Abigail.-¡NO!
Cat.-¿¡POR QUÉ NO!?
Abigail.-Porque no es tu estilo
Cat.-Y según tú ¿cuál es mi estilo?
Abigail.-No sé, más de tu... clase
Cat.-¿Mi clase?
Abigail.-Sí
Cat.-No puedo creerlo.-dije mientras volteaba hacia arriba-¿Sabes qué? Ya no importa, ya no quiero escucharte. Ya estoy bastante grandecita como para tomar mis propias decisiones. Voy a hacer lo que yo quiera. Tus opiniones YA-NO-ME-IMPORTAN!!!!!...
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Seguramente se preguntarán porqué le dije eso a mi madre, y es que ya estoy harta de que me digan qué hacer, cómo comportarme y con quién salir. La verdad es que he cambiado muchísimo, antes hacía todo lo que mi madre me decía. Y ¿cómo fue que cambié tanto? Bueno, pues todo comenzó hace 2 años.
Eran las 9:30 am, el clima estaba muy frío y moría por un café. Jimena, mi secretaria, aún no llegaba, así que cruzé la calle para ir a la cafetería que se encontraba frente al edificio. Llegué y ahí estaba él. Ese chico tan perfecto, tan divino, tan, tan, tan...
Alejandro.-¿Qué vas a pedir?
Cat.-¿Qué? Amm, este...-no podía ni hablar, estaba totalmente perdida en esos bellos ojos verdes-U-un capuchino vainilla por favor-tartamudeé
Alejandro.-Ok, en seguida te lo traigo
No podía creer que ese chico tan perfecto estuviera tan fuera de mi alcance. ¡Dios mío! no podía dejar de verlo. Esos ojos verdes que pueden derretir un helado, esos músculos, esa sonrisa. Un sueño imposible.
Cat.-¡Maldición!-pensé mientras suspiraba
En cuanto me entregó el café lo pagué y salí. Antes de pasar a mi oficina decidí pasar a otra que está un poco antes de la mía. Supuse que él ya habría llegado, así que quise ir a sorprenderlo... pero al llegar ahí, lo que vi no fue muy bonito. Simplemente me quedé sin palabras.