Los Elegidos se prepararon para llevar a cabo el plan que Petter les había propuesto, era la única opción para infiltrarse en el palacio y rescatar a Camila. Terminada la reunión, todos se dirigieron a sus habitaciones para colocarse la ropa que normalmente usaban y tomar sus respectivas armas. Alejandro se despidió de Marian, justo antes de marcharse con sus compañeros hacia el sector de los magos, donde los esperaba Anise.
—Hermanito—murmuró ella, al tiempo que lo abrazaba. No quería dejarlo ir—. Cuídate mucho, por favor.
—Volveré enseguida, no te preocupes— respondió Alejandro, tras plantarle un beso en la frente. Luego la apartó con cuidado—. Todo saldrá bien.
Marian lo soltó por fin y se secó las lágrimas que rodaban por su rostro. Los Elegidos observaban la escena, conmovidos. Todos estaban sumidos en sus propios pensamientos y preocupaciones, deseando que la misión fuera un éxito y pudieran regresar sanos y salvos a Arcadia. Marian se encontró entonces, casi sin querer, con la mirada de Lucas, quien estaba deseoso de poder despedirla, aunque no se atrevió a dirigirle la palabra. Cuando los demás se disponían a caminar hacia la salida del sector, Marian aprovechó para acercarse a él y tomarlo de la mano, haciendo que el muchacho se detuviera de golpe.
— Lucas...— dijo en voz baja, casi en un susurro. El muchacho se volteó e intentó disimular sus nervios. Marian lo soltó avergonzada, sin poder mirarlo a los ojos—. Solo quería desearte suerte.
—Gracias, Marian—tartamudeó él.
Algunos Elegidos comenzaron a observar la escena, curiosos, percatándose de la tensión que existía entre ambos adolescentes. Entonces, Marian se acercó a Lucas, tomándolo por sorpresa, y le dio un cálido beso en la mejilla. El muchacho quedó inmóvil, sin saber cómo reaccionar. Sus cachetes parecían dos tomates recién cortados. Los otros chicos comenzaron a animarlos entre vítores, risas y aplausos. Alejandro fue el único que permaneció serio, atónito ante lo que acababa de presenciar. Marian se marchó después, visiblemente avergonzada, dejando a Lucas paralizado en su sitio. Él no pudo evitar rozar con sus dedos su mejilla, como si quisiera retener aquel beso inocente toda la vida.
—¿Pueden ser más infantiles? — comentó Brayan tras emprender el camino hacia el sector de los magos. Los otros jóvenes lo siguieron, mientras cuchicheaban sobre lo ocurrido.
—Vamos, no te quedes ahí como un tonto. Tenemos que irnos— le dijo Alejandro a Lucas, obligándolo a caminar.
—No puedo creer que me haya besado— murmuró él, todavía conmocionado por lo ocurrido. Alejandro soltó una risita burlona que lo hizo salir de su letargo.
—Te dio un beso en la mejilla, tampoco es para tanto.
—¡Quiero casarme con ella! — exclamó Lucas con una sonrisa atontada en los labios.
Alejandro le dio un pequeño golpe en la nuca para que reaccionara. El muchacho le dirigió una mirada enojada al tiempo que se sobaba el cuello.
—No digas estupideces. Mejor preocúpate por salir vivo de esta misión.
Anise guio a Petter, Brayan, Lucas, Jane, Karla, Alejandro, Diana y Noah hacia una habitación oculta que estaba protegida por magia muy avanzada y al que solo tenían acceso los magos del Consejo. La cámara era amplia, pero solo contaba con una especie de timón, parecido al de los barcos antiguos que estaba encajado en el suelo. Hasta ese momento los Elegidos no comprendían qué era lo que harían exactamente ni para qué servía aquel artefacto.
—Lo que ven frente a sus ojos es un transportador mágico— dijo Anise y señaló al timón—. Este les permitirá viajar hacia cualquier lugar del mundo, siempre y cuando, dicho lugar no esté protegido por algún hechizo de protección.
—El palacio de Nelvreska tiene una protección mágica muy poderosa— recordó Petter, interrumpiendo a Anise—, pero podemos viajar a un lugar seguro que nos permita acceder al palacio sin problemas.
Los Elegidos volvieron a recordar el plan y comenzaron a sentir que era mucho más descabellado de lo que pensaban.
—Tú controlarás el transportador— le aclaró Anise a modo de advertencia—. Tus recuerdos de ese lugar deben ser claros o podrían terminar en otra parte. — Petter asintió e intentó parecer confiado, aunque en el fondo tenía miedo de equivocarse—. Los demás deben tratar de poner su mente en blanco para que sea más fácil para él.
Los Elegidos se prepararon para viajar. En ese momento, Anise puso su mano sobre el hombro de Petter y se lo apretó, como una manera de mostrarle su apoyo y desearle buena suerte. El muchacho intercambió una mirada fugaz con la mujer y se sintió un poco más reconfortado. No pensaba fallar, no solo traería a Camila de vuelta, también acabaría con Rosman de una vez por todas.
Cuando todos los jóvenes colocaron sus manos sobre el timón, Petter respiró profundo y le hizo una seña a Anise, para que procediera a activar el transportador. Ella puso su mano en el centro y una luz dorada emanó del artefacto. Los Elegidos sintieron cómo el timón comenzaba a vibrar cada vez más fuerte, por lo que se aferraron a él. Petter cerró los ojos y se dejó llevar por sus recuerdos. Aquel bosque con las hojas soplando al compás del viento, el sonido de los pájaros silvestres y esa brisa que helaba sus huesos...
En cuestión de segundos la habitación comenzó a dar vueltas y los Elegidos perdieron el control de sus cuerpos. Sus corazones palpitaron a toda velocidad mientras caían violentamente en un lugar desconocido para ellos.
Cuando Petter abrió los ojos, se encontró con la copa de los árboles que se había imaginado minutos antes. Enseguida se incorporó, aliviado y reparó en sus alrededores. Los chicos comenzaron a levantarse, un poco confundidos y sacudieron las hojas secas que se habían quedado pegadas en sus ropas.