Los Elegidos: el niño de la llama azul.

Capítulo 1: El Día del Ruido

Ese martes, el sol no salió del todo.
No es que lloviera, ni que el cielo estuviera tapado de nubes negras. Era otra cosa. Como si el mundo hubiese bajado el volumen de sus colores. Como si alguien hubiese puesto un filtro gris sobre mi ventana.
—¡Damián! —gritó mamá desde la cocina—. ¡Se te enfría el desayuno!
No me gustaba que gritaran mi nombre. Me pinchaba en el cuello. Me lo arrancaba de adentro.
Me vestí lento. Calcetines iguales, no como ayer. Camiseta azul sin etiquetas que raspan. Auriculares puestos, aunque no llevara música, solo para amortiguar el mundo.
Cuando entré a la cocina, ya estaban todos en modo automático: papá hojeando el diario sin leerlo, Sofi mirando el celular, mamá sirviendo café sin mirarme.
Nadie preguntó si dormí bien. Nadie notó que no hablaba.
Comí en silencio. El cereal hacía un sonido molesto cuando crujía. Mordí más despacio. Menos ruido. Menos culpa.
De pronto, el zumbido.
Primero leve. Como un mosquito atrapado en una botella. Luego más fuerte. Más agudo. No venía del televisor ni del refrigerador. Venía de adentro. De mi pecho.
La cuchara cayó al suelo. Mamá giró la cabeza.
—¿Estás bien, Dami?
Yo no podía hablar.
Porque el zumbido ahora traía voces. Susurros con palabras antiguas. Idiomas que no conocía y, sin embargo, entendía. Como si siempre hubieran estado allí, esperando que yo recordara.
“Ya no lo calles”, decían.
“Ya no te escondas”.
Cerré los ojos. Y vi el símbolo.
Un círculo dentro de un triángulo. Tres líneas que lo atravesaban, formando una estrella imperfecta. Lo vi dibujado con fuego en la oscuridad.
Cuando abrí los ojos, el zumbido se había ido.
Mamá me miraba con la cara partida entre la preocupación y el fastidio.
—Damián, no me asustes. ¿Querés que vayamos al médico?
Negué con la cabeza. ¿Cómo explicar algo que no tiene forma?
Porque algo me decía que ningún médico iba a entender lo que acababa de pasar.
Porque el símbolo no era una alucinación.
Era una señal.
Una invitación.
Y lo más extraño…
…fue que yo ya sabía dónde lo había visto antes.




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