Los Elegidos: El brazalete de (1)

Sangre inocente




Corazón de la Tierra sintió la señal de peligro. Intentó llegar hasta Los Elegidos lo antes posible, pero una barrera de poder creada con magia negra estaba bloqueando el escondite. Cuando por fin logró entrar, era demasiado tarde, se encontró con una escena desgarradora.  Emilio estaba tirado en el suelo sobre un charco de sangre. Tenía los ojos abiertos, fijos en la nada y junto a su mano derecha se hallaba el puñal con el que se había defendido hasta el final.

El anciano había visto morir a muchos elegidos a lo largo de su existencia. Emilio, sin embargo, era alguien a quien quería casi como un hijo. Lo había encontrado en la calle con tan solo seis años. Sus padres habían muerto en un accidente. Él tuvo que aprender a ganarse la vida como podía en la ciudadela. Desde pequeño mostró una gran valentía y astucia, por eso él decidió convertirlo en un Elegido. De este modo, pasó a formar parte de aquella generación que comenzaba y aprendió todo lo necesario para poder llevar a cabo sus tareas. Emilio logró grandes cosas usando su poder. Ayudó a preservar el medio ambiente creando inventos y estuvo de voluntario en hospitales cuando una gran pandemia azotó a la ciudad.

Corazón de la Tierra se arrodilló en el suelo y lo estrechó entre sus brazos como si quisiera retener su calor un poco más. Sabía que era inútil intentar revivirlo porque ninguna magia en el mundo era capaz de traer a un muerto a la vida, por lo que solo pudo resignarse y llorar.  Sus lágrimas salieron de sus ojos sin control y resbalaron por sus mejillas. Nunca se había quebrado de esa manera con ningún Elegido, pero en ese momento solo podía pensar en aquel niño de cabellos dorados que había encontrado perdido en las calles de Galea.

No Emilio, no, tú no, te necesitamos demasiado aquí le decía al cadáver con voz entrecortada. Cada vez le era más difícil aguantar el llanto. Se sentía culpable por no haber podido llegar a tiempo.

Continuó meciéndolo en sus brazos por algunos minutos más hasta que se resignó. Emilio no iba a volver, debía dejarlo ir aunque doliera. Acomodó su cuerpo solemnemente sobre el suelo, le cerró los ojos y le acarició el pelo, como haría un padre con su hijo.

Cuidaré de Noah, no debes preocuparte susurró.

El anciano se puso de pie y se secó las lágrimas que todavía mojaban sus mejillas. Por consiguiente, comenzó a examinar la casa, en busca de algún indicio de los Elegidos. Se imaginaba que estarían en el portal, pero de igual manera revisó dentro de las habitaciones. Le preocupa demasiado la seguridad de todos, pero en especial la de Camila.

Justo cuando bajaba las escaleras de la casa, se encontró con la mirada confundida de Noah. Detrás de él acababan de llegar: Petter, Karla, Camila y Alejandro. Sus ropas y sus rostros mostraban los estragos de aquella inesperada batalla.

¡Papá!  chilló Noah al descubrir el cadáver de Emilio. Desesperado corrió hacia él y se dejó caer de rodillas a su lado. Enseguida comprendió lo que acababa de suceder, su padre estaba muerto. La única persona que le quedaba en el mundo acababa de irse para siempre—. No, no, no negaba con desesperación. Luego su voz se quebró y fue sustituida por un sinnúmero de sollozos. Sacudió el cuerpo con enojo y dolor a la vez, como si eso pudiera hacerlo despertar—. Por favor, despierta, no me dejes.

Los Elegidos miraban la escena visiblemente conmovidos. Karla se quedó paralizada en su sitio sin saber qué hacer. Camila, por su parte, se llevó ambas manos a la boca y su reacción fue refugiarse en los brazos de Alejandro, quien estaba igual de conmocionado. Petter se encontraba atónito, como si acabara de recibir un golpe y su consciencia se hubiese nublado. Sabía que Emilio estaba muerto porque él había revelado la ubicación de los Elegidos y eso lo hacía sentir culpable. Acababa de morir una persona inocente que siempre lo trató con cariño y amabilidad, alguien que le brindó su hogar como si lo conociera de toda la vida y que lo curó del veneno del pulpo. Realmente no merecía morir, solo había sido una equivocación de los planes, una que nunca podría perdonarse. Ahora sería mucho más difícil tomar una decisión. ¿Debía seguir siendo un siervo y cargar con aquellas muertes inocentes o debía revelarse contra Rosman y exponerse a morir como Emilio? Aquellos pensamientos lo abrumaban y lo hacían querer escapar de aquella casa para nunca más volver.

¿Por qué tuvo que pasar esto? ¿Por qué?  vociferaba Noah entre sollozos. Estaba visiblemente enojado y no sabía a quién culpar de aquella tragedia—. ¿Por qué no llegaste a tiempo? ¿eh? ¿No se supone que debías protegernos? Se estaba dirigiendo hacia Corazón de la Tierra, que lo miraba con tristeza, comprendiendo todo el dolor que estaba atravesando en aquel momento—. ¡Responde! — gritó. Todos se estremecieron, pero permanecieron en silencio.

Camila se acercó y se arrodilló a su lado, poniéndole una mano en el hombro en señal de apoyo.

Tranquilo, él no tiene la culpa le dijo en voz baja.

Noah supo que su amiga tenía razón y entonces no pudo aguantar más. Sintió como si su corazón se partiera en mil pedazos. Dejó caer su cabeza sobre el pecho de su padre y comenzó a llorar desconsoladamente. Alejandro, Karla y Camila se quedaron a su lado sin decir ninguna palabra.

Así transcurrieron algunos largos minutos hasta que el llanto de Noah cesó y la habitación quedó en silencio. En ese momento, Corazón de la Tierra aprovechó para darle algunas instrucciones a los Elegidos.

Vayan empacando sus cosas, nos iremos a otro lugar más seguro.

¿A dónde?  preguntó Karla, mientras se secaba el rostro con un pañuelo. Ella también había terminado llorando luego de ver el sufrimiento de Noah.



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En el texto hay: reinos, romance, poderes magia

Editado: 10.03.2024

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