Petter corría por el bosque en mitad de la noche. Sus piernas le pesaban como si estuvieran rellenas de plomo, por lo que cada vez le era más difícil avanzar con rapidez. Escapaba de algo a lo que le tenía mucho miedo, pero ni siquiera era capaz de mirar hacia atrás para comprobar qué era. Preso del terror, cayó, agotado y con la respiración agitada, sintiendo cómo si una manada de lobos estuviera olfateando su rastro. Cerró los ojos y comenzó a temblar, impotente, pero nada ocurrió. Estaba solo en aquel extraño lugar. Entonces, oyó una voz desconocida de mujer que entonaba una canción de cuna. Sintió tranquilidad, a pesar de que continuaba indefenso en el suelo y en una total penumbra. Comenzó entonces a seguir el sonido. Tenía una extraña desesperación por encontrar el origen de la melodía. Un grito lo hizo estremecerse, una mujer lloraba, como si hubiese sido atacada por alguien.
—¡Mamá! — gritó entre sollozos—. ¿Dónde estás?
—Estoy cerca, hijo. Encuéntrame — respondió una voz desconocida.
Petter despertó, agitado, su corazón latía a toda velocidad. Se encontraba en su habitación, a salvo. Mientras se calmaba, comenzó a repasar en su memoria los detalles de aquel sueño. La canción de cuna le era familiar, pero nunca antes la había escuchado o al menos que él recordara.
El muchacho se levantó, un poco más tranquilo y se sirvió un vaso con agua. Entonces tocaron la puerta de su habitación. Era Mug.
—Señor, disculpe la molestia, pero le averigüé lo que me pidió. — Petter le hizo una seña para que entrara y cerrara la puerta—. El rey no se encuentra en el palacio. Está en su estancia de retiro donde a veces pasa algunas temporadas. El primer ministro es quien estará a cargo del estado por lo que queda de este mes.
Petter quedó en silencio unos segundos. Sabía que Rosman solía marcharse un tiempo a un misterioso palacio y pasar algunos días allí. Esto nunca le pareció fuera de lo común, pues probablemente cualquier monarca deseara liberarse de sus responsabilidades esporádicamente. Lo verdaderamente alarmante era que no estuviera enterado de su fracaso en Arcadia.
—¿Sabes cómo llegar a ese palacio? — preguntó Petter, aun sabiendo que Mug no tendría una respuesta para eso.
—Solo Clover lo sabe, señor. De hecho, le lleva las noticias del reino todas las mañanas.
Petter estaba sorprendido. Era evidente que Rosman sabía todo lo que había pasado en Arcadia, pero aun así no pensaba terminar con sus vacaciones.
—¿A qué hora va Clover para ese lugar? — preguntó nuevamente, casi sin pensarlo.
— En media hora, señor — respondió Mug, tras mirar el reloj que tenía en su muñeca.
Una idea descabellada invadió los pensamientos de Petter y no pensaba abandonarla, sin importar que tan arriesgada fuera. Salió de su habitación y se dirigió hacia el estacionamiento real, el lugar donde los funcionarios del palacio guardaban sus vehículos. Pudo acceder sin problemas poniendo su huella porque allí también se encontraba su auto. Caminó entre las filas de vehículos de todos los modelos y tamaños, buscando el que pertenecía a Clover. Finalmente lo halló, pues su color mostaza era bastante llamativo. Solo debía esperar a que el hombre apareciera.
Algunos minutos después, Petter observó cómo Clover ingresaba en el lugar, distraído, sin imaginarse que alguien lo espiaba. El chico usó su poder para desaparecerse y así evitar ser detectado. Cuando el hombre abrió con el control la cajuela del auto para meter una maleta, Petter aprovechó de esconderse adentro. Clover continuó sin inmutarse y emprendió la marcha hacia el lugar misterioso donde se encontraba el rey.
Luego de algunos minutos de viaje, el auto se detuvo y Petter volvió a activar su poder para no ser visto. La cajuela se abrió y el muchacho observó cómo dos guardias nelvreskanos fijaban su mirada en el interior, pero al ver que estaba casi vacío, le indicaron a Clover que siguiera su camino. Segundos después, el hombre estacionó y bajó del vehículo. Abrió la cajuela para sacar la pequeña maleta y Petter aprovechó para salir del escondite usando su invisibilidad. Clover se marchó del lugar y lo dejó solo dentro del pequeño estacionamiento donde apenas había cuatro autos.
Petter aprovechó entonces para explorar el lugar. El estacionamiento estaba hecho de piedra y no tenía puertas, por lo que desde allí podía observar con claridad cada detalle. No estaba en un palacio, sino en una especie de finca de gran tamaño. El lugar se hallaba cercado con un inmenso muro de piedra que estaba vigilado por una gran cantidad de guardias, aunque desde su posición apenas podía ver a los que estaban custodiando la entrada. Había una casa de madera, pequeña, pero lujosa a la vez. Tenía ventanas de cristal, una chimenea y un jardín perfectamente arreglado. Un perro de color dorado descansaba en el portal con las orejas paradas, alerta ante cualquier amenaza. Detrás de la casa se hallaba un pequeño bosque con árboles frutales y ornamentales que hacían más fresco el lugar. También pudo notar un huerto con distintos alimentos sembrados, como tomates y algunas especias.
Petter se percató entonces de la presencia de Rosman, pero casi no pudo reconocerlo. No estaba vestido con su atuendo habitual que lo hacía lucir majestuoso, sino que llevaba un pantalón común y el torso al descubierto. Se hallaba sentado sobre un banquito de madera frente a un caballete de pintura. Su rostro estaba manchado de distintos colores, al igual que sus manos. Era casi imposible asociarlo con aquel hombre malvado que era capaz de sacrificar el mundo por imponer su voluntad. Desde allí se veía como un simple mortal que disfrutaba de la paz del campo. Petter observó cómo Clover se acercó para comenzar a relatarle los últimos acontecimientos del reino, pero Rosman le hizo una seña para que esperara. Él continuó dibujando en el caballete, cada vez más inspirado en su trabajo. Entonces una mujer salió de la casa. Ella logró captar la atención del monarca quien le dedicó una mirada furtiva y sonrió sin poder evitarlo. La mujer también llevaba un atuendo sencillo que consistía en un pantalón ancho, una blusa de mangas largas y botas de cuero. Una flor roja decoraba su oreja derecha y su cabello suelto. En sus manos llevaba una bandeja con comida. Ella se acercó a los hombres y los saludó. Luego dejó la bandeja sobre una mesita de madera que estaba cerca de allí.