Los elegidos: La ciudad de Vampiros

15

Todo estaba en silencio, incluso las criaturas del bosque parecían estar ya invernando, en silencio y acogedor , hasta que se dió cuenta que ya no estaba mas solo.

— Ya te ví sal de ahí — Dijo.

El chico detrás del inmenso árbol salió sonriente y con manos en alto, algo que le trajo un dejavú.

— Así que viniste.

— Yo también necesito estudiar — dijo sarcástico — ¿Y la torpe?

— El idiota — dijo al mismo en que se acercaba a ellos. Atenea acababa de llegar — ¿Que hace él aquí?

— Ya lo dije, yo también necesito estudiar.

— Aja y yo matarte.

— Uy la torpe se volvió salvaje.

— Ja ja ja.

— Ya dejen eso, solo llévense bien. — interrumpió Amon — se que no te dije pero en verdad el es mi amigo y es importante que esté con nosotros.

— No entiendo su importancia en esto.

— Por favor, solo vamos, ten paciencia.

Atenea no sabía que hacer o decir. Ella no contaba con que Astaroth llegará de esa forma mucho menos que Amon lo apoyara, aún sabiendo que le había dicho que no estaba invitado, sin embargo ya no le quedaba de otra. Tenía que buscar la forma de decirle a Amon sin que Astaroth se diera cuenta.

— Bien vamos, no tenemos mucho tiempo.

Emprendieron caminó hacia la cabaña y durante todo el camino Astaroth no paraba de molestar a la chica.

— ¿A que venimos al bosque? No eres alguna clase de psicópata o algo así ¿verdad?— preguntó colocándose cercas de Atenea — planeas matarnos y comernos vivos ¿no? Por qué estoy seguro de que mi sabor es exquisito.

— Ya cállate Astaroth.

— ¿Que? Puede que sea una psicópata. Por cierto sabías que aquí hay fantasmas y brujas. Puede que justo ahora una de ellas nos este observando desde las sombras y-

— Ella ya sabe la historia no lograras asustarla.

Astaroth bufó con molestia ya que le parecía muy aburrido el comportamiento de la chica.

— ¿Cuánto falta? Los mosquitos me están matando — se quejó haciendo un vaivén de manos para alejar a los insectos chupa sangre, apesar de que estos no estaban cercas de él.

— No tienes ni una sola picadura así que deja de quejarte — Dijo Atenea.

— No, pero su zumbido me molesta, es como si estuvieran dentro de mi oído, aún no logro controlar del todo ese sentido— Soltó sin pensar.

Atenea se detuvo abruptamente debido a que lo dicho por el peligris le había sonado familiar.

— Atenea vamos — dijo Amon sacando de sus pensamientos a la chica.

— Si, ya casi llegamos.

Al cabo de unos minutos llegaron a la cabaña.

— Linda casa torpe— comentó Astaroth debido a que no era una posilga en comparación a lo que se estaba imaginando.

— Solo cállate y entra.

Al entrar Astaroth observaba todo con detenimiento, sin perderse ni un solo detalle de está. Algo en ella le resultaba familiar, era como si hubiese estado ahí antes.

— Por aquí — dijo en espera de que ambos chicos le siguieran.

Al entrar a la biblioteca ambos visitantes de quedaron impactados por la cantidad de libros que había en esa "pequeña biblioteca".

— ¡Yo quiero una de estas! — dijo eufórico Astaroth.

— Tu ni has de saber leer.

— Para tu información yo sí leo. Y mucho.

Amon rodó los ojos fastidiado de tantas peleas infantiles por parte de sus dos amigos. Irónico ¿No?

— ¿Que querías mostrarnos?— preguntó Amon quien se apresuró en corregir al notar como su amiga alzaba la ceja — Mostrarme. ¿Que querías mostrarme?

— Si Atenea ¿Que? — preguntó sarcástico Astaroth quien no paraba de tomar libros de las repisas para después hojearlos y volver a ponerlos en su lugar.

— Es algo que solo debemos de hablar tú y yo.

— Te dije que ella es imposible. Mejor hay que mostrarle. Dijiste que ella podía tener respuestas ¿No?— comentó harto de que la joven no parará de ponerle misterio a cada palabra que salía de su boca.

Atenea frunció el ceño y miró confundida al castaño.

— ¿De que habla?

— No pude explicarte todo en la escuela o más bien no te explique nada por qué esté imbécil nos interrumpió pero... — se detuvo un momento a pensar en que sería lo siguiente que diría — Creo que será mejor que te muestre.

La confusión la invadía por completo nuevamente. No lograba entender que era lo que quería mostrarle y más aún que tenía que ver Astaroth con el asunto al que iban a tratar.

Sin previo aviso ambos chicos desaparecieron de su vista colocándose en cuestión de segundos en distintos lugares; Amon justo detrás de Atenea y Astaroth en el escritorio sentado con ambos pies sobre los libros manchando estos con un poco de nieve que traía adherido a sus botas negras.

Atenea volteo a verlos para después quedarse inmóvil. No parpadeaba y no decía nada respecto a lo presenciado segundos antes.




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