Al día siguiente, Los Elegidos continuaron con el entrenamiento habitual. Todos estaban deseando poder completar la pista, pero solo Petter había sido capaz de hacerlo hasta ese momento.
—Vamos Camila, es tu turno— la animó Corazón de la Tierra.
La joven estaba tan distraída que tardó unos minutos en comprender que había llegado su momento de subir a la pista de entrenamiento. Ese día se escaparía con Petter para visitar a su padre. Estaba ansiosa y preocupada a la vez, si algo salía mal podría poner en peligro a todos los demás Elegidos. Sacudió su cabeza para eliminar aquellos pensamientos negativos y subió a la pista. Todos la miraban, por lo que respiró profundo y se concentró lo más posible. Tras la señal de Corazón de la Tierra, sus compañeros comenzaron a animarla para que comenzara. Ella obedeció, decidida a llegar hasta el final. Hizo todo lo que había aprendido en esas semanas y sus movimientos fueron lo suficientemente hábiles cómo para hacerla llegar al cuarto obstáculo. Creyó que lo lograría, pero nuevamente la ansiedad y la preocupación comenzaron a hacer tambalear sus sentidos. Cuando menos lo esperó, sus pies resbalaron y cayó al agua sin remedio. Soltó una maldición y abandonó la pista, enojada. Se había lastimado un poco el brazo, pero no era nada grave. Fingió estar bien delante del grupo. Luego, se dejó caer en el suelo, apartada de los demás. Corazón de la Tierra la observaba con rostro serio, pero decidió no intervenir. Alejandro se acercó, preocupado.
—¿Estás bien? —preguntó y se agachó a su lado para examinar su brazo. Tenía una pequeña herida que comenzaba sangrar un poco—. ¿Te duele?
—No tanto— confesó Camila, un poco enojada. La menor de sus preocupaciones era aquella herida superficial. Necesitaba hacerse fuerte para poder enfrentarse a Rosman cuando llegara el momento.
Entonces apareció Petter y se agachó a su lado, tras apartar a Alejandro con un gesto. Puso sus dedos sobre la herida que continuaba sangrando y dijo algunas palabras en voz baja. Camila no pudo entenderlas, pero supo lo que estaba haciendo. Era un hechizo curativo como los que hacía Emilio. En pocos segundos, la herida estuvo cicatrizada, como si llevara varios días curándose.
—¿Qué te pasó? —indagó Petter—. Estabas haciéndolo excelente, algo te distrajo.
Camila asintió, pero no quiso decir nada delante de Alejandro.
—¿Dónde aprendiste a hacer esto? — preguntó con curiosidad. Ellos aún no adquirían esas habilidades mágicas.
—Le pedí a Emilio que me enseñara— respondió Petter. Emilio le había mostrado cómo se hacían los hechizos curativos, pero él ya sabía hacerlo desde antes, por supuesto, eso era un secreto que nunca podría revelar.
Alejandro estaba de pie, observando la escena con cierto desagrado. Sin saber por qué, quiso apartar a Petter de Camila. No soportaba verlos juntos. Él le parecía una persona insoportable y engreída. Algo en su interior hormigueaba, como si acabaran de subir de golpe la temperatura corporal de su cuerpo. ¿Acaso estaba sintiendo celos? No lo sabía con exactitud porque era una sensación totalmente nueva. Apretó los puños y respiró hondo para intentar calmarse.
—No debes dejar que nada te distraiga cuando estás sobre la pista y mucho menos si estás en un combate. Debes tener más cuidado, Cami.
Petter siguió hablando de manera despreocupada. Alejandro volvió a sentir puntadas de celos en su interior. ¿Cami? ¿Desde cuándo eran tan amigos?
—Déjala en paz— gruñó con brusquedad. Camila y Petter lo miraron, sorprendidos—. Esto le puede pasar a cualquiera.
Alejandro intentó disimular su enojo, pero los ojos verdes de Petter lo escudriñaron en menos de un segundo. Las comisuras de sus labios se movieron hacia arriba, formando una leve sonrisa. Él había notado cómo se sentía y eso parecía divertirle un poco. Sin decir nada, se puso de pie y se despidió de Camila con una mirada cómplice.
—Cami, ¿estás bien? — preguntó Noah que acababa de llegar. Ella respondió con una sonrisa forzada—. Me alegra. Ahora es mi turno de subirme a la pista.
Camila lo animó para que todo saliera bien. Sabía que Noah estaba a punto de lograr completar la primera fase del entrenamiento. Él era uno de los Elegidos más hábiles del grupo. En cuanto se fue, miró a Alejandro con curiosidad. Deseaba saber por qué había actuado de ese modo tan hostil, pero no se atrevió a preguntarle. Ambos se quedaron en silencio al tiempo que observaban a Noah vencer todos los obstáculos con éxito.
—Por fin lo ha logrado— murmuró Camila con una sonrisa. Estaba feliz por el triunfo de su amigo.
—Ese enano es más fuerte de lo que parece— se burló Alejandro y caminó hacia Noah para felicitarlo. Ambos se chocaron las manos y se dieron un abrazo.
Alejandro también logró terminar la pista sin problemas. Los Elegidos aplaudieron entre risas y vítores. Camila se unió a la celebración, un poco más calmada y felicitó al muchacho con una sonrisa tímida. Luego, Corazón de la Tierra dio por terminado el entrenamiento y todos regresaron a sus hogares.
...
Camila durmió una siesta de casi dos horas. Al despertar, sintió que sus energías se habían renovado por completo. El dolor de los entrenamientos comenzaba a aminorar según se iba adaptando a ellos, por lo que sus músculos estaban cada vez más fortalecidos. Se estiró en la cama y dejó que su cuello sonara un poco. Entonces escuchó los particulares ronquidos de Noah y casi dejó escapar una carcajada. Alguien más había quedado exhausto después de entrenar. Miró en dirección al colchón dónde solía estar Alejandro, pero no lo encontró allí. Con cuidado se levantó y caminó hacia el balcón, era el lugar donde el muchacho solía pasar parte de su tiempo libre. Efectivamente, estaba sentado de espaldas con un cuaderno en su mano. Ella se quedó observándolo unos minutos. Alejandro movía sus dedos con rapidez sobre el papel en blanco al tiempo que formaba siluetas hechas de carbón. Estaba dibujando. Ya lo había visto otras veces haciendo la misma tarea, pero nunca se había atrevido a interrumpirlo. Esta vez no pudo evitar sacarle conversación.