Los Elegidos: El brazalete de (1)

Batalla final II

Los Elegidos se dividieron en dos grupos para poder comenzar con la última parte del plan. Noah, Jane, Lucas y Diana Valentina debían dirigirse a la zona prohibida para poder liberar a Ernesto y a la elegida. Por otro lado, Petter, Karla, Brayan, Alejandro y Giselle irían hacía dónde estaba la Cámara de Hielo.

Hay como quince guardias custodiando el lugar explicó Giselle, mientras subía las escaleras de la torre que conducían a la cámara. Los otros Elegidos la seguían. Así que tendremos que luchar.

Los chicos llevaban sus armas a la vista. Cuando llegaron arriba, se encontraron con un amplio pasillo que tenía paredes de cristal y lámparas de araña decorando el techo. No tuvieron tiempo para recuperar el aliento de la subida porque enseguida un grupo de guardias se acercó de un modo amenazante. No tenían rostro y estaban armados con espadas.

—Sus rostros...—comentó Karla, paralizada en su sitio, pero sin dejar de empuñar su arma. Había oído hablar de los siervos sin cara, pero nunca los vio en persona.

—Son siervos involuntarios— les informó Giselle tras ponerse en posición de ataque—. No teman matarlos, más bien les harían un favor haciéndolo.

Los Elegidos ya conocían un poco sobre la manera horrorosa en que Rosman asesinaba a personas y las convertía en siervos involuntarios cuyas almas nunca podían descansar, continuaban a su servicio para siempre, a menos que se le atravesara una espada en el corazón.

Los siervos se abalanzaron sobre ellos, listos para liquidarlos. Giselle se adelantó y actuó antes de que los demás pudieran reaccionar. Hizo que el grupo de siervos comenzara a atacarse entre ellos, pero no contaba con que llegarían otros, alentados por el ruido de las espadas. Karla lanzó rayos eléctricos a los recién llegados, mientras Petter los liquidaba con su espada. Brayan estrellaba sus cabezas contra el suelo para luego rematarlos con un puñal.

¿Dónde está la cámara? — preguntó Alejandro cuando el camino estuvo despejado. Giselle señaló a una puerta gigante que estaba a algunos metros de allí—. Vamos le exigió el muchacho con un poco de ansiedad en su voz.

Giselle corrió hacia la entrada del lugar. Karla se quedó vigilando la entrada de la torre por si venían más guardias. Los demás se fueron hacia la cámara. Giselle tocó la manija de la puerta y murmuró dos palabras en voz baja.

—adyant pelnate

De pronto, su cuerpo se iluminó, debido al poder del cristal, y la puerta comenzó a abrirse. Los Elegidos ingresaron a la habitación, ansiosos. Era amplia y solo contaba con una máquina de gran tamaño que estaba incrustada en la pared del fondo del lugar al estilo de una pecera gigante. Tenía paredes de cristal que permitían observar el interior. Camila se encontraba inconsciente adentro. Los vidrios empañados por el frío hicieron que Los Elegidos se estremecieran. Si ella seguía con vida estaría pasando por un gran sufrimiento.

¿Cómo la sacamos? — le preguntó Petter a Giselle, quien se encogió de hombros.

El muchacho comenzó a examinar el artefacto, pero no tenía botones ni cables que se pudieran desconectar, por lo que comenzó a desesperarse. Alejandro también estaba a punto de perder la paciencia.

— onha destruzzi—murmuró Petter tras poner sus dedos sobre el cristal, pero nada ocurrió—. Los hechizos no funcionan.

Bueno si no podemos usar la magia, tendremos que utilizar la fuerza bruta interrumpió Brayan y se acercó al cristal.

El muchacho le proporcionó un golpe al vidrio. Intentó utilizar toda la fuerza que le permitía su poder, pero el vidrio solo se agrietó. Brayan soltó un gemido de dolor y se agarró los dedos. Su poder también había fallado.

¿Estás bien? — preguntó Petter, un poco preocupado.

No sé qué pasó... murmuró Brayan jadeando. Su rostro reflejaba el terrible dolor que estaba sintiendo. Creo que me rompí los dedos.

Alejandro lo miró horrorizado, Brayan era capaz de demoler una pared solo con un puñetazo, no entendía por qué su fuerza había fallado de esa manera tan inesperada.

—Al parecer, la magia no funciona, por eso tu poder falló. Hay que usar otro método—opinó Giselle con seriedad.

Alejandro miró al vidrio nuevamente, cada vez más inquieto. Tenía que hacer algo, no podía continuar esperando para sacar a Camila de aquella tortura. Si la magia no funcionaba, entonces solo había una forma para liberarla: utilizar el modo convencional. Se acercó al cristal, luego respiró profundo y sin pensarlo demasiado le proporcionó un golpe certero, dañándolo un poco más. Sus dedos dolieron, pero estaba decidido a terminar con aquello de una vez por todas, por lo que volvió a pegarle, esta vez con más fuerza. El cristal estalló en varios pedazos y el frío glacial que envolvía a Camila se liberó, helando sus huesos. La joven se desprendió de los cables que la mantenían presa a la máquina y cayó de bruces al suelo. Alejandro la sostuvo antes de que se golpeara y la abrazó para calentarla un poco. Él ni siquiera reparó en el dolor que sentía ni en la sangre que comenzó a manchar el suelo, él solo se concentró en el rostro pálido de su novia, que se asemejaba al de un cadáver.

Cami...murmuró con voz queda. Luego la colocó con cuidado en el suelo para comenzar a golpear con suavidad sus mejillas—. Despierta, por favor.

Los demás chicos se acercaron, preocupados. Alejandro estaba a punto de comenzar a llorar al ver que ella no reaccionaba y que su rostro estaba cada vez más demacrado.

Cami, por favor, por favor...le decía entre susurros. Luego comenzó a besar sus labios y sus mejillas. Estoy aquí. Vine a buscarte como te lo prometí...

Petter se agachó y tomó la mano de su hermana. Ella seguía viva, pero su pulso estaba débil. El muchacho comenzó entonces a hacer un hechizo de vitalidad para intentar espabilarla. Camila abrió los ojos unos segundos después y se encontró con la mirada preocupada de Alejandro. Sus ojos mieles estaban cristalizados por las lágrimas.



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En el texto hay: reinos, romance, poderes magia

Editado: 10.03.2024

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