué?
—Estarán haciendo rondas durante la noche, no vayas a hacer una locura ¿quieres? Ellos ya saben que encontrarse con diferentes criaturas no es por colindar con los bosques, sino que es producto de una creadora cerca.
—Ay, te preocupas por mí. Muy lindo de tu parte, Dante—dijo palmeando su cachete para después separarse y abrir la puerta de su casa.
—Adeline, esto es en serio.
—Lo sé, lo sé, los guardias deberían de cambiar y ser mejores personas, se los sugeriré más tarde —. A punto de entrar en su casa, Dante apretó de nuevo su brazo y le dirigió una mirada de súplica. Ella suspiró y dijo: —Esta bien, no haré nada malo, no me pondré en riesgo y no leeré ¿de acuerdo? —él asintió—. Genial, ahora, ¿me devuelves mi brazo? —quitó rápidamente su mano y le dio una sonrisa apenada.
Mientras Adeline se metía a su casa Dante se alejaba por el callejón en silencio. Ambos habían sido buenos amigos en su infancia, hasta que los dotes habían aparecido en Adeline y su padre lo había alejado de ella, prohibiéndole verla o hablarle pues era el jefe de guerra y segunda mano del rey, no quería que descubrieran su secreto. Aun así, él había buscado la forma de salir del cuidado de su padre y estar cerca de Adeline. Las primeras veces casi lo atrapaban, era por eso por lo que había mantenido silencio o que no la visitaba de manera seguida, no quería hacerle daño pues si alguien se enteraba sería el fin de ambos.
A pesar de que Adeline no estudió ni leyó ninguna de sus creaciones, una creadora de su mismo barrio sí lo hizo, por lo que unos días después toda la guardia real estaba verificando que no hubiera más dotados y Adeline se encontraba nerviosa, asustada y estresada. ¿Cómo podría sacar todas sus creaciones? ¿En dónde las escondería? Solo podía hacer un libro general y un sello de bloqueo para que no los utilizaran por lo que se apresuró a ello. No quería terminar arrestada.
Dio un brinco en su lugar al oír el sonido del timbre y se quedó observando la puerta deseando que se fueran mientras le daba los últimos retoques a su libro general, no obstante, los guerreros siguieron insistiendo hasta que ella les abrió la puerta. —Venimos en nombre del rey para checar las viviendas. ¿Podría hacerse a un lado para que pasemos? —Ella asintió rápidamente para después caminar al centro de su sala.