Dos días habían pasado desde que su madre le dio a conocer que asistiría a una escuela sin más que decir.
Atenea seguía ansiosa y nerviosa, incluso en esos días no salió de casa por estarse preguntando si se vería la escuela como la veía en las imágenes, si seria asombroso, y mas aún, si podría conocer a muchas personas.
Sin poder resistirse mas, salió de su habitación y bajo a la sala esperando encontrar a su madre, pero no fue así, la busco por toda la casa en unos cuantos segundos, incluso salio a ver si el auto no estaba, pero este seguía aparcado a un lado de la casa, y eso solo significaba una cosa.
Camino de regreso a la sala y volvió su mirada hacia aquel espacio vacío en la pared aun lado de las escaleras, se dirigió con sutileza y se detuvo justo enfrente de esta, recordando lo que varios años atrás había encontrado, debatiéndose si entrar o no.
Aquel espacio vacío en la pared era una puerta muy bien oculta que solo su madre tenia permitido abrir y entrar, ella le llamaba "la oficina", un lugar donde le hacia creer a Atenea que realizaba cosas del trabajo, cuando en realidad hacia mucho mas que eso. A simple vista aquella puerta no se veía, pareciese ser solo una pared sin alguna importancia, pero no era así.
Cuando niña, Atenea se encontraba jugando como todo niño normal de 9 años, cayó por las escaleras a toda velocidad, trato de sostenerse de la barandilla de madera de esta, pero aun así cayó, se reincorporó con rapidez, sin algún tipo de dolor o herida, con la vista en la sala, esperando a que su madre no se encontrara cercas y le haya visto, pero se percato de algo, al caer por las escaleras logró ver algo muy extraño en la pared de aun lado, giro todo su cuerpo en 180° y miro con detenimiento la pared, se acerco y empezó a tocar esta con las manos, paso su mano por debajo de las escaleras,donde ni un rayo de luz daba, donde todo era oscuridad, hasta encontrarse con un pequeño botón oculto en esta, se extraño por aquello, y con un gesto de duda lo presionó. La pared se dividió en dos, dando a ver una puerta de metal la cual se abrió por si sola.
Atenea se mantuvo quieta, perpleja al ver aquello que no había notado estando viviendo ahí, después de unos minutos se animo a entrar con un pequeño miedo en ella y una curiosidad aún mas grande.
– ¿Que es esto? – pregunto para si misma en voz alta.
Camino por un pasillo que la llevaba justo debajo de la casa, el cual la dirigió hacia una enorme habitación con instrumentos muy raros para la pequeña, lo que mas llamó su atención fue que no solo había todo tipo de armas y cuchillas, sino que de igual forma, una parte de esta pareciese ser un laboratorio, con todo y el equipamiento.
– ¿ Eso son juguetes? – cuestionó con inocencia, observando las enormes armas.
Miró hacia su derecha y logro ver una caja fuerte dorada la cual tenia un toque mágico a su parecer, pero simplemente la ignoró concentrándose en algo mas interesante en su opinión.
Paso sus pequeñas manos por encima de una mesa que tenia varios frascos de vidrio en esta, con algunos químicos de colores y goteros.
Tomo un matraz que contenía unos cuantos milígramos de un liquido púrpura y lo olió para después hacer una mueca de asco.
– Nop, esto no es jugo – afirmó por el olor tan desagradable que emanaba del frasco y lo colocó en su lugar.
– ¿Que haces aquí? – la voz de su madre detrás suyo la asusto haciendo que volteara precipitadamente.
Sonrió de oreja a oreja con inocencia y contesto con otra pregunta.
– ¿Que es este lugar?
– Mi oficina – mintió sin pensar –pero no has contestado mi pregunta – le miro seria.
– Me he caído de las escaleras y la puerta se abrió – mintió en lo último.
– Salgamos, no tienes permitido estar aquí – demando, tomando a la pequeña niña del brazo y obligándola a salir del lugar, volvió a presionar el botón y la puerta se cerro, la pared volvió a su estado natural como si nada hubiera pasado.
– Atenea escucha – se dirigió a la menor y la tomó por los hombros inclinándose un poco para poder verle a la cara, la contraria le miro prestándole atención – esa es mi oficina, hago cosas de mi trabajo, y tu no tienes permitido entrar ahí por nada del mundo...
– ¿por que?
– Por que no – respondió con sequedad – Tienes que prometer que jamas volverás entrar ahí, ¿entendiste? – la niña asintió con la cabeza y desde ese momento jamas volvió a intentar entrar en aquel lugar.
Cada vez que pasaba por esa parte de la casa, se detenía a observar la pared por unos momentos y seguía con lo suyo.
Al ir creciendo entendió que eran todos aquellos objetos que se encontraban en el lugar, mas sin embargo, jamas se atrevió a preguntar sobre ello.
Ella sabia que cada vez que su madre no estaba en la casa y el auto se encontraba aún afuera, solo significaba una cosa; la mayor se encontraba en su "oficina".
Chasqueo la lengua y tomo su celular para llamar a su madre, la cual no respondió, lo intento varias veces pero en ninguna atendió la llamada. Dispuesta esperar se sentó en el suelo con la vista fija en la pared esperando a que la mayor saliera.
Verriam bajo y se lanzo a la joven esperando a que esta jugara con el, pero no fue así, solo se limito a acariciarle.
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Editado: 02.06.2022